"Naofumi ve a Motoyasu con falda y quiere meterle mano"
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¿Porque? ¿Porque había aceptado ese estúpido reto? Oh, es verdad, la estúpida perra lo había obligado a participar en esa tonta apuesta con los otros dos héroes, logrando manipularlo como siempre lo hacía. Por eso, comenzaba a darse cuenta de lo estúpido que era.
Ahora, por imbécil, debía pasearse por las calles transitadas de Melromarc, escuchando silbidos y varios halagos hacia su persona.
No iba a negar que sus tontas compañeras habían echo un gran trabajo, aún que su rostro algo afeminado también ayudaba bastante a poder hacerse pasar por una chica, pero para el era una total vergüenza.
Lo único que quería era empalar a todos con su lanza y no salir durante uno o dos mese, ya tenía suficiente con una mala reputación, ahora ser conocido como "el travesti de la lanza" sería aún peor que todo lo que ya había pasado.
Sin prestar atención a su camino, chocó con alguien, dio un leve paso para atrás, mientras aquella persona daba uno hacia adelante, tratando de no caer.
— ¡Discul — No terminó de hablar, pues, cuando se dio cuenta de con quién había chocado, se puso pálido. “Por un demonio. . .lo que faltaba” pensó para sus adentros, suplicando porque la tierra lo tragase en ese preciso momento.
El de hebras negras volteó, analizando con la mirada a la "chica" frente suyo.
Motoyasu, conociendo el mal carácter del chico ahí parado, espero un jodido insulto, grito u otra cosa que sabía bien lo que podría hacer, pero fue grande su sorpresa, cuando lo vio ver hacia abajo, mientras suspiraba algo pesado.
— Fue mi culpa — Respondió desganado, colocando una mano en su cabeza, rascando suavemente sus negros cabellos.
El rubio parpadeo un par de veces, ¿Que carajos le pasaba a ese loco? Siempre estaban como gatos y perros cuando se veían, ¿Porque no quiso matarlo como siempre intentaba? ¿No lo había reconocido? Bueno, si era lo que él pensaba, entonces agradecía internamente a cualquier deidad que lo haya escuchado.
“Y quien sea que fuere esa jodida deidad, hoy mismo le hago un altar” pensó, totalmente aliviado.
— ¿Cual es tu nombre? — Motoyasu volvió a parpadear un par de veces, nope, definitivamente no lo había reconocido vistiendo de esa manera.
Comenzó a tartamudear, tratando de inventarse un nombre. Nada le venía a la cabeza, pensó y pensó, claro, le dolió hacerlo, pero la ocasión lo ameritaba, hasta que vió un pequeño lirio entre tantas flores ahí en una floristería, aclaro su garganta e hizo el mayor esfuerzo posible para que su voz sonara como el de una mujer.
