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La roja seda estampada del salto de cama de Taehyung susurraba al contacto con su piel, y la sentía ligera y fresca después del pesado y caliente brocado que había llevado durante la fiesta. Había ido a ver a los niños y, tras encontrarlos dormidos, les había dado un beso de buenas noches, regresando a su vestidor y llamando a su doncella para que lo ayudara a desvestirse. Ahora, ya solo, se sentó ante el tocador y empezó a quitarse las horquillas del cabello, una por una, mirándose en el espejo ovalado de marco dorado mientras sus cortos mechones castaños se desordenaban.

Se detuvo un momento al asaltarlo un recuerdo: Hoseok de pie detrás de el, quitándole las horquillas con el mismo orden metódico, y desordenándole el cabello con los dedos. Lo observaba en el espejo con una tórrida mirada en sus ojos cafés. Aquella mirada que significaba que lo deseaba.

Curvó los dedos de los pies sobre la tupida alfombra color marfil. Al dejar la ultima horquilla sobre la brillante superficie del tocador de caoba, se agarró del borde y se miro fijamente al espejo, respirando hondo para recuperar la compostura.

Esos retazos espontáneos lo sorprendían ya con menos frecuencia. Suponía que era normal, después de tantos años.

No quería olvidar a Hoseok. A veces, recibía de buen grado los recuerdos, incluso los anhelaba. Pero aquella noche no. Aquella noche solo deseaba pensar en Jungkook, en su hermoso cuerpo, en su irresistible sonrisa y en sus caricias. En el modo en que aquella mañana se había deslizado sobre el barro para estrecharlo contra el, abrazándolo y consolándolo. En la desesperación que había visto en su rostro antes de saber que estaba bien.

Como si lo hubiera conjurado con el pensamiento, la puerta que separaba el vestidor del dormitorio se abrió. Taehyung se paso el dorso de la mano por los ojos humedecidos y cogió el cepillo. Miró a Jungkook en el espejo mientras se le acercaba, mas esbelto que nunca con sus ceñidos pantalones grises y su chaleco bordado en dorado, a juego con el color del pañuelo. Se había aflojado el nudo y le colgaba del cuello.

-No has tardado mucho- murmuro Tae, sonriéndole.

-He venido tan ponto como he podido, amor- Le sonrió a su vez, mostrando sus blancos dientes perfectos y los hoyuelos que a el siempre habían tenido la capacidad de derretirle el corazón.- Me he desecho de Kim. Ni siquiera con las historias de sus viajes por Egipto puede entretenerme cuando se que tu estas en nuestra habitación...- Un tono pícaro que solo reservaba para el lo hizo curvar los labios y que le brillaran los ojos antes de añadir -...esperando.

Mientras Taehyung se cepillaba el cabello, Jungkook le apoyo las manos en los hombros. Aquellos dedos elegantes, con sus cuidadas y limpias uñas... Sus manos no eran la única parte de su cuerpo que indicaban su posición social. Tenia un rostro aristocrático, de limpias líneas, agudos ángulos y sagaces ojos oscuros. Pero, además, sus refinados modales y su famoso control sobre si mismo daban prueba de que pertenecía a las más altas esferas. Aunque nunca hubiera codiciado el legado de Hoseok, el papel de Duque de Haengbog le cuadraba ala perfección.

-¿Como tienes la pierna?

Taehyung hizo un esfuerzo por sonreír. Le había salido un horrible moratón en el muslo, pero estaba agradecido. Podría haber sido mucho peor.

-Bien. Apenas me duele.

La sonrisa de el se desvaneció cuando se miraron a los ojos en el espejo.

-Oh, Tae...-dijo. Debió de ver en su expresión algo de la pena que el había sentido, porque sus ojos de repente reflejaron su misma tristeza.

Le apretó los hombros.

-Yo también lo echo de menos, amor. Todos los días.

Inclinando la cabeza para mirarlo, Taehyung sonrió con tristeza. Jungkook era la única persona en el mundo que comprendía su perdida. El también se había quedado sin su esposa. Eunyeong había muerto al dar a luz a su hijo, dos años después de la batalla. Aunque sabia que Jungkook la había amado, el casi nunca hablaba de ella.

Unexpected Changes (HopeV/KookV)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora