vida ajena

ME PERFORA LOS HUESOS

La noche se me pasó más lenta de lo habría imaginado. Levantarme con la luz del día es algo que siempre odiaré. ¿Por qué no hay persianas? Me pongo las zapatillas y bajo a desayunar. Veo a mi padre sentado en la silla que hay detrás de la encimera, leyendo el periódico de hacía unos pocos minutos debía de haber dejado el cartero delante de la puerta de la entrada. Levanta la cabeza y me ve.

-Buenos días, cielo —me dice con una sonrisa.- Aquí tienes tu desayuno, come rápido que hoy no te llevo yo —siempre tan amable él. Cuando dice "el primer día" se refiere solo al primero.

-Vale, en dos minutos me verás salir por esa puerta —le digo mientras cojo otro taburete y me sirvo lo que quiero.

Acabado, meto el plato en el friegaplatos. Subo las escaleras lo más rápido que puedo, entro en la habitación, y me dirijo a coger el uniforme. Levanto los brazos y meto la cabeza por el agujero de la camiseta. Me siento y me voy poniendo los calcetines amarillos. Doy un brinco, cojo la falda, me la subo por las piernas y me subo la cremallera del costado. En dos minutos ya estoy preparada. Hago la cama lo más mal que puedo, cojo la mochila y salgo pitando de mi habitación. Las escaleras me juegan mala pasada, y en las últimas he de saltar si no quiero rodar por ellas. El salto lo hago desde unas cinco más arriba antes de pisar el suelo. Dudaría un momento en si estoy viva o no. Pero cada vez voy notando más los pies, me pongo firme y hecho a andar hacía la puerta sabiendo que mi padre tiene los ojos como platos después de haberme visto hacer lo que acabo de hacer.

Al salir, la brisa me da en la cara, un escalofrío me recorre todo el cuerpo, se me pasa un pensamiento por la cabeza de ir o no a por una chaqueta, pero mientras pienso en ello mis pies caminan por si solos y ya he recorrido casi dos manzanas. El cole no está lejos por suerte. E menos de diez minutos he llegado.

Cruzo los pasillos corriendo. Llego al aula, me peino los pelos sueltos de la coleta y me coloco detrás del hombro la mochila. Entro y más de diez caras solo me miran a mi cara, a mi pelo revuelto y a mis calcetines rozando el suelo, se me han debido bajar mientras corría. ¡Qué vergüenza! Miro hacia delante y me encuentro con la mirada de Lucas, me sonríe y le devuelvo el gesto tan cariñoso. Me siento en mi pupitre, a mi lado tengo a una chica, no recuerdo su nombre. Sé que no tenemos las mismas optativas, no porque hayamos conversado y me lo haya contada, sino porque sacó la agenda y pude mirar de reojo sus asignaturas. Es muda hasta decir basta.

Suena el timbre, guardo mis cosas en la taquilla. Cuando me giro ahí está él, en el fondo de la clase mirándome. No sé si acercarme, si me acerco seré yo quien dé el paso. Pero por otro lado, dudo que el se acerque a mí. Ms palabras retumban en mi cabeza cuando lo veo a dos pasos de mí. Tiene su propio encanto, no sé qué le encuentro a este chico tan sencillo, pero no puedo apartar los ojos de su cara. Tiene un pendiente, ayer no lo llevaba y un tatuaje en la parte superior del brazo, ya que se puede ver a través de su camiseta blanca,  además que se asoma un poco por lo alto de la camiseta. Me dedica una sonrisa.

-Veo que has llegado sana y salva, tendrás retraso seguro, pero estás aquí —se pasa la mano por el pelo.

-Sí —le digo sonriendo.- Mi padre no me ha traído y me ha avisado a 10 minutos antes de salir, y a mi paso tardo un poco más de lo normal.

-Somos vecinos, llámame en caso de emergencia te dije, y no lo has utilizado. Ese es un caso de emergencia. Mañana te paso a buscar —no puede ser tan amable, a este paso, en menos de dos días no lo veré como un simple amigo.

-Está bien, tampoco quiero abusar de las llamadas de emergencia.- Le digo con una amplia sonrisa escondiendo detrás de ella la vergüenza.

-No abusaras nunca, y cuando lo hagas, ya te lo diré, no me importa pasar a buscarte.- Es demasiado amable. Lo conocí ayer e intercambiamos unas palabras, eso fue todo. Pero supongo que nunca va mal tener un amigo. ¿Será solo un amigo?