Capítulo 9.

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—¿Qué? —Dijo Louis, y yo noté cómo se tensó a mi lado.

—Que no quiero que me olvides —Respondí en un susurró— No sé por qué, ni quiero saberlo, pero no quiero que te olvides de mí.

—Pero tengo que hacerlo, Val. Tú misma lo dijiste.

—También se supone que yo debería llevar ya tiempo en el infierno y mírame —Reí.

—Te besaría ahora mismo, Val.

—Probablemente te llevarías un buen golpe —Dije, enterrando la cara entre las manos para ocultar que me había sonrojado y mi sonrisa idiota.

—Algún día —Aseguró Louis, guiñándome el ojo.

"Sí, bueno" Pensé. "Algún día podrías tratar de besarme si no fuese por el pequeño detalle de que estoy muerta".

Por una vez, mis pensamientos sobre mi propia muerte dejaron de ser sarcásticos. Estaba triste, lo estaba de verdad. Y estaba empezando a pensar que yo podría haber tenido una vida bastante feliz de no haberme suicidado.

Pero ya era tarde para lamentarse.

—¿Te pasa algo? —Preguntó Louis, con un tono de preocupación en la voz.

—No, Lou, no te preocupes —Le aseguré, añadiendo a mis palabras la sonrisa más falsa que fui capaz de esbozar en ese momento.

Justo en este momento noté un peso sobre mi hombro y me giré sobresaltada solamente para ver a Edward sentado a mi lado, sonriendo y lanzando su mirada de mí a Louis y de Louis a mí.

—Hola, Ed —Sonreí.

—¿Ahora también hablas sola, Val? —Rió Louis.

—Aunque no te lo creas, Lou, a mi lado hay un amigo. Se llama Edward, y también es... bueno, como yo —Expliqué.

—Lou —Repitió Edward, burlándose del apodo por el que había llamado al castaño.

—Oh, cállate, Edward —Gruñí— ¿Qué estás haciendo aquí?

—Madame. Me he enterado de que ella estará fuera de la ciudad por unos días. Si quieres verla, va a tener que ser ya.

—¿Ahora? —Protesté— Me lo estaba pasando bien y tuviste que venir a arruinarlo, tú maldito idiota.

—Sí —Dijo Edward— Ya sé que tuve que venir a arruinarlo. Me di cuenta por la escena tan romántica que encontré, Valerie.

Bufé y agaché la cabeza, sonrojada, y al instante noté como unos dedos me rozaban la cara, aunque el tacto no se sentía real, por lo que supe que era Louis.

—¿Te está molestando ese amigo tuyo? —Preguntó suavemente y oh, por favor, qué dulce podía llegar a ser el muy imbécil.

—No, Lou, él es... como mi mejor amigo. Solamente vino a decirme que tengo que acompañarlo a un lugar. ¿Te importa volver solo? —Pregunté.

—No te preocupes, Val. Estaré bien —Sonrió— Voy a aprovechar para recoger a mi hermana de su entrenamiento.

—Genial... Gracias por traerme aquí hoy, Lou. Ha sido genial.

Le regalé una última sonrisa y desaparecí de allí con Edward.

En una milésima de segundo, estábamos cerca de la caravana de Madame.

—Bueno, vamos allá —Suspiré, agarrando con fuerza la mano que Edward me estaba tendiendo.

Llegamos hasta la puerta y, antes de que me diese tiempo a hablar, ésta se abrió, dejando ver a la persona que buscábamos. Esa vez me fijé más en ella. Tenía los mismos rasgos que Louis, cualquiera que lo conociese y se fijase un poco se habría dado cuenta de que esa mujer tenía algún parentesco con el ojiazul.

Almas perdidas. |L.T|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora