Capítulo 8

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D.


Observa las distintas opciones para el almuerzo intentando ignorar a la chica detrás suyo, pero es difícil hacerlo cuando el aroma a menta sigue inundando sus sentidos y no es que sea demasiado fuerte, solo es más consciente de el ahora — ¿Qué vas a querer?– Pregunta al mismo tiempo que gira la cabeza para ver mejor a la peli-azul, el alfa alza una de sus cejas y le regala una pequeña sonrisa, el brillo en los ojos aceituna no disminuye y odia que sea tan -aparentemente- consciente del efecto que le produce.

— No lo sé., ¿Me recomiendas algo?– Pone los ojos en blanco ante el tono burlón y vuelve a observar a la encargada que mira con diversión su intercambio — Solo te estoy invitando el almuerzo, no voy a pedir por ti.– Levanta la tarjeta para que la más baja pueda verla y sonríe al sentirla acomodarse a su lado — Un plato de pasta Carbonara y un jugo de frutilla, por favor.

— Todo se ve tan bien.– El ángel se queja y aunque tiene razón agradecería que dejase de perder el tiempo — Sí, pero elige ahora o nos van a echar de la fila.– Señala con la cabeza a los chicos que esperan detrás de ambas y la mayor sonríe avergonzada mientras sus mejillas se tiñen de un lindo color rosa., si fuese cualquier otro momento tal vez se habría permitido apreciar mejor su reacción.

— Pasta Carbonara y juego de naranja, por favor.– Se hacen a un lado para esperar por las bandejas sin estorbar a nadie y un incómodo silencio se extiende entre ellas cuando ya no tienen nada más que hablar.

— Supongo que esto paga mi deuda, ¿No?– Pregunta sin voltear a verla y tampoco necesita hacerlo para saber que está haciendo un puchero — No, invitarme el almuerzo implica que te quedes a comer conmigo, no seas grosera.– Frunce el ceño y se cruza de brazos antes de mirarla, sabe que está bromeando pero es desconcertante porque hasta hace poco no tenían la confianza suficiente para hacerlo. Ni siquiera le molesta lo que María José insinúa.

— ¿Y planeas quedarte a comer en silencio? Porque no tengo ganas de hablar contigo.– Si fuese alguien más, algún desconocido al azar o simplemente cualquier otra persona, no habría respondido de la misma forma, tal vez ni siquiera habría volteado en su dirección.

No quiere pensar en porque es tan fácil bajar sus muros alrededor del alfa o en la extraña pero agradable sensación que envuelve su pecho siempre que están juntas, no quiere profundizar en nada que tenga que ver con ella porque quizá las respuestas no le gusten., las cosas están bien ahora, no necesita complicarlo más.

— ¿Qué? Ey, no, si vamos a almorzar juntas al menos podemos intentar conocernos.– Cuando va a responder la encargada las llama para que reciban la comida y ninguna dice nada mientras caminan en busca de una mesa libre, lo que definitivamente vuelve todo un poco más incómodo.

Puede notar las miradas indiscretas y las preguntas sobre ambas, pero no le importa, tampoco puede hacer nada por callarlos cuando es obvio que volverán a chismosear en cuanto no estén a la vista.. A veces no entiende porque es tan importante para ellos opinar sobre su vida. Ni siquiera la conocen realmente, pero parece tan sencillo decir que saben porque hace cada cosa.

— ¿Nos sentamos ahí?– Majo señala una de las mesas que se encuentra lejos de la entrada y hay un par de personas que también voltean en la misma dirección — Está bien.

— Para no querer estar conmigo no estás poniendo mucha resistencia.

— Tengo hambre, Garzón. No intentes agotar mi paciencia porque te advierto que va a salir muy mal.– Ignora su sonrisa burlona para tomar asiento y frunce ligeramente el rostro cuando la diversión del ángel la golpea, literalmente, en todos los sentidos — Estoy taaan asustada.

Angel and Demon || CachéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora