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Aproximadamente eran las 2 de la mañana. Hora en la que Galliard abrió los ojos despacio gracias a un pequeño dolor de cabeza que sentía. Se llevó la gran sorpresa al notar la presencia de Ava en su habitación, específicamente en su cama con la cabeza del chico sobre sus muslos y una de sus manos entre su cabello. Había quedado dormida gracias a la agradable sensación que sentía estando con él. Y más aún, en silencio sin que se le vaya encima con intenciones de besarla o hacerle algo más.
Lentamente se fue sentando en la cama poniendo en alerta a Zoe que no dudó en abrir sus ojos de golpe.

— Galliard — susurró preocupada. El chico notó el estado de su compañera, sólo suspiró profundo para después tomar su mano — Galliard.

— Aquí estoy. Me acabo de despertar — respondió también en susurro. Ava suspiró y asintió.

— No le digas a tu mamá que me tomé el té que ella te sirvió — comentó sonrojada de vergüenza. El chico sonrió.

— No hay problema, tampoco es como que tenga hambre o sed.

— Pero debes ingerir algo.

— Agua — miró directamente a los ojos verdes de la chica.

— Claro. Yo te la traigo.

— Gracias.

Se levantó lentamente de la cama aún sin soltar la mano del chico. Aprovechó él para tirar de su agarre y atraerla a sus labios besando cada centímetro de ellos.
El sabor a vino aún estaba en los labios de Galliard, siendo tan adictivo para Zoe ya que ese vino era su favorito. Simplemente se dedicó a besarla, ni siquiera a tocar alguna parte de su cuerpo, la agradaba sentir sobre sus labios la suave textura de los labios de la castaña. Después del vino tinto, los labios de Ava eran su sabor favorito.

— No tardo — dijo sobre sus labios. Galliard sonrió.

— Te espero.

Salió de la habitación en dirección a la cocina. Con mucho cuidado, sin hacer ruido, tomó el vaso de la alacena y lo llenó de agua. Subió a la habitación de nuevo cerrando con lentitud la puerta detrás de ella. Le entregó el vaso en las manos que, al ver el agua tan calmada y ligeramente fría, se la bebió de un trago.

— Tranquilo, no te vayas a ahogar — dijo liberando una pequeña risa. Dejó el vaso sobre la mesita de noche —. Creo que me iré a casa.

— ¿Qué? Claro que no — respondió él de inmediato —. Ya es muy tarde.

— No es correcto que me siga quedando aquí. Pensaba irme hasta que despertaras.

— No, Ava, no voy a dejar que te vayas sola a tu casa. Y si no quieres dormir en mi habitación, puedo ir a la sala a descansar y duermes...

— No, Galliard. No lo voy a permitir.

— Tampoco te dejaré dormir en la sala.

— Entonces dame espacio para dormir en tu cama — se dio cuenta de sus palabras, sonrojandose de inmediato —. Ah... Yo... Digo, es decir...

— Ven, idiota — la tomó de la mano para subirla a la cama. La acostó sobre su pecho mientras él estaba sentado —. No dejarás de decir idioteces, ¿Cierto?

— Aprendí del mejor idiota.

En ningún momento, alguno mencionó alguna palabra. Se quedaron mirando a la nada; Ava miraba la pared que tenía enfrente mientras que Porco la veía a ella. Sus párpados, lentamente, iban cayendo y todo gracias al silencio, la agradable sensación y el dulce calor que emanaba la anatomía de Galliard. Lo abrazó con poca más fuerza para dedicarse a descansar. Él suspiró profundo escapandose una sonrisa de sus labios. Ava lo volvía loco; desde colmarle la paciencia con su arrogancia o con su carácter, el desear tenerla debajo o sobre él entregando su alma entera hasta cuidarla de cualquier mal.

Love Dive; Porco GalliardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora