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Pieck durmió a su lado después de que el llanto de Ava no cesara. De verdad adoraba, amaba incluso deseaba a ese chico. Al portador del Mandíbula. Lo deseaba en todos los aspectos.
Sabía que este asunto era sólo de ellos, que no debía de entrometerse, pero ver llorar a su mejor amiga de esa manera fue el motivo por el cual no iba a dejar pasar más tiempo.

Llegando a Liberio, fue la primera en refugiarse en los brazos de su madre adoptiva. Necesitaba a su mamá más que nunca. Reiner aún no comprendía el porqué Ava y Porco se habían distanciado de cierta forma. Por un momento creyó, que había pasado después de haber estado los tres la noche juntos. Y no exclusivamente durmiendo.

La comida transcurrió bien. Algo calmada, a excepción de los múltiples halagos hacia Gabi después de que les contara su hazaña en contra del tren. Concluyendo que sus primos terminaron el trabajo. También ellos recibieron felicitaciones por su gran labor.

Todo estaba marchando bien. Hasta que tocaron el tema de la Isla Paradis y su misión de hacía 5 años. Mintió diciendo que se sentía un poco mal de la cabeza gracias a la resaca. Ni siquiera tomó un vaso de cerveza esa noche. Después de despedirse, se marchó a su casa. O eso tenía en mente hasta que sus pies comenzaron a avanzar hacia otro destino.

La plaza estaba sola, afortunadamente, así ella podía mantenerse tranquila.
Vagos recuerdos llegaban a su cabeza, pero ella los eliminaba de su mente respirando profundamente. Mientras que ella observaba la fuente que tenía enfrente, otra persona la observaba a ella desde lejos.

Las horas transcurrían, el ocaso estaba a punto de hacerse presente. Presentía que no estaba bien, que no había ido a su casa. Aún así, quiso asegurarse de que se encontraba ahí. Tocaba la puerta y no recibía respuesta, por lo cual, fue a buscarla. El primer lugar que creyó que estaría sería en la casa de Pieck, pero no iba a ir a buscarla ahí ya que no era su intención molestarla o preocuparla.
Pasó por la plaza, logró verla a los lejos sentada aún mirando la fuente. El sonido del agua cayendo sobre la pequeña laguna que se formó en la base de la fuente lograba llevarla a un estado de relajación puro, donde no conocía más que el silencio. Pudo verla tan tranquila sobre la banca, así que se limitó a sentarse a su lado sin hacer ruido alguno. Ni aún así pudo distraerla.

— ¿Sabés? A veces... Desearía haberme quedado en Paradis aún sabiendo las consecuencias.

Su timbre de voz era relajante, tanto así, que también pudo relajar a Reiner. Este, liberó un gran suspiro.

— ¿Qué pasó con Porco y tú?

— Nada importante.

— De un día a otro dejaron de hablarse. ¿Eso no es importante? — negó. Él suspiró — Te hizo daño, ¿Verdad?

— No sé qué pasó ese día... Simplemente... Me dijo que no podíamos estar juntos.

— ¿Discutieron?

— No. Me lo dijo sin razón aparente. Le pedí alguna explicación pero no me la dio.

— Bien. No me voy a meter en esto porque es asunto de los dos. Sólo te pido que, cuando te sientas mal, puedes venir conmigo. Sabes que jamás te dejaré.

— Lo sé. Y lo agradezco bastante, Reiner.

— ¿Quieres ir a casa? — preguntó después de minutos de silencio. Ava asintió.

[...]

Liberó un bostezo mientras subía las escaleras. Aún tenía algo de sueño.
Esa pesadez que sentía se la pudo quitar gracias a una persona que estaba en el pasillo apoyada en el suelo con sus manos y rodillas. Gritó asustado mientras dio un brinco.

Love Dive; Porco GalliardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora