15: Laberinto de Memorias

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Nadie pudo saber lo que pasó exactamente. Por supuesto, ocurrió una paradoja cuando Mateo golpeó a su contraparte de otra época, sin embargo, nadie sabía cómo describir a la perfección ese supuesto suceso paranormal. Mateo del presente se encontraba en un espacio oscuro, aparentemente infinito, sin rastros de civilización ni de vida portadora de cualquier clase de intelecto. Matt había despertado de la contusión que había recibido al llegar a ésta dimensión. No podía percibir más que el oscuro ambiente del que provenían sonidos extraños en un tono rítmico y ascendente. Al cabo de unos segundos, el ruido cesó repentinamente, ésto de alguna manera ayudó a que Mateo pudiera ser consciente del contacto de sus pies desnudos con el suelo. Sus zapatillas habían sido desprendidas de sus pies, al igual que sus calcetines. El piso tenía una textura similar al porcelanato, y del mismo parecía estar desprendiéndose un material que lucía como la arena debajo del mar. Ésta ascendía, y Mateo seguía la misma arena con sus ojos, hasta que una luz azul se reveló sobre él. Al mirarla, el entorno se volvió salvaje sin previo aviso, pues una manada de ballenas había pasado a gran velocidad a muy pocos centímetros de tocar su cabeza.

No, Matt no se encontraba debajo del mar, lucía muy parecido, pero no era posible estar ahí, el suelo era completamente plano, el agua podía percibirse a simple viste pero se podía respirar como en la superficie, no habían otros peces, no habían algas, corales, ni nada relacionado al ecosistema marino, a excepción de la arena y unas cuantas rocas. Mateo se puso a espiar a su alrededor con esperanza de encontrar un camino que recorrer, y después de dar varias vueltas encontró... Algo que se podría considerar una puerta, sólo que ésta no tenía una manija ni estaba conformado por un material sólido. De ésta... Entrada, provenía una luz blanca, y su contorno era una luz azul que se movía al igual que las ondas de agua. ¿Había otro camino? No. ¿Estaba seguro de que seguiría vivo del otro lado? Tampoco. Aún así, se animó a cruzar éste portal, impulsado por el deseo de librarse del miedo que recorría su espina al seguir presente en el oscuro fondo del océano.

Un paso... Dos pasos hacia adelante. La luz era tan intensa que apenas podía resistir abrir los ojos a la iluminación. Mateo, lentamente abrió los párpados. La luz se volvió menos intensa, y se presentó como un sol resplandeciente que habitaba a millones de kilómetros de distancia de la tierra. El alrededor no se encontraba vacío, el sombrío y aterrador abismo marino había quedado atrás como si fuera una habitación paralela. Los edificios eran vistos a lo lejos de la posición actual del jovencito, una gran cantidad de árboles y el pasto en los suelos se hicieron presentes para darle a entender que se encontraba en un lindo parque infantil de la ciudad de Añusoona.

Él siguió caminando, esperando encontrar el camino de vuelta a casa, pero unos lloriqueos llamaron su atención. Matt se detuvo para identificar lo que estaba escuchando. Guiado por el mismo sonido, caminó hasta encontrarse a una niñita pequeña siendo molestada por un grupo de tres niños que eran más grandes que ella. Ellos la tomaban por los cabellos y le lastimaban los brazos haciéndole lo que se conoce como "quemadura india". Al ver que no había adultos cerca, Mateo se animó a ayudar a la niñita. Se fue por el niño que le jalaba los pelos de su cabeza, y decidió empujarlo al suelo. Sin embargo, al tener contacto con ese mocoso, sus brazos lo atravesaron sin tener efecto alguno en su presencia, como si fuera un fantasma que no podía tocar nada ni ser escuchado por nadie.

Mateo se quedó paralizado por la sorpresa. "¡Oigan, oigan, oigan!", era todo lo que podía decir ante la adrenalina del momento. Pero cómo uno se puede imaginar, nadie presente pudo escucharlo. Por fortuna, un cuarto niño llegó a la escena montando su bicicleta y lanzándole piedras a los bravucones.

¡Metanse con alguien de su tamaño! - Gritó el niño.

Los chicos claramente se molestaron, y el más grande empujó la bicicleta derribando al pequeño héroe. Los otros pequeños maldosos tomaron ventaja y se animaron a pegarle al niño hasta que se cansaron y se fueron con su bicicleta.

La Luz de la Luna RojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora