5 (por el culo te la hinco jaja lokura)

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La fuerte lluvia había parado a eso de las 15:45 más o menos, y las nubes se despejaron a medida que iba pasando el día y el brillante sol se dejaba ver. Hai estaba sentado en el pasto verde de aquel campo, le importaba muy poco si su ropa se mojaba. Él estaba feliz de estar allí nuevamente.

Las mariposas estaban volando a su alrededor, habían muchas más que las veces pasadas. Apesar de la tranquilidad que habia en aquel lugar, el asiático sentía una tristeza enorme en su pecho pero a su vez también sentía felicidad. Felicidad al recordar todos sus buenos momentos con el italiano, todas las citas que tuvieron, aquellas noches que ambos se sentaban en el balcón y miraban el oscuro cielo estrellado, o incluso aquellas tardes dónde tomaban café mientras veían la televisión. Lastima que todo eso ahora eran unos simples recuerdos.

La tarde iba pasando cada vez más rápido, todo indicaba que el día se acabaría pronto al igual que muchas cosas más.

Hai se levantó del suelo lentamente mientras miraba las mariposas, se giró y miro el árbol viejo donde siempre apoyaba su espalda cada vez que iba. Las ramas viejas del árbol tenían algunas hojas que estaban apunto de caerse, de una de las ramas colgaba una soga que tenía un nudo dónde dejaba un hueco. El asiático sin mucho esfuerzo escaló el árbol y con cuidado se sentó en la rama más firme para luego tomar la soga.

Un montón de recuerdos le azotaron su mente, con lágrimas en los ojos y una leve sonrisa en sus labios metió su cabeza en el hueco que había formado el nudo de la cuerda.

— ¿Sabes que te amo más que a nada, veldad?

— Lo sé, Hai, lo sé. Yo también te amo mucho, mi chinito.

Las palabras del italiano sonaban mil veces en la cabeza del asiático haciendo que su llanto se haga cada vez más fuerte. Todo su cuerpo dolía, estaba tan mal emocionalmente y mentalmente que el dolor se volvió físico. Hai solo quería sentir los cálidos abrazos de su rubio, los tímidos besos que este le daba de vez en cuando. Hai quería volver a verlo otra vez, quería sentir su toque, escuchar su voz, ver sus azulados ojos como el cielo, su rubio pelo como el amarillo de un girasol. El asiático solamente quería tener a su rubio nuevamente con él, a su lado sin más dolor, sin más sufrimiento.

— Amor, ¿Te gustan las flores?

— Si, soble todo los gilasoles, me lecueldan a tu cabello.

— ¿Si? Que tierno eres.

— Lo soy pol ti, me tienes más que enamolado.

Enamorado. Hai estaba tan enamorado de una persona que estaba rota, que estaba tan destruido y cansado de la vida. Pero Hai pensó que con su amor podía sanarlo e incluso ayudarlo.

El amor puede hacer muchas cosas, pero sanar a una persona que está tan destruida mentalmente y que sus ganas de vivir son la nada misma, no creo que pudiera sanar aquello, primero que nada uno tiene que amarse a sí mismo antes de amar a otros.

— Solo sientes lastima por mi. Te doy asco.

— ¿Que? Bonito, no siento lastima pol ti, no me das asco. Estoy completamente enamolado de ti, de toda tu folma de sel.

— Mentira, no me amas, nunca me vas a amar, doy asco, nadie me quiere. Nadie quiere a una persona que quiere morir, que no quiere vivir.

— Yo si te quielo. Yo si te amo.

Quizás Toni nunca entendió que Hai nunca sintió asco de él, que nunca sintió lastima. Que Hai lo amaba con todo su corazón, con todo su ser. Lo aprendió a amar de todas las formas y el italiano siempre puso en duda aquello, cosa que destruía poco a poco al pelinegro.

El atardecer había llegado, el asiático siempre diría que todos los atardeceres eran hermosos, pero aquél aterdecer era distinto, no era como todos los anteriores que había visto el pelinegro. Los colores eran algo oscuros y grises, como si el cielo estuviera triste, tan triste que ni un color mostraba.

— ¿Sabes que? aveces agradezco tenerte conmigo pero toda tu compañía no es nada con el sentimiento de soledad que siento.

— Plometo que plonto ese sentimiento se va a il. Estale pala ti siemple. Te amo.

— Gracias, Hai, gracias por todo lo que haces por mi.

— No agladezcas, mi vida.

Aquella fue la última vez que estuvieron juntos. Hai soltaba pequeños gritos de dolor al recordar ese día, si solo no se hubiera ido. Si tan solo no hubiera dejado a su rubio solo. La culpa siempre los consumió desde la muerte del italiano.

Hai miro la soga que tenía en el cuello y miro el cielo, una sonrisa leve se asomó en sus labios al ver cómo una mariposa con manchas azules se apoyaba en su nariz. Pero tan pronto la mariposa de apoyó, tambien se fue volando gracias al brusco movimiento del asiático al dejarse caer quedando colgado en la rama del viejo árbol. El pelinegro ni siquiera hizo el intento de quitarse la soga al sentir la falta de oxígeno. El cuerpo del asiático se relajó por completo al pasar los minutos.

La noche apareció, ninguna estrella se dejó ver, y la bella luna que fue testigo del hermoso amor que sentía Hai hacia Toni, no se dejó mostrar más que su mitad.

Hai antes de dar su último suspiro, lo entendió, entendió que no puedes sanar a alguien con amor, por muy puro que sea, no puedes. No puedes luchar con los demonios que tiene una persona en su cabeza solo porque le amas.

Si morimos pronto, espero que nos encontremos y pueda amarte tanto como tú me amas. Lo siento, lamento que tengas que sufrir por mi culpa, lamento que tengas que lidear conmigo y mis putos problemas. — Toni le hablaba a una foto donde aparecía el asiático sonriendo mientras le miraba. — Te amo, pero lamento decirte que no con la misma intensidad que tú. Sé que sufres por mi culpa, sé que llorar a escondidas porque piensas que tu amor no es suficiente para mi, lamento hacerte dudar del amor tan puro que me tienes, lamento mucho no decirte todo esto en la cara, pero sabes que soy cobarde. — Las últimas palabras que el rubio le dedicó a una foto del asiático, las palabras que Hai nunca escuchó. Los lamentos que se dijeron muy tarde.



𝐛𝐮𝐭𝐭𝐞𝐫𝐟𝐥𝐲; 𝐇𝐚𝐢 𝐱 𝐓𝐨𝐧𝐢 (𝐡𝐚𝐧𝐢)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora