Uno: la cortesía de una invitación.

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Capítulo uno

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Capítulo uno.

Arianna Beckett
2 de febrero, 2017

Últimos diez minutos de un turno de treinta y seis horas seguida, Alaska Carter está parada a mi lado con la energía a tope, aunque haya realizado el mismo turno. Cada poro de su cuerpo desborda felicidad y energía, mientras habla y habla de su último paciente; ignoro las palabras aceleradas llenando el último formulario de un paciente. Lo único en lo que puedo pensar en este momento es en un café cargado, una ducha con agua fría y una cama acolchonada para dormir las horas faltantes al siguiente turno. Es lo único que deseo.

Alaska se queda en completo silencio, mirando a alguien por encima de mi hombro, su rostro se llena de curiosidad. Observando a detalle a la persona que se encuentra callada y golpeando su pie contra el suelo detrás de mí.

—Doctora Beckett—murmura la voz colocándose al lado de Alaska, quien aún sigue mirándolo con atención. Y sus labios luchan por permanecer cerrados.

—No doy consejos, novato—aclaro cortando su petición—si tienes algo que preguntar busca un libro y si es un paciente dilo rápido—ordeno cerrando el formulario y pasándoselo a una enfermera, quien asiente llevándoselo.

—No es ninguna de esas cosas, doctora Beckett—murmura casi en un hilo de voz. Alzo la vista, dándome cuenta de que es un residente de cirugía de último año, un especialista bebé. Asiento caminando hacia el lado contrario donde se encuentra el residente.

—Entonces no hay nada de qué hablar—farfullo finalizando el tema, ignorándolo—hasta dentro de unas horas, Alaska—ella asiente mirando aun al residente de cabellos claros.

No tengo la menor duda que ella lo ayudara, Alaska es la persona más bondadosa en este lugar; le gusta servir a los necesitados. Tiene esa vena latente de héroe en ayuda de los desamparados, algo que no comparto en lo más mínimo. Abandono las instalaciones del hospital saludando a dos de mi grupo, los cuales apenan están iniciando su turno; este es el último año que los cuatro estaremos juntos, en este tiempo nos hemos ganado la reputación de los intocables.

No es que me guste mucho el título, pero es bueno ser reconocido por nuestras cualidades en la cirugía. Claro está, que nuestros apodos individuales dejan mucho que desear, comenzando por la problemática de Nahia Cross y el engendro de Bastián Dixon.

Observo la punta del sobre de manila marrón que sobresale debajo de la puerta de mi apartamento. No hay letras en el costado o algún número que identifique al destinatario y al emisor, igual que en los otros que llegaron antes que este. Se encuentra sellado, escondiendo con infinito recelo su contenido. Suspiro agarrando el sobre sin interés, sin querer ondear en las posibilidades que esto significa; entro al apartamento, tirándolo a la mesa, ignorándole como las demás cartas que me han llegado a lo largo de los años. Uno más a la fila no hace la diferencia.

Los intocables Nothwert (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora