Solo (I)

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La lluvia lo sorprendió de regreso a su cabaña, justo en medio del bosque. Comenzó como una pequeña brisa acompañada de un viento helado, pero a los pocos minutos se convirtió en una fuerte tormenta, cuyo viento mecía peligrosamente a los árboles más altos, mientras dejaba caer grandes gotas de lluvia acompañadas de granizo del tamaño de una pelota de pimpón; lo que impedía escuchar algo más que los pensamientos propios y que hacia imposible ver más allá de medio metro de distancia.

Por suerte para Robert que su cabaña no quedaba muy lejos del arroyo del bosque, del cual regresaba después de haber capturado a su cena, dos carpas de tamaño mediano.

Se detuvo un momento para acomodarse la red con los peces a su espalda, y para desenvainar un machete algo oxidado pero con mucho filo. Volteo en ambas direcciones y sin pensarlo mucho se echó a correr, apretando el mango del arma lo mas fuerte posible. Pronto comenzaron a caer los primeros de muchos relámpagos, lo que hacia que Robert aumentara la velocidad un poco nervioso. En teoría la tormenta en si no era lo que le preocupaba, lo que le inquietaba era lo que el estruendo de esta podría atraer.

Habían pasado cerca de seis meses desde el "incidente", y desde ese tiempo Robert no había vuelto a ver o saber de otro humano, por lo menos no a uno vivo o que no fuera un caníbal. Desde que comenzó todo estuvo en algunos pueblos y en una ciudad pequeña, buscando suministros y nunca se había cruzado con otra persona, no había señales de que hubiera alguien mas, salvo el mismo. Lo que le hacia suponer que era el último hombre, sobre la tierra quizás. Nunca había sido creyente de ningún dios o religión, pero debía admitir que lo que estaba pasando era digno del Apocalipsis bíblico. No había duda, el fin de los tiempos había llegado y Robert tendría que enfrentarlo solo, cuestión que hacia más difícil su situación.
« si tan solo hubiera alguien más, quien sea, todo sería más fácil» pensaba a menudo. Estar solo en el infierno era un peso agobiante para el y hacia aun más insoportable sobrevivir.

Faltaba poco, unos cuantos metros más y estaría de nuevo en la seguridad de su cabaña
Pero entre el estruendo de la tormenta percibió un sonido que lo sorprendió de manera sobrehumana, y que lo inmovilizó en su sitio, aquel ruido se había escuchado demasiado cerca, cálculo que a su derecha, a unos 50 metros, entre un espeso follaje de unos árboles bajos, el cual se agitaba con violencia.

Robert se acercó con cautela, apuntando con el filo de su machete al ramaje que se movía. De pronto el movimiento ceso. El joven se quedo en su sitio, expectante de lo que sucediera a continuación y listo para reaccionar ante cualquier cosa a tiempo. Fue entonces que lo volvió a oír, a ese ruido tan peculiar...

El estruendo de un disparo.

Tumbas rotas: el diarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora