Solo (III)

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- y ahora que, ¿te convertirás en uno de ellos

- me temo que si

- ¿cuando?

- no lo se- admitió cabizbajo. Se acomodó sus vestimentas y procedió a explicarle a Robert mientras se cruzaba de brazos

- no hay manera de saber cuando me convertiré, por que el virus reacciona de diferente manera en cada persona

» he visto a algunos transformarse en unos minutos, otros han tardado horas y algunos más hasta días o semanas. Supe de un hombre que resistió tres semanas antes de convertirse. Por otro lado también tuve la desagradable experiencia de ver a otro sujeto convertirse en apenas unos segundo después de haber sido mordido

- ¿sabes por que ocurre así?
Max negó con la cabeza

- si no te importa me gustaría estar solo un momento- pidió Max

- si claro, si necesitas algo...- no término la frase, ¿que podría ofrecerle a aquel hombre?, cuando su "muerte" próxima era ya un hecho y cuya esperanza se había desvanecido

Robert cerro la puerta antes de salir de la habitación y se dirigió hacia la cocina, tomo una silla y la acomodo de tal forma que el quedara sentado de frente a la ventana. Esta le dejaba ver el exterior con lujo de detalle, a través de la ventana observo al bosque, el cual estaría sumido por completo en tinieblas, de no ser por la débil luz que brindaba la luna llena; esta luz junto con la espesa neblina que envolvía el área, le daban al bosque una extraña tonalidad azul, opaca y fantasmagórica. Robert agradeció contar con su cabaña, en especial para esa tétrica noche.

Después de enterarse de la situación de Max, Robert se encontraba abatido y en cierta forma decepcionado; justo cuando las cosas parecían mejorar con la llegada de Max, todo se torcía de nuevo al arrebatarle la esperanza, de la misma forma inesperada que como había llegado. Robert comenzó a cavilar en torno a estos pensamientos mientras apoyaba su rostro en una mano, y se entretenía observando el exterior...

- oye chico, ¡despierta!, vamos niño...- le urgía Max
Robert entre abrió los ojos y trato de enfocar la fuente del llamado

- ¡diablos Max!, ¿qué te ocurre?- pregunto asustado y ahora completamente despierto

- mi tiempo se acabó- logro hablar entre jadeos. Decenas de gotas de sudor resbalaban por su ahora peligrosamente pálida piel. Sus pupilas estaban demasiado dilatadas, los ojos de Max, ayudados de las tinieblas, parecían dos orbes completamente negros, a los cuales rodeaba un halo rojizo. Sangre

- dijiste que querías ayudarme- tosió- aún puedes hacerlo- saco una daga de su bota y lo puso frente a Robert- esta es mi daga favorita- la acarició como si de algo muy delicado se tratase- cuando deje de respirar debes clavarmela en el cráneo, por favor no dejes que me convierta en uno de ellos- Max comenzaba a temblar involuntariamente- después sepultame junto con mi mochila y lo que hay en ella
Robert se había quedado sin habla

- si, lo haré- acepto aún sin asimilar lo que pasaba- ¿pero la mochila por que es tan especial, que hay ahí?

- lo que queda de mi vida, y quiero irme junto a todo ello- hablo con una profunda nostalgia

•••••••••••


Cinco horas habían pasado de aquello, ahora Max yacía inconsciente sobre la cama de la habitación de Robert; sentado en un banco, a un lado de Max se encontraba el joven con la daga en sus manos, aguardando el momento. Se entretenía observando el arma, de hoja plateada y con un mango negro, sería una daga común si no fuera por la pequeña piedra roja incrustada en este último, la cual simulaba ser un rubí. Otra característica que la hacían única eran las iniciales grabadas en la empuñadura: MM

Robert ya se había aburrido, y tratar de encontrar el significado de las siglas en la empuñadura ya no le entretenía. Fue cuando tuvo la imperiosa necesidad de ver dentro de la maleta de Max, no era solo curiosidad lo que estaba sintiendo, era como una especie de corazonada, la habia sentido desde la primera vez que la toco, cuando la llevó junto con Max a su cabaña, así que después de pensarlo un poco, se decidió y lentamente atrajo la mochila que descansaba a un costado de la cama hacia su persona. Le dedico una mirada de soslayo a Max, y comprobando que seguía inconsciente procedió a deslizar el cierre de la maleta

- no es verdad...- Robert no podía creer lo que había dentro

Tumbas rotas: el diarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora