El diario (I)

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Armas, de varios tipos y calibres, eso es lo que había en la maleta

- con que lo que queda de tu vida ¿eh?- se meso la barba- el hecho de que hayas sido militar no justifica esto... Si es que no me mentiste también sobre esto- pronuncio Robert en voz alta para sí mismo- que pasa contigo- observo a Max- era demasiado decir: lo que hay en la maleta es mi Arsenal privado, pero como voy a morir y no me servirá de nada te regalare unas cuantas armas...

- esto si que es ser egoísta viejo- decía Robert mientras sacaba una a una las armas, hasta que se topó con algo que no era una herramienta bélica- ¡oh vaya! Pero si es... Un diario, ¿es tuyo?- pregunto aunque supiese que nadie le respondería
El objeto en cuestión tenía el tamaño de un cuaderno de forma francesa y el grosor de un libro mediano. Sus pastas eran de cuero y estaban teñidas en un verde oscuro, las cuales tenían trazos abstractos en color plata. El diario ostentaba con letras mayúsculas doradas una sola palabra: DIARIO

Se levantó con el diario en las manos, y fue caminando hasta la ventana de la cocina, para tener un poco de más luz, pues ya comenzaba a amanecer y cielo se teñía de suaves tonalidades rojizas y anaranjadas. Decidió abrirlo desde el principio. Al dar vuelta a la pasta se encontró con una hoja un poco más gruesa de lo normal, de tonalidad sepia, (de hecho todas las hojas del diario eran así). La página habría estado en blanco de no ser por las manchas uniformes de color rojo, que se distribuían aleatoriamente en dicha hoja; parecía que a quien había comenzado a escribir le adviniera de pronto una hemorragia.

- ¿por que no arranco esta hoja?, en este estado es inservible y además le da un mal aspecto a este bonito diario...- ahora que estaba solo de nuevo, Robert ya no tenía que guardar las apariencias y podía volver a sus "hábitos" cotidianos- ¡Ah! ya se, es para darle un estilo más lúgubre ¿no? Muy bien hecho- fue lo que dijo antes de levantar la vista y cambiar de página, pero no llego a ver el contenido de esta, pues lo que vio a través de la ventana se lo impidió: a la luz del recién amanecer vio como varios muertos se movían entre espesura del bosque, y lo peor era que se acercaban a su "territorio"

- ¡maldición!, los disparos de Max debieron atraerlos- debía huir, y debía hacerlo rápido, pues la cantidad de muertos aumentaba considerablemente. Pensó en resistir dentro de su cabaña, pero desecho esa idea un instante después. Los muertos o "rastreadores" como el los llamaba en ocasiones, tenían un súper olfato, así que sabrían mas temprano que tarde que el se escondía allí; además del olfato contaban con una increíble persistencia y no pararían hasta derribar las paredes de su frágil cabaña, sin mencionar que pronto muchos más zombis se unirían a la fiesta que los primeros iniciarán
Cerro el diario de golpe y salió disparado hacia su alcoba, en donde ya tenía su maleta de emergencias lista. Ya se había puesto su sudadera preferida y se encontraba colgandose su mochila, cuando miro a Max y se dio cuenta de que casi se olvidaba de algo

- lo siento, no podré cumplir la promesa que te hice, en primera no te puedo enterrar por que algunos rastreadores nos encontraron, pero no te enojes conmigo que yo no los invite... En segunda tampoco te puedo dejar tu maleta; pues"lo que queda de tu vida" puede hacer la mía más larga. Lo único que puedo concederte es impedir que te conviertas en un caníbal...
Dicho eso, Robert se acerco a Max, saco la daga de su bolsillo, la levanto y cuando se disponía a enterrarla en el cráneo del ex militar se detuvo. Max aún respiraba

Tumbas rotas: el diarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora