ℕ𝕒𝕚𝕧𝕖 𝕒𝕟𝕕 𝔻𝕒𝕞𝕟𝕖𝕕

Capítulo 2: El héroe hueco

Yo solo estoy traduciendo, con permiso del autor original.

El autor original es 'Blotti' en AO3 [Archive Of Our Own]

Enlace del autor original: https://archiveofourown.org/users/Blotti/profile

Enlace de la historia original: https://archiveofourown.org/works/36494269/chapters/91003510

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Falco

Los recuerdos de antes de la guerra eran un revoltijo en la mente de Falco, enredados como una vida completamente separada: gente diferente, en un paisaje diferente, todo era diferente. Cuatro años dentro y fuera de las trincheras constituían ahora un tercio de su joven vida, y la mayor parte de sus recuerdos.

En esa neblina, estaban los recuerdos de su familia, su abuelo, para ser específicos. Cuanto antes eran, más inocentes. Uno de sus primeros recuerdos, a los cinco años, fue ver a su abuelo golpear repetidamente a Colt en varios juegos de mesa hasta que su hermano salió corriendo de la habitación enfadado, Falco riéndose sin parar de la cara de Colt.

Su abuelo parecía tan jovial y amable en ese entonces, bromeaba con su hijo mientras le enseñaba a él y a Colt habilidades valiosas para la edad adulta. Por eso; un año y medio después de ese recuerdo, Falco había sentido un miedo y una conmoción tan paralizantes al tropezar con el departamento de su abuelo para una visita sorpresa.

Estaba de camino a casa después de jugar con Udo en el parque: un día normal, cuando su brazalete aún era de un color marrón opaco y su sonrisa aún no estaba forzada.

Recordó el olor rancio. Recordaba las botellas por todas partes. Verde, marrón, rodeado de manchas húmedas. Sobre todo, recordaba a su amado abuelo, amables ojos marrones que se volvieron negros debido a sus enormes pupilas. El anciano se puso de pie con dificultad y su rostro se transformó de la confusión a la ira cuando Falco lo miró boquiabierto, preguntándole qué estaba mirando, por qué vino sin permiso. Al no recibir respuesta, su abuelo lo golpeó de repente como una víbora, agarrándolo viscosamente del cabello y empujándolo al suelo.

Su abuelo había comenzado a murmurar constantemente, palabras crueles y luego: dolor. El dolor en su trasero lo golpeó como un rayo, haciendo que su pequeño cuerpo se congelara por completo. Entonces otra vez. Otra vez. Otra vez. Una y otra vez, hasta que la brevísima pausa hizo que Falco entrara en acción, alejándose y saliendo del apartamento.

En ese momento, estaba confundido. Su padre tampoco era ajeno al castigo físico, y usaba un bastón para disciplinarlo a él y a Colt con regularidad: un golpe por edad, seis para él y doce para Colt. Su padre tenía cara de piedra mientras lo hacía, lo que les hizo disculparse por su error después de guardar el bastón y luego volver a la normalidad. Era un castigo normal, aunque un poco duro, según los estándares de Liberio, y muchos residentes lo veían como una disciplina común para los niños. Falco también sabía que su abuelo hacía algo similar a su padre en términos de castigo. Sin embargo, a pesar de esto, uno solo de los golpes de su abuelo fue peor que cualquier castigo de su padre. Falco no podía comprender por qué era así en ese momento, pero era aterrador.

La próxima vez que vio a su abuelo, el anciano le había comprado un oso de peluche. Mientras Falco agarraba vacilante el nuevo juguete, el hombre se disculpó con él amablemente y le prometió que no volvería a suceder, y como no volvería a suceder, no necesitaba contárselo a nadie. El gesto confirmó la sensación de Falco de que ese castigo era diferente, incorrecto, de alguna manera. Sin embargo, Falco le creyó, sabiendo que su abuelo no le mentiría.

Tal vez solo fue diferente por esas botellas y ese olor extraño. Mientras eso se mantuviera alejado, su abuelo volvería a ser amable.

A pesar de esto, el animal de peluche yacía debajo de su cama, intacto. Cualquier otro juguete había sido precioso para Falco. Los cuidaba y jugaba con ellos regularmente, incluso ahora que era demasiado mayor para ellos, todavía los atesoraba e incluso los lavaba al regresar de la guerra. El osito de peluche se convirtió en el primer juguete que descuidó y ahora yacía en un montón de polvo en ese mismo lugar.