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Había pasado una semana desde que el príncipe entro en el bosque y desde que aquél león lo había ayudado a volver.

Esa semana su padre le había permitido descansar ¡Y vaya que si lo necesitaba! El problema viene cuando volvió a su rutina diaria. Timba no quería arriesgarse así que ordenó a Derek que si o si un guardia acompañará a su hijo todo el día, eso se había vuelto una pesadilla para el joven castaño. No importaba que hiciera, ¡SIEMPRE! tenía un guardia tras suyo.

-Le recuerdo que en pocos minutos comienza la lección de comercio su majestad- comento el joven caballero rubio que lo acompañaba, Arthur.

-Si, ya lo se... -respondió sin ganas.

La verdad le cansaba tener un guardia personal, y no porque le desagrada los guardias, si no porque no le permitían salir de su rutina, no dejaban que nadie se acercarán a él y no le permitían ni hablar con un sirviente otro guardia o incluso sus pocos amigos, simplemente irritante para el, y así fue durante unas tres semanas.

-¡Ya no sé qué hacer!- replicó cubriendo su cara con la almohada. Pinky y Víctor se miraron entre sí, ellos eran los pocos amigos que tenía el príncipe y tenían completamente prohibido el hablar con él en el día, ni siquiera siendo la hija del hechicero real o el hijo del capitán de la guardia.

-Ahora si mi padre se paso- mencionó Víctor, recordando que fue él quien dio la orden de que el príncipe no se distrajera con nada mientras veía sus lecciones.

-Tenemos que hacer algo para ayudar, ¡No podemos dejarlo así!- susurro la castaña señalando al príncipe que soltaba unos gemidos parecidos a los de un cachorro triste.

-¿Que se supone que hagamos? Te digo que ser el hijo del capitán de la guardia no tiene muchas ventajas. Además el rey no cambiará de opinión sobre lo del "guardaespaldas"

-¡Agh! ¡No se, vale!- replicó ya algo arta de que su amigo fuera tan negativo -Debemos convencer a tu padre o al rey ¡A alguno de los dos!

Ambos soltaron un suspiro. Y es que hombre la situación de Andrés no solo lo afectaba a el, ¡Sino que a todo el pueblo! Si el reino sufría alguna clase de ataque les faltaría un caballero, estaban escasos de ellos y si uno estaba con Andrés siempre solo atrasaba el entrenamiento de los jóvenes aprendices.

-¿Dónde está ella? Estoy segura que daría siquiera una idea.

-Fue al herrero, creo que hoy le entregaba la lanza que mandó a hacer- respondió el oji-verde -Además, ella daría ideas todas alocadas y sin sentido.

-Si pero nos haría reír.

Se vieron interrumpidos por un golpe en la puerta de la habitación de la chica.

-Disculpe señorita ¿Su majestad Andrés está aquí? Lo estoy buscando- comento la voz de una sirvienta tras la puerta.

-¡Si aquí estoy!- contesto el príncipe todavía con la almohada en la cara.

-Oh! Bueno, príncipe ya está la cena, sus padres lo están esperando y me pidieron que lo llevará con ellos.

-Si, si ya voy- se levantó y peino un poco su cabello para salir de la habitación despidiéndose de sus amigos.

-¡Hay pobre Sparta!- se lamento el castaño -¡Hasta los sirvientes se ven obligados a vigilarlo!

En ese momento una idea llegó a la cabeza de la chica a quien se le ilumino la mirada. Miró a su amigo y este le devolvió la mirada confundido.

-¿Piensas lo mismo que yo?

-Si... pero si no pensara lo mismo ¿Que me dirías?

-agh, solo sígueme Víctor- tomo la muñeca del contrario y lo saco de su habitación.

yo soy... ¡¿UN PRÍNCIPE?!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora