Bienvenidos sean al paraíso, un lugar donde se vive en armonía, donde todo era paz y divinidad, hasta que el falso Rey cayo y con él todas sus mentiras y atrocidades.
¿Que pensarías si te dijera que toda tu vida a sido una mentira? , que es todo...
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El creador retiró su mano delicadamente de su espalda y giró en dirección a la entrada, lo vio avanzar hacia las puertas sagradas que los jinetes aun no habían cruzado y una vez se acercó lo suficiente pudo notar que la diferencia en los tamaños y el aura de grandeza que expedían, no era mucha.
Los miro fija y seriamente,esperando a que fuesen hacia el y ellos, con sus rostros serios y miradas tan frías como témpanos de hielo, bajaron de sus corceles, arrodillándose ante él.
- ¡Bienvenidos sean, de nuevo, al paraíso celestial! – Se le escucho gritar.
- ¡Pueden entrar, el sueño divino por fin terminó y ya están en casa ahora! –
Caminó delante suyo y después de tocar sus frentes, uno a uno , se pusieron de pie.
Astrea examino sus vestimentas y se percaté de que vestían brillantes y pesadas armaduras que empataban con los colores de sus caballos, imaginaba el dolor y el calor que debían sentir al llevar eso puesto, pronto noto que habia comenzado a dejarse llevar yrecupero la compostura, no podía permitirme divagar en una situación como esa, había comenzado a pensar de mas nuevamente y no podía permitírmelo en la situación en la que se encntraba.
El Rey de los Cielos se giró, imponente como siempre , ladeó su cabeza y pudimos observar su rostro en totalidad, usaba una barba de candado perfecta, sus cabellos eran color castaño y su piel pálida cubierta por pecas en todas partes, buscó a su favorita entre la mustitud con su mirada dorada y una vez logró encontrarla, tomo rumbó hacia su dirección.
Caminó hasta quedarse a su lado, con la frente en alto y una enorme sonrisa sobre sus labios, atravesando las puertas del cielo con aquella grandeza que le caracterizaba. Los jinetes le seguían de cerca.
-Ya están aquí querida mía, por fin esta guerra sin sentido va a terminar, pronto podrás volver a deleitarme con tu preciosa y dulce voz, mientras tu hermano toca algún instrumento acompañándote, justo como en los viejos tiempos. - Sus manos fueron hacia sus mejillas y las acarició suave y lentamente mientras le observaba con adoración, ella le sonrio cálidamente dejándose hacer.
Ella era su "única", la favorita entre sus favoritos y eso no era ningún secreto, todos lo sabían y por eso era cuidada, apreciada y respetada por toda la raza angelical.
El creador les contó que los había hecho a todos personalmente, cada uno tiene una apariencia que los identifica, distinguiéndolos y dividiéndolos en las distintas razas de ángeles que existen.
-Astrea, ¿todo está bien hija?- La mirada de confusion que le dedico el Rey la trabo devuelta a la realidad. --Todo está bien padre, mi mente divagó un poco como suele hacerlo siempre, lo lamento. - Solto algo apenada por su conducta frente a los jinetes, no debía ser así, debía comportarse con propiedad y respeto para demostrar que era digna de ser el orgullo del creador.
Él suspiró y sonrió como si nada de eso importase, lo vieron alzar la mirada y el estremecimiento de familiaridad que llegó a sus alas y corazón, le dio avisó de que su hermano estaba cerca.