310 45 3
                                    

El hecho de que la casa Ryomen siempre que fuese y estuviese cumpliendo con su único trabajo, lo había traumado hasta ahora. No es exactamente su culpa, pero se había acostumbrado tanto al desorden de Satonya que podía ocasionar en cualquier momento, casi como si lo hiciera sólo por la existencia de este chico.

¡Vaya!, aunque en estos días que ha estado yendo Getonya junto a Itadori y estuviese tranquilo, Megumi nunca pudo mantener su cuerpo relajado y cada cinco quince segundos volteaba discretamente a mirarlo, a esa bola de pelos blancos que sinceramente son suaves y esponjosos.

Lo único que notaba de extraño era el modo en que Satonya se acercaba a Getonya, incluso comenzaba a sentir algo de pena por soportar a esa cosa catastrófica.

Itadori viene conociendo a este pelinegro desde hace mucho tiempo, por lo que intenta hacer que se relaje, bueno, después de todo lo que le ha contado respecto a su estancia en esta casa bastante amplia y elegante de algún modo, se le ocurrió que tal vez, dejar que Getonya socialice (excusa) sea buena idea.

Antes de comenzar todo esto, Itadori debía convencer a Getonya porque a pesar de tener un comportamiento y elegancia más que admirable, también tenia sus puntos malos, si es que esa es una manera de decirlo.

A Getonya le gusta ser rogado de vez en cuando, por lo que Itadori tuvo que implorar unas cuantas veces hasta lograr que acceda; su premio sería grandes proporciones de carne frito como tanto le gusta, de esos que sólo se le ha permitido consumir cada tres meses, mas un par de juguetes.

Aunque no sea creíble, Getonya hubiese cooperado en esto porque a Megumi lo contaba como alguien cercano. De vez en cuando, este va a visitarlo cuando se le da la gana y sabe que tiene la ventana abierta exclusivamente para él, además de que yendo con Megumi ganaría unas deliciosas croquetas de postre.

Y, bueno, cualquier cosa por Megumi tanto para el dueño como para el gato está bien mientras puedan ayudar.

Entonces, Megumi continúa jugando en su último día que pasara con ellos dos de compañía, desea que tuviese la oportunidad de que en cada una de sus labores en este hogar se encuentren ellos.

A pesar de que no esta completamente relajado, la carga es menos.

Megumi ha perdido y con toda la pesadez de digerir esta derrota, tiene que ir al supermercado. Algo más que debiese mencionar o siquiera reconoce es que Sukuna no es mala persona, hasta donde sabe, de lo contrario no estaría aquí y tendría que comprar comida de su propio bolsillo, pero no sucede.

Por desgracia, le hace sentir culpable de un crimen o de un pecado grave donde debería desaparecer. Eso porque no le había avisado ni ha dicho a Sukuna que ha metido a su casa a alguien ajeno, bueno, ajeno a que el dueño conozca.

Durante todo su recorrido de ida y de regreso le ha sido pesado, no físicamente sino mentalmente al tener la idea presente sobre su padre. Hasta ahora ha superado mucho y esta seguro de que no será menos algún día.

Sin embargo, desea tener la oportunidad de comprar todo aquello que necesita para la preparatoria como es debido, de milagro guarda dinero para lo que corresponde de su certificado, que el próximo año deberá recibir.

Cuando regresa y esta frente a la puerta, toca el timbre despejando sus pensamientos, pero se lleva el susto de su vida.

Sus ojos se encogen y su piel tan pálida, mas de lo que habitualmente se muestra por ser nívea.

El aroma peculiar de Sukuna estaba al otro lado de la puerta, no había duda alguna, no ha manera de que su buen olfato y excelente memoria entre en error, recuerda la esencia del día en que Sukuna se fue.

No hay nada que hacer mas que explicar e incluso, probablemente, implorar por... En realidad, serían muchas razones para hacer, la pregunta es ¿Cuál es más importante? ¿Qué no regañe a Itadori? ¿Qué no lo despida? ¿Qué no sea tan duro...? Más y más se manifiestan en su mente.

No obstante, sale de su trance al escuchar que la puerta rechina al abrirse, los nervios lo consumen lentamente y desea desaparecer en este momento, desea no existir.

Que mas daba, el peor de los casos es enfrentar a su padre, esa era su verdad. Si a alguien debía temer es a su padre por muchas situaciones.

Por lo que, al estar abierta completamente, con dificultad dirige su mirada hacia arriba, su sangre se calienta y se tensa su cuerpo.

Eso nota Itadori, por lo que no duda en acercarse a él y tomarlo de sus hombros para sacudirlo como si fuese un trapo, es que Megumi en ese estado lo ha aterrado, se veía semejante a una persona que acababa de ver un fantasma.

Megumi cuando reacciona por segunda vez, se da cuenta de que esta dentro de la casa con el aroma proviniendo de su mejor amigo.

Sus músculos se relajan con lentitud y camina teniendo a su lado a Itadori, quien lo ayuda a avanzar, hasta ingresar a la cocina para dejar sobre la mesa los ingredientes que fue a comprar.

—¿Qué sucede, Megumi? —cuestiona Itadori con una preocupación que le hace encoger su corazón a Megumi.

¿Cómo fue su reacción? ¿Tan grave fue como para que Itadori se encuentre con ese gesto? Simplemente estaba pensando de más, dejándose tragar por la culpa.

—Estaba confundido, es todo. —Suspira para relajar su agitado cuerpo. —¿Por qué hueles así, Itadori?

—Oh, eso. Hubo un accidente... —Coloca su mano derecha sobre su nuca colocando en su rostro una expresión de lamento. —Lo siento...

Sólo era eso. Tanto Getonya como Satonya habían perdido el control, todo a culpa de Satonya, no hay motivos para cuestionarse quien comenzó o porque, es simple. A lo que posteriormente tiraron del perfume en Itadori, ya que iba tras ellos para detenerlos.

«Pudo haber sido peor...» piensa Megumi antes de comenzar a preparar de comer tanto para ellos como para las bolas de pelos.


A footprint in my heart Donde viven las historias. Descúbrelo ahora