Our Last Days (Seho | Omegaverse)

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Junmyeon respondió tomando la nuca del Beta y uniendo sus labios por afortunada segunda vez.

Un pequeño quejido de sorpresa de parte de Sehun quedó ahogado entre los esponjosos belfos del castaño, que movía con seguridad sobre los suyos. Sus manitos fueron a enterrarse entre los oscuros mechones de su cabello, atrayéndolo más a él, ladeando su cabeza para besarlo con más profundidad.

Sehun correspondió con sus instintivos conocimientos sobre los besos, era el segundo beso de toda su vida.

No fue como el primero, no hubo dolor, ninguno se sentía mal por lo que estaban haciendo, era más como una celebración por al fin aceptarse, dejando de estar ciegos por sus vidas, por su día a día, por todo su pasado, comprendieron desde lo más profundo de sus corazones que era así, que ambos estaban para eso, y era hermoso coincidir con alguien entre todo el universo para amarse como se merecían.

Se separaron para respirar de forma agitada, Junmyeon volvió a refugiarse en su cuello por lo que no vio del todo la sonrisa que el Beta cargaba ni el rubor que se esparcía por su rostro.

—¿Eso fue un sí? —preguntó Sehun con una risa.

Y con una sonrisa tonta, el Omega tomó su mentón y volvió a besarlo, con más suavidad, con más lentitud, separándose pequeños centímetros para respirar levemente, ambos el mismo aire, y para volver a hundirse en las sensaciones de sus labios juntos.

—¿Tu qué crees? —preguntó Junmyeon en un murmullo, contra su boca.

El enfermero no pudo borrar su sonrisa, esperó a separarse y posó sus labios sobre la frente del castaño, dejando un pequeño beso, antes de tomar la temperatura con el dorso de su mano.

—Veo que estás mejor —dijo. — Pero estás muy rojito. Eres un tomate muy lindo, Sehunnie— el castaño tomó sus mejillas.

Junmyeon se quedó un rato acariciando las mejillas del contrario, viendo cada vez como tomaban un color más fuerte, como sus ojitos se hacían más pequeños por la vergüenza y también como el rubor iba ganando terreno a su pálida tez, llegando a cubrir todas sus orejas, sus mejillas y llegando casi hasta su mandíbula. El Beta apretó sus labios, frunció la nariz y cerró sus ojos con fuerza, en un gesto adorable para el menor, y cargado de vergüenza para él.

—B-Basta, J-Junmyeon.

El Omega sintió su corazón comprimirse de tanta ternura, un sonido agudo como de un bebé emocionado escapó de su garganta y sólo pudo abrazar al mayor y apretarlo contra su pecho, de forma inmediata Sehun rodeó su cintura y se dejó envolver con su aroma, fresas, flores y un dulce olor a miel, por la felicidad, comenzaba a inundar el ambiente.

El enfermero sonrió y se sintió a gusto, de una manera que nunca había experimentado en su vida, entre los brazos del castaño, con una mejilla en su pecho y escuchando su corazón latir emocionado. Se sentía como si hubiera encontrado un hueco cálido en un mundo frío, hecho a completa medida para él.

Junmyeon se recostó sobre la cama, manteniendo al Beta en el mismo lugar.

Sehun se dejó descansar sobre el Omega, quién dejaba caricias en su cabello. Ambos sonreían como unos tontos, al pelinegro le estaban encantando los mimos.

—Sehun... Eres en serio muy bonito, ¿lo sabías?

El Beta rodó los ojos, nunca se tomaba en serio los cumplidos y menos en ese momento, él quería un abrazo y estar cómodo

—Podría estar así todo el día —murmuro Junmyeon con una sonrisa amplia, recostó su cabeza sobre la almohada y miró el techo, pero sus ojos estaban mucho más lejos de allí, perdidos en el amor.