Capítulo 8.

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Febrero.

Esa mañana de jueves Sofía tenía educación física. Le gustaba hacer deporte, pero el frío invernal de enero junto a la falta de calefacción en el viejo gimnasio del Laforet le complicaba la situación.

Se colocó un chándal negro, unas deportivas blancas, un suéter negro de cuello alto y una chaqueta polar negra bastante cómoda y abrigada. Guardó una sudadera en su mochila para cambiarse durante la clase de gimnasia y se cepilló el cabello como de costumbre, alisado y con la abertura al medio.

-Sofí, hoy tengo un seminario importante en la universidad y voy tarde, además el proyector no enciende y me he dejado el disco duro portátil en el despacho y... - Escuchó a su padre caminar de un lado a otro desesperado. - En fin, linda, te he dejado dinero para que compres un bocadillo en el instituto y creo que hoy comeremos fuera, no me dará tiempo de cocinar nada. Yo te aviso si tengo que pasar a buscarte o nos vemos en algún sitio. Que tengas buen día cielo - le dio un beso en la frente antes de irse.

La muchacha alzó una ceja al entrar a la cocina y ver que su padre se había tomado la molestia de dejarle una magdalena y prepararle el mocaccino que le gustaba para desayunar. Sonrió internamente, él de verdad se estaba esforzando.

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Otro día y otra vez el mismo problema de no saber cómo arreglarse el cabello. Los mechones rubios de Aria no eran rizados, eran más bien ondulados y rebeldes. Sin darle muchas vueltas decidió secarlo con el secador y dejarlo tal cual, no quería rizarlo del todo ni perder tiempo alisándolo.

Lo secó, lo cepilló y le dio volumen, acomodándose la parte de adelante hacia un lado, sin hacerse abertura.

Ese día había decidido vestirse mucho más casual, poniéndose unos vaqueros negros de tallo alto, unas deportivas blancas, un jersey de cuello alto verde oliva y una chaqueta gris de tela vaquera.

Se maquilló como solía hacerlo, con un delineado simple, abundante rímel, y sombra discreta color café. A diferencia del día anterior, decidió pintarse los labios de un rosa coral suave. Se coloco los pendientes en las orejas, (tenía tres perforaciones en cada lóbulo y el hélix en la oreja izquierda), y un anillo dorado en el dedo medio de la mano derecha.

Tomó su bolso y las llaves de su piso para después irse.

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-¿Tan pequeña, María? Preguntó Sofía.

-Sí, no sé, en plan era mi novio, ¿sabes? -se encogió de hombros

-Ya, pero no sé... ¿A los 13?

-Joder María, es que estabas cría hija -se quejó Esther. -Mira que yo la perdí a los 15 y la pasé fatal...

-Pues a mí no me dolió eh- se carcajeó. -Y eso que el chaval era un basto- rodó los ojos.

Las tres comenzaron a reír, acababan de salir de la clase de gimnasia y estaban en el baño arreglándose para ir a la siguiente clase.

María y Esther eran de las pocas personas que le agradaban en esa clase, desde su llegada habían sido amigables y le habían dado la oportunidad de relacionarse.

La primera era una chica delgada y bajita, con cabello liso y castaño hasta los hombros, con mechones rubios en balayage, tenía ojos negros grandes y un piercing discreto en el lado derecho de la nariz. En general tenía rostro de muñeca y el tono de voz de una niña pequeña. Todo lo contrario a Esther, quien era alta (aunque no tanto como ella), casi dos años mayor que Sofía, con figura ancha y aspecto tosco. Tenía la piel reseca y los ojos verdes apagados, su pelo era negro y su voz rasposa por el cigarro que acostumbraba a fumar, tenía un aspecto varonil e intimidante que de una extraña manera hacía a Sofía sentirse segura.

Sofía (Temática Lésbica)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora