Sofía (Temática Lésbica)

Capítulo 11.

Febrero.

El lunes en la mañana hacía más frío que de costumbre para el invierno y, como cosa fuera de lo común, el instituto Laforet tenía estropeada la caldera de calefacción. Como cosa fuera de lo común en tono irónico, ya que los estudiantes sabían que con cada invierno volvía la misma vaga disculpa de que la caldera estaba estropeada, o al menos lo estaba para el primer y segundo piso del edificio A, ya que en la planta baja del mismo, que incluía la cafetería, dos aulas de clase y la sala de profesores, la caldera funcionaba de maravilla.

Cada día Sofía tenía que escuchar las mismas quejas de sus compañeros sobre cómo las dos clases favoritas del instituto eran las privilegiadas de tener las aulas de planta baja. Entre ellas estaba la clase de Laura y sus amigos, lo que le dio a ella cierta ventaja en un principio, ya que le permitió pasar algunos recreos en su aula con la calefacción puesta. Y sí, solo algunos, porque la tutora de la clase, una mujer llamada Puri (ignoraba el nombre de pila que correspondía al apodo), de unos cuarenta años pero con expresión amargada y voz tosca, la había echado en una ocasión al no pertenecer a la clase del aula en el que estaba. Le resultaba impresionantemente agradable la cordialidad del profesorado del instituto, de nuevo en tono irónico, por supuesto.

Con pasar de los días había optado por obligarse a sí misma a acostumbrarse al clima helado del invierno y al uso de múltiples capas de ropa.

Caminó en silencio desde el edificio C, donde tenía inglés a primera hora, hasta el edificio A donde tenía historia y arte antes del receso. Los pasillos del edifico A estaban a tope, como de costumbre se abrió camino entre la marabunta, ignorando los gritos y esquivando a los chiquillos de secundaria que corrían y se empujaban entre ellos en el pasillo del primer piso, era la peor zona del edificio, en el segundo piso estaba solo bachillerato y talleres de formación profesional, por lo que el tránsito estudiantil se reducía bastante.

En el segundo tramo de escaleras se encontró de frente con Asunción y su asistenta (como había decidido apodarla, ya que el término perrito faldero le resultaba demasiado ofensivo, no quería insultarla aunque fuese de broma), abrió los ojos ligeramente al cruzar la mirada con ella, de nuevo parecía sonreírle con los ojos. Bajó la mirada con vergüenza y se inclinó hacia un lado de la escalera para darle espacio a ambas, Asunción llevaba un fajo de cartulinas de colores y unas acuarelas, la chica iba justo detrás pero sin nada en las manos, que las tenían guardadas en los bolsillos del abrigo verde oliva.

-Hola Asunción- murmuró con un tono más animado de lo normal y subió las escaleras los más rápido que pudo.

-Hola, bonita- le respondió la mujer escaleras abajo. Vio de reojo a la asistenta sonreír ampliamente con la mirada fija en los escalones. Fue entonces cuando cayó en conciencia de una cosa: no tenía idea del nombre de la chica, seguramente se habría presentado el primer día, pero claro, ella estaba haciendo el examen de Felix.

Comenzó a sentirse nerviosa al darse cuenta de que, primero, la había ignorado completamente en su saludo, pudiendo verse como una maleducada ante ella, y segundo, estaba tildando de asistenta a una chica que no solo no sabía cómo se llamaba, sino que ni siquiera había escuchado su voz.

Se sentó en su asiento de costumbre con la mirada pensativa, le estaba dando muchas vueltas a algo que no merecía tanta atención. Lo mejor era averiguar el nombre de la chica y saludarla también la próxima vez que se la topara por los pasillos.

-Pero Carmen, ¿entonces quienes son Elicia y Areúsa?- Escuchó a lo lejos la voz de Javier, otro compañero de la clase.

Sofía se dio cuenta de que se había perdido en sus propias cavilaciones pues Carmen, la profesora de lengua, ya había comenzado a repasar los aspectos más importantes de la celestina, obra que les tocaba leer para ese trimestre.