Parte 1

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—¡Acérquense, que no muerdo! —exclamaba el moreno, moviendo y barajeando las cartas de forma casi hipnotizante con la intención de atraer a los turistas más idiotas.

La gente se acercaba, movidos por sus ganas de saber porqué tanto alboroto por parte de aquel muchacho. Tenía una apariencia casi misteriosa, algo que haría desconfiar a cualquiera a primera vista. Ropas y maquillaje oscuros, capucha puesta y una ubicación alejada del movimiento de las avenidas principales para no ser detectado por ninguna de las autoridades de turno.

Por ninguna excepto Viktor Volkov, claro.

Aquel agente del departamento de estafas había estado persiguiendo al insufrible moreno hace ya unos cuantos días, viendo como, en cada uno de estos, lograba estafar a decenas de ingenuos y cansados trabajadores que pasaban cerca.
Volkov poco entendía cómo la gente podía caer en trucos tan baratos como aquellos, pero es que, realmente, la animada y carismática actitud del artista callejero era como luz para las ilusas polillas.

—¿Cuál es el truco? —preguntó uno de los hombres que había decidido acercarse.

—El de magia, ¿cuál más? Yo vengo a entretenerle, hombre. Buen entretenimiento por cantidades humildes de dinero, ¿a que mola ese trato? —se promocionaba, tranquilo de saber que, si llegaba a perder un cliente, siempre había algún curioso que pagaría por saber cuál era el acto principal. Aquel enpresario no se veía muy convencido por la oferta—. Mira, haremos esto, si no te gusta el truco, te vas y yo me quedo con las manos vacías —aquel hombre de pelo negro oía con atención—. Pero si logro aunque sea impresionarte un poco... me das cincuenta pavos.

A oídos de todos, aquella oferta era una verdadera tontería, cualquiera podría impresionarse y fingir que no lo ha hecho por la simple tacañería que muchos llevaban dentro. Pero aquello era lo que llamaba la atención, porque mientras el empresario se creía mucho más inteligente que el posible chantajista que tenía delante, Horacio (o Hércules, como había decidido que sería su nombre artístico) ya había divisado el reloj marca Rolex que se encontraba apresado su muñeca, el par de gemelos en los puños de su -seguramente- carísimo traje y el teléfono último modelo guardado en el bolsillo de su chaqueta. También se había percatado de muchísimas cosas más (llaves del auto, anillo de casamiento...) pero a Horacio no le gustaba alardear.

—Vale, me parece justo —aceptó el pelinegro y Horacio estrechó su mano, abriendo la baraja de cartas con la otra y creando una rápida distracción para desabrochar el reloj sin ser visto, guardándoselo en el bolsillo de su campera segundos después.

—Perfecto, vamos con uno clásico, elija una carta, cualquiera —mezcló el mazo frente al hombre y mostrándole un par de cartas para que observara que ninguna estaba marcada.

El empresario miró cada una de las cartas frente a él, pensando bien cuál tomar hasta que un "rápido, hombre, que no me estoy haciendo más joven" por parte del supuesto mago, le hizo elegir una al azar. De más esta aclarar que no debía decir cuál es la carta que tenía ahora entre los dedos.

—¿Ya la memorizó o necesita otro milenio más? —se burló Horacio, haciéndole bufar enojado.

—Ya la memoricé.

—Perfecto, póngala donde quiera... —el moreno esparció la baraja por la pequeña mesa que lo separaba del hombre frente a él—, y la carta también —agregó, haciendo reír a más de uno.

Hércules se dió vuelta y su actual víctima de robo (al cual ya también le habia quitado el anillo de bodas y ambos gemelos) colocó la carta donde mejor le pareció.

—Ya —le avisó y Horacio se dio vuelta.

—Anda, ¿así de fácil me la vas a dejar? —el hombre abrió la boca para retrucar, pero el artista callejero fue más rápido—. No, no, tranquilo, que no pasa na', ahora lo arreglo yo —el moreno juntó todas las cartas y comenzó a mezclarlas una vez más—. Anda, que acabo de ver pasar tu carta —le molestó.

𝕊𝕥𝕣𝕖𝕖𝕥 𝕄𝕒𝕘𝕚𝕔 [Volkacio AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora