Capítulo 35. ¿Quién soy?

703 119 3
                                    

Jasper

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Jasper

Nuevamente me salté las clases, una increíble forma de iniciar la semana. Me pasé toda la mañana conduciendo, yendo de un lugar a otro mientras me ahogaba en mis frustraciones con música a todo volumen de fondo.

Chequé la hora en mi celular y vi un mensaje de mi profesora de historia:

«Ven a la universidad a las 5. Quiero hablar contigo».

Ya eran casi las cinco de la tarde, y aunque mi reacción inicial fue ignorar el mensaje para después inventar una excusa, algo me detuvo. Quería hablar conmigo, tal vez despedirme o reprenderme por faltar a la escuela sin justificación, pero quería hablar. Yo necesitaba hablar; llevaba semanas sin hablar con alguien sobre mis problemas, aguantando y tragándome todo. Llegué a considerar hablar con Sally, pero no quise molestarla más cuando lo único que hacía era preguntarle sobre Freya y Levi.

Bajé el volumen de la música y conducí hacia la universidad. Tiré la botella de cerveza en el primer basurero que vi y agradecí que mi hermana guardara caramelos en la guantera del coche. Saque dos y me los comí en un vago intento por eliminar el aliento a alcohol. En general todo yo apestaba. Nunca me había sentido tan impoluto.

Estacioné el coche cerca de la entrada y entré a la universidad, acomodando mi camisa mal abotonada y el cuello doblado. Peiné mi cabello hacia atrás para hacerlo ver decente y, antes de tocar la puerta del aula, vi mi reflejo en un cristal. No quería exagerar diciendo que me veía bien, pero tampoco podía decir que era terrible. La descripción perfecta era "pasable".

Toqué la puerta un par de veces y desde el interior escuché la voz de la profesora:

—¡Pasa!

Abrí la puerta y me encontré con una enorme aula vacía. La profesora, Alyssa, estaba sentada en su escritorio, calificando lo que parecían ser extensos ensayos.

—Buenas tardes —saludé con formalidad.

Ella levantó el rostro y casi de inmediato esbozó una afable sonrisa.

—Jasper, juré que no vendrías —dijo y se puso de pie, dejando su trabajo de lado—. Has faltado tanto que ya ni siquiera recordaba tu rostro del todo.

—Lo siento —musité, apenado—. He tenido-

—Luces terrible —me interrumpió con un señalamiento. Se quitó las gafas para leer y las colocó sobre el escritorio para después escudriñarme—. ¿Acaso has estado viviendo bajo un puente?

Negué con la cabeza, metiendo mis manos en los bolsillos del pantalón.

—Estoy bien —aseguré. Una mentira.

—Tan bien que has faltado dos semana seguidas al trabajo y a la escuela solo has ido dos días y ni siquiera completos.

Me encogí sobre mí mismo. Cuando lo ponía en esos términos, era mucho más grave de lo que pensaba. Tenía tantos trabajos atrasados y eso no se reflejaría bien en el promedio que tanto había batallado por mantener para conseguir una buena beca. Me sentía como un impostor, ¿quién diablos era este Jasper?

—He tenido muchos problemas —me excusé.

—¿Familiares?

Sacudí la cabeza.

—¿Personales?

Suspiré, masajeando mis ojos debajo de las gafas.

—Sí, algo así.

Alyssa me miró con intriga y después se aproximó a mí, tomándome por los hombros para guiarme hacia su escritorio

—Siéntate. —Señaló su silla—. Hablemos.

—¿Está...?

Pero antes de poder exteriorizar mi pregunta, ella me obligó a sentarme.

—Cuéntame qué es lo que sucede —insistió, apartando las hojas de su escritorio para sentarse sobre este—. Soy excelente escuchando, ¿sabes? De otra forma no sería tan buena abogada.

Solté un discreto bufido, reacción que generó una sonrisa en el rostro de ella. Se deslizó sobre la mesa para acercarse más a mí y me miró fijamente a los ojos, expectante.

Yo sabía que ella tenía fama de ser franca, de decirte las cosas sin muchos rodeos y de darte soluciones en lugar de consolarte. Tal vez yo necesitaba eso, no quería a alguien que me dijera lo desafortunado que era, quería una respuesta, una solución para dejar de sentirme así, para volver a ser yo aunque mis relaciones personales se incendiaran a mis espaldas.

Exhalé con lentitud y la miré a los ojos también, adoptando tanta seriedad y monotonía como pude para contarle todo de punto a punto y de detalle a detalle. No sé cuánto me tardé, pero al parecer lo suficiente como para que un conserje entrara preguntando si ya podía limpiar y Alyssa le dijera que aún no.

Le confesé desde mis sentimientos por Freya, la confesión de Levi, cómo ambos se fueron de la ciudad a casarse y estaban básicamente desaparecidos, cómo esto me estaba arrastrando a la locura y ya ni siquiera podía ir a la escuela o concentrarme en mis estudios y lo mucho que me aterraba seguir así, no poder reponerme y no lograr ingresar a la universidad.

Alyssa me escuchó con atención, no interviniendo a menos que quisiera hacer alguna pregunta. Llegó a un punto donde ella se bajó del escritorio y se arrodilló frente a mí, acariciando mi rodilla a manera de consuelo. O eso pensaba...

—Suena a que estás atravesando un infierno —dijo una vez finalicé.

—Se siente como uno —admití—. Yo sé que no es tan malo o que tal vez yo lo estoy sobre dramatizando, pero-

—Shh —me calló, colocando su dedo índice sobre mis labios—. No demerites tus pesares, Jasper. Si te sientes mal, siéntete libre de sentirte mal.

Negué con la cabeza y ella apartó su dedo de mis labios.

—No me gusta quejarme abiertamente.

—Pero acabas de hacerlo. —Sonrió y se puso de pie, rodeándome para aferrarse a mis hombros y masajearlos—. No me molesta que te desahogues conmigo.

Comencé a sentir un dejo de incomodidad por su cercanía y su tacto. Había olvidado lo abierta que ella era y lo poco respetuosa cuando se trataba del espacio personal de otros.

—Yo... lamento molestarla con esto —dije con nerviosismo.

—No tienes porque disculparte —aseguró a mi oído—. Ya te dije que no me molesta que te desahogues conmigo.

—Gracias. —Me encogí en un intento por quitármela de encima.

Alyssa notó mi incomodidad y se apartó, volviendo a rodearme para quedar parada frente a mí.

—¿Quieres un consejo?

Dubitativo, asentí con lentitud.

—Olvídate de ellos —dijo con firmeza—. No te sirve de nada seguir sufriendo por quienes ya renunciaron a ti.

Mis ojos se ampliaron y escuché sus últimas palabras como un incesante eco en mis oídos:

No sirve de nada seguir sufriendo por quienes ya renunciaron a ti...
Por quienes ya renunciaron a ti...
Renunciaron a ti...

Tragué saliva con dificultad, como si me tragara una píldora. Era tan doloroso, pero cada palabra decía tantas verdades. Freya y Levi claramente renunciaron a mí, pero entonces... ¿Por qué yo seguía peleando?

No era justo para mí. Ellos jamás fueron justos conmigo.

Bajé la cabeza, hundiendo esta entre mis manos. El peso del presente me cayó encima: Freya y Levi renunciaron a mí, se fueron, me ignoraron, ya no eran parte de mi vida y yo no tenía por qué seguir persiguiendo las suyas. Estaba harto y estaba mandando mi futuro al carajo por dos personas que no-

Mi tren de pensamiento se detuvo de súbito cuando mi profesora se aferró a ambos lados de mi rostro, levantándolo y pegando sus labios contra los míos con una brusquedad que me empujó hacia el respaldo del asiento.

Continuó besándome a pesar de que yo no correspondí el beso, solo deteniéndose cuando la aparté de los hombros. Se quitó y, mientras yo me levantaba rápidamente del asiento, ella limpió sus labios y me miró con una sonrisa pícara.

—¿Por qué hizo eso? —pregunté, vacilante, limpiando mis labios con la manga de mi camisa.

Alyssa suspiró, tranquila y campante, como si esto hubiese sido algo de todos los días.

—Solo fue un beso, Jasper.

Retrocedí, frunciendo el entrecejo.

—Usted es mi profesora, no tiene porque besarme en la boca sin mi consentimiento.

—¿Y si no fuera tu profesora? —preguntó, acercándose a mí—. ¿Y si solo fuese una extraña más?

—Pero no lo es —repliqué, dispuesto a marcharme de ahí antes de que el ambiente se tornara más incómodo.

—Sé lo mucho que te está costando mantener tus calificaciones y manejar el estrés de no poder conseguir una beca —comentó, deteniendo mi andar—. Yo fui una alumna estrella aquí, ¿sabes? De las mejores de mi generación, sino es que la mejor. Podría recomendarte, pero para ello... necesitaré que te quedes.

Con mi manos puesta en la manija de la puerta, me giré apenas un poco, mirándola con el rabillo del ojo. Ella me observaba con la misma sonrisa de hace un rato, recargada contra la mesa.

—¿Quedarme?

Asintió, peinando todo su cabello hacia un solo lado.

—Quedarte, sí —repitió—. Ya sabes a qué me refiero.

Quería decir que no, que no tenía idea de a qué se refería, pero era más claro que el agua. Los primeros botones de su blusa estaban desabrochados, lamía sus labios de vez en cuando y se quitaba y ponía un tacón con ayuda del otro. Por supuesto que sabía para qué quería que me quedara.

—Piénsalo, Jasper, un beneficio a cambio de un buen rato —ofertó—. Es el mejor trato que alguien jamás va a ofrecerte.

Me aferré a la perilla con más fuerza, cerrando los ojos y negando con la cabeza, desaprobándome por siquiera considerarlo. ¿Qué me estaba sucediendo?

Alyssa se apartó de su lugar en el escritorio y se acercó a mí, acariciando mi espalda con delicadeza.

—No tienes de qué preocuparte, nadie vendrá a este salón hasta mañana y solo yo tengo la llave. Además, el salón es bastante nuevo y aún no han instalado las cámaras de seguridad. Nadie sabrá lo que sucedió aquí. —Deslizó su mano por mi brazo hasta rozar mis dedos—. Así que puedes escoger ponerle el seguro a esa puerta... o marcharte. Yo no diré nada y tú tampoco.

Volví a tragar saliva, sintiendo un escalofrío al tenerla tan cerca. Ella debió sentirlo, pues se carcajeó suavemente y retrocedió hacia su escritorio, expectante y sin quitarme la vista de encima.

Estuve a punto de girar la manija e irme, olvidarme de que esto sucedió, pero entonces comencé a pensar y sobre pensar: Freya y Levi estaban juntos, yo estaba solo. Estaba fracasando, ¿de qué me servía querer hacerme el bueno? ¿De qué me servía aparentar ser moralino o alguien de marcados valores? Estaba herido, había cometido demasiados errores, ya no me reconocía a mí mismo... ¿Qué significaba cometer un error más?

Deslicé mi mano hacia el seguro de la puerta y lo giré, escuchando el click cuando fue puesto.

Me di la vuelta con lentitud, viendo a Alyssa, quien me sonrió con satisfacción y me ofreció su mano. Me acerqué, dudoso, y la tomé. Me jaló hacia ella y conectó nuestros labios. Sus besos eran bruscos, demasiado, tan agresivos que incluso sentí como llegaba a rozarme los labios con los dientes.

Intenté besarla de regreso, pero ni siquiera me dio la oportunidad. Me apartó solo durante un instante para comenzar a quitarme la camisa, yo no oponía resistencia, dejaba que me besara, me acariciara, todo lo que ella quisiera con tal de conseguir un beneficio.

Y no fue hasta que ella estuvo a punto de quitarse prendas que recibí un golpe de lógica, un gramo de sensatez que me gritó al oído: ¡Detente en este instante!

Me aparté de ella, alejándome tanto como pude. Sentía el cuerpo tembloroso, me sentía ajeno, desconocido, fuera de mi propia piel. ¿Quién era este impostor? ¿Quién pretendía ser? ¿Quién soy?

—¿Jasper? —llamó Alyssa, confundida por mi repentino arrepentimiento.

Sacudí la cabeza y me apresuré a abrochar los botones de mi camisa y ponerme las gafas que habían ido a dar al suelo.

—No puedo hacer esto —farfullé.

No escuché lo que ella tuviese que decir al respecto, haciendo oídos sordos mientras abría la puerta y salía rápidamente de allí.

Me metí al primer baño que encontré y me miré al espejo. Tenía los labios rojos por su labial, con marcas de este en mis mejillas y cuello. Me apresuré a limpiar todo rastro, aventando agua fría a mi rostro una y otra vez, como si eso fuese a ayudarme a olvidar.

Me apoyé sobre el lavabo y miré mi reflejo con creciente repudio.

—¿Quién demonios eres?

Dos de Tres [No editado]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora