¿Quién diría que con un simple encuentro todo cambiaría? El destino de Japón comenzó gracias a ellos dos y sus herederos han realizado increíbles hazañas con dificultades, bromas y romance de por medio. ¡Todo es posible en esta mágica tierra! Hadas...
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Entre los grises y poco luminosos pasillos de un masivo y maltratado castillo, una mujer de cabello azabache y piel blanquecina corría lo más rápido que podía hasta la famosa "sala del trono" desde la cual los actuales reyes de la casa "Suna" gobernaban a su pueblo. Las paredes de los pasillos eran adornadas por preciosos vitrales ahora rotos. Las bellas cortinas y alfombras rojas se veían rasgadas, en un terrible estado, desgastadas y sucias. Le causó demasiada tristeza que el castillo se encontrara en tales condiciones. A unos pocos pasos de distancia estaba la puerta de la sala. Temía entrar, pero debía hacerlo por el bien de todo el pueblo. Dos hombres en sus trajes de caballero custodiaban la entrada, como de costumbre. De todos modos, eso no fue un problema para ella. Tomó provecho de la distracción de los custodios que tenían una amena conversación y se escabulló entre ellos hábilmente, por detrás. Utilizando sus propias manos, chocó sus cabezas realizando un fuerte sonido -debido a los cascos de metal que llevaban puestos- que los dejó visiblemente desorientados.
Sin rodeos, empujó las pesadas puertas de la sala, encontrándose, así, cara a cara con los reyes del pueblo a quienes no dudó en nombrar. ──¡Orochimaru-Sama!
El aludido no le dio importancia al grito de la azabache, al contrario de su esposa, una mujer de cabello morado y ojos negros, que, horrorizada, exclamó su disgusto por el llamado de la muchacha. ──¿A caso no sabes tocar la puerta?
──Tranquila.── el hombre de largo cabello negro, pálida piel y ojos rasgados intentó calmar a su esposa. ── ¿Qué haces aquí, Shizune?
La aludida lo observó indignada. ── ¿No ha echado un vistazo por la ventana?
──¡Oh!── la mujer rápidamente se bajó del gran trono en el que se encontraba sentada, descendió por las cortas escaleras y se acercó a uno de los enormes ventanales. ── ¡¿Qué hacen ellos aquí?!
──¿Quiénes?── preguntó el rey Orochimaru, finalmente dándole importancia al asunto. Antes de que -Ororchimaru- siquiera tuviera la oportunidad de bajarse de su trono, los guardias recobraron la compostura e inmediatamente tomaron a Shizune fuertemente. Colocaron ambos brazos detrás de su espalda mientras intentaban llevársela hacia afuera del gran salón.
──Vaya a verlo usted mismo.── soltó la joven con gran esfuerzo antes de ser llevada por los custodios. Una vez que Shizune y ambos guardias abandonaron el sitio, Orochimaru se acercó a su esposa y observó la no muy grande flota que se encontraba fuera del palacio, a punto de ingresar. Este "ejército" estaba compuesta por no más de ochenta hombres, al rededor de unos cuarenta caballos, y dos guías; un hombre de cabello albino y tez tostada y una mujer rubia, de ojos ámbar y piel clara.
──¡Esto no puede estar pasando!── exclamó el hombre furioso, con intenciones de salir a dar lucha a los invasores.
──¡Orochimaru, espera!── lo detuvo la de cabello púrpura. ── Sal a hacer tiempo al balcón, yo iré por nuestros caballeros. Me aseguraré de superarlos en cantidad.