La primera vez que nos vimos

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Ya había terminado la mudanza y nos había tocado la misma casa que la otra vez, cerca de la entrada del clan Uchiha, aunque es diferente a la que yo recordaba, ya que después del ataque del Kyūbi todo el clan fue reubicado a otro sector de la aldea, pero para mí sigue siendo igual. Esa casa no es más que un montón de ladrillos y cemento para mí y estoy segura de que para mis padres también, mi verdadero hogar es la casa que teníamos antes de mudarnos al complejo, tal vez pequeña, pero suficiente para mí, ya que ahí fueron mis primeros recuerdos con mi familia, mis primeros recuerdos felices con mis padres, ese es mi hogar, esa pequeña casa y donde estén mis padres. Mi familia es mi hogar, no lo es este lugar y nunca lo será.

Ahora voy caminando por las calles del enorme complejo, ignorando olímpicamente todos los murmullos intencionalmente mal disimulados hacia mi persona.

—Mestiza—decía con una mirada de odio

—¿Cómo permitió Fugaku-sama dejarla vivir aquí?—dijo con repulsión

—Sí, solo es una mestiza inútil— dijo con una mirada de rencor que casi todos los Uchiha compartían al verme pasar.

Pero no les prestaba atención, nada podría arruinar mi buen humor, por fin hoy es el día en que veré a Itachi-kun, hoy es mi primer día en la escuela para Uchiha en este tiempo, supongo que las clases van a ser de cosas como aprender la historia del clan Uchiha o lanzamiento de shuriken y taijutsu. Estaba tan perdida en mis pensamientos que no me di cuenta cuando llegué, entré al edificio y caminé hasta mi salón, al llegar toqué la puerta y dieron un "pase", entré y todos se me quedaron viendo unos con recelo (las niñas) y otros con asombro (los niños), otra vez me pregunté lo mismo que mi primer día en este tiempo ¿por qué?

(...)

La puerta del salón se abrió y se dejó ver a una hermosa niña con blusa morada, short rojo y sandalias negras, con un listón en la cabeza sujetando su pelo en una cola de caballo. La rodeaba un aura amable y brillante, junto con su encantadora sonrisa y un pequeño tinte rosa en sus mejillas blancas, su exuberante belleza (aún siendo una niña) dejaron más que embobados a los niños Uchiha, quiénes a pesar de vivir con muchas niñas, tal vez más hermosas que ella, no pudieron dejar de mirarla con un muy pequeño sonrojo, que no pasó desapercibido por las niñas de la clase.

Ellas instantáneamente odiaron a la castaña con una intensidad impresionante. Lo admitían, ella era bonita, sí, pero no era para tanto, ellas eran mucho mejores que ella, ¿verdad? No entendían que era tan especial en ella... o tal vez sí.

Todos en la clase notaron, desde el momento en que llegó, que ella era diferente a ellos, en muchos sentidos, no únicamente por su belleza, sino por su mirada, una mirada tan gentil y bondadosa, muy impropia del clan Uchiha.

Todos la miraban hasta que el sensei se aclaró la garganta y con voz seria y sin emociones (ya saben Uchiha) habló.

—Preséntate—dijo sin una pizca de amabilidad

—Mi nombre es Izumi Uchiha, mucho gusto—dijo amablemente y con una sonrisa igual de amable que hizo a más de uno suspirar.

—Toma asiento—dijo con el mismo tono seco.

—Hai—dijo y busco un lugar, lo encontró, caminó hacia allá bajo la atenta mirada de todos y se sentó.

Ella estaba buscando a alguien discretamente con la mirada, al tener la sensación de ser observada, volteó y ahí... lo encontró. En una esquina un poco apartada, dos bancas atrás suyo, lo vio. Cuando lo observó fijamente a los ojos, esos ojos ónix que la enamoraron desde el primer instante su corazón dio un vuelco, comenzando a latir muy fuerte, como si se fuera a salir de su pecho.

Volví por tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora