Ha pasado mucho tiempo desde que Andra olvidó la última vez que dejó de ser buena persona. No era una tarea fácil y lo sabía por todas las peleas que consigo misma había tenido que lidiar. El remordimiento la carcomía por dentro y junto con su insomnio, eso le pasaba factura.
Pero ahí seguía Andra, con toda su energía para seguir cuidando al único hombre que la mantenía con vida. Deseaba poder ir y gritarle quién es y por qué le ayuda, pero si llegaran a enterarse de su presencia, se abriría la caja de Pandora. Aunque a estas alturas, quizá era lo que menos le importaba.
Mientras tanto, Gustabo y Horacio se dirigían a Costa Azul, la playa oculta bajo las montañas, donde los narcotraficantes y el pasaje a la sede de El Sistema se encontraba.
Pablito les acompañaba. Fue fácil convencerle, pues gracias a la astucia y manipulación de Gustabo, el mexicano cayó en sus redes.
– Tenemos que coger la lancha aquí. - señaló la orilla del mar, donde se encontraba una lancha pequeña negra - Antes de hacerlo tenemos que vigilar el perímetro. Con la llegada del nuevo asesino tenemos que tener mil ojos tras las espaldas.
– ¿El nuevo asesino? - se interesó Horacio - ¿Es un hombre? ¿Lo conoces? - preguntó mientras lo miraba intensamente.
– ¿A qué tanto interés? - Horacio negó con la cabeza restándole importancia y Pablito suspiró - No sabemos quién es. Tenemos muchos problemas y ahora se nos suma otro a la lista. Que vengáis con nosotros aportará mucha información; seréis de gran ayuda.
Los dos policías se miraron tensos. En una conexión furtiva, los dos policías pensaron lo mismo: entonces, ¿quién es esa chica?
Andra suspiró cansada de su entrenamiento. Hacia días que había abandonado un poco el deporte a causa de los hematomas de las últimas peleas, sin embargo hoy ya se sentía un poco mejor.
Se levantó con una misión: quería que Conway supiera a lo que se está enfrentando. Pero comenzaría desde el pasado, desde el inicio de todo.
15 de diciembre de 1994
Andra corría, corría con todas sus fuerzas. Su respiración agitada, sus piernas cansadas y magulladas, su cara llena de cortes.
Había conseguido escapar.
Escuchó tiros a lo lejos e intentó correr aún más deprisa, acabando en el suelo del cansancio. Maldijo por lo bajo y se levantó para seguir corriendo.
Esquivaba ramas y troncos, los saltaba y rodaba por debajo de ellos. No sabía dónde estaba, ni dónde iría a parar. Nunca había conseguido salir de ese sitio tan repugnante y ahora estaba más que perdida, aunque eso no le impidió parar.
Frenó en cuanto divisó carretera a lo lejos. Intentó calmar su respiración a medida que se iba acercando lentamente, escuchando los ruidos de su alrededor y observando cualquier movimiento sospechoso.
Cuando pisó el pavimento asfaltado gris que continuaba hasta el horizonte, casi se echa a llorar. Estaba lejos y no tenia ni idea de cómo iba a poder encontrar un sitio donde estar segura.
Se estiró del pelo, se tiró al suelo, pataleó digno de una niña pequeña. Pero eso era, una cría de 14 años cuya infancia había sido arrebatada injustamente.
Pasaron 10, quizá 15 minutos. Y echó a caminar. Su nueva vida empezaba ya, sin saber si sobreviviría sola o si volvería al mismo zulo en el cual había pasado gran parte de su vida.
22 de mayo del 1995
– ¡Joder! - Andra se llevó el dedo a la boca - Malditas velas inútiles - refunfuñó por lo bajo.
– Andra, ¿te queda mucho? - la voz de un niño pequeño la distrajo.
– No, Martín, ya voy. Ponte con tu hermano en la mesa, ya casi estoy. - puso las velas como pudo encima de la tarta de chocolate que había preparado. Atenuó las luces y caminó lentamente hasta los Martín y Fran, los dos niños pequeños que cuidaba por ese entonces. - Cumpleaños feliz... cumpleaños feliz, os deseo, mis pequeños, cumpleaños feliz... - puso la tarta delante de los niños y estos soplaron aplaudiendo.
– ¡Eres la mejor, eres la mejor! - corrieron a abrazarla tan fuerte que casi cae al suelo.
Era un bonito momento en familia, lo que pasa es que ninguno de los reunidos ahí sabía que lo era. Excepto el trío de hombres que se acercaba a la casa con el propósito de destruirla para siempre.
Andra suspiró antes de dejar la nota en el escritorio de Jack. Había sido clara y concisa. Una pequeña introducción a su objetivo.
" No sabes quién soy, sin embargo ya me conoces. Sé qué les pasó a tus hijos y por qué. No te pongas nervioso y tómalo con calma. Te ayudo porque tú me ayudaste. Siempre voy a estar contigo. Firmado: A.C."
– ¿Me estás vacilando? - el grito de Conway alertó a sus compañeros. - ¿Quién eres...? - se llevó las manos a la cabeza suspirando. Si la nota pretendía calmarle, causó justo lo contrario en él.
Andra lo veía desde el edificio de enfrente a comisaría. Rió por lo bajo negando con la cabeza por su impaciencia.
– Nunca cambiarás, Jack.
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Después de un parón legendario... ¡He vuelto!
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I K I G A I - Jack Conway
FanfictionIKIGAI. Razón para vivir. La única y exclusiva razón de Andra es vivir para proteger lo último que le queda, el Superintendente Jack Conway, jefe de polícia de Los Santos, Estados Unidos de América.