...antes de las seis Singularidades y de los albores de la creación, llegaron los Celestiales. Arishem, el primer celestial, creó el primer sol y trajo la luz al universo. La vida comenzó y prosperó. Todo estaba en equilibrio.
Hasta que una especie antinatural de depredadores surgió del espacio profundo para alimentarse de vida inteligente. Eran conocidos como los Desviantes. El universo quedó sumido en el caos.
Para restaurar el orden natural, Arishem envió a los Eternos, héroes inmortales del planeta Olimpia, para eliminar a los Desviantes.
Los Eternos tenían una fe inquebrantable en Arishem, hasta que en una misión, liderada por la Primera Eterna, Ajak, lo cambió todo...
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"ᴇᴛᴇʀɴᴏs"
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Todos los eternos se despertaron, se dirigeron a sus puestos y se colocaron sus trajes. Había llegado el momento.
Irvette se aproximó a uno de los ventanales con lentitud. Su cabello pelirrojo contrastaba con su traje blanco y turquesa mientras que el planeta Tierra se veía reflejado en sus ojos azules.
Notó como una persona se posaba a su lado y observaba en su misma dirección. Giró su cabeza hacia esa persona, encontrándose con una mujer de cabello blanco y traje dorado, de su misma altura y de ojos del mismo color que los suyos.
— Es preciosa, ¿no crees? — le preguntó.
La mujer, con los brazos cruzados, miró a Irvette y contestó:
— Lo es, verdaderamente lo es — sonrió levemente.
La pelirroja se sintió a gusto al escuchar que compartían la misma opinión.
— Me llamo Irvette, encantada.
— Thena, el placer es mío.
Y así, como si nunca se hubieran conocido, se presentaron y observaron el planeta en silencio, fascinadas, pensando que era lo más hermoso que habían visto nunca.
Aún sin saber que lo más hermoso que verían sería la una a la otra.
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