Capitulo 3

28 7 0
                                    

Cap. 3


- Oye, sin ofender eh... John pero, no es necesario que permanezcas en mi vivienda - recrimino alzando una ceja y señalando el espacio que me han adjudicado. Es bastante grande, más de lo que podía esperar y necesitar para mi sola.

- El señor Cowell me ha pedido...

- Vamos, que no se fía de mí - termino tirándome al sofá y alzando la cabeza por encima de mis pies.

Ligeramente divertido asiente.

- Señorita...

- Por favor, no me sacas tantos años, no me trates de usted.

- Es mí...

- Si dices deber te pego - exclamo con seguridad, aunque sé que no lo haría.

Es un muchacho no muy corpulento, que rondara los... ¿26 años? Sus músculos se remarcaran bajo la ajustada camiseta blanca que lleva y el pelo semi-largo, castaño, le cubre un ojo debido a un rebelde mechón. Los ojos, igualmente café, me miran con un brillo curioso. Vestido con ropa básica, me pregunto cómo llegó a guardaespaldas. O lo que quiera que sea. Su sonrisa parece sincera, pero también ligeramente burlona y arrogante.

- Entonces...

- No, no me iré hasta que no me lo indiquen.

Frunzo el ceño, hincho los papos y resoplo, molesta. Decido perder el tiempo en sacarle la lengua en un gesto inútil y aniñado. De todas formas no me importa realmente su compañía.

- ¿Tú también tienes hambre? - pregunto al cabo de un momento.

Asiente plantado junto a la puerta a 7 metros de mí.

- Pues pides algo para comer. Pizza estará bien.

Bufa divertido.

- No soy tu esclavo.

- Ya, solo eres mi acosador personal - su mirada, junto a la tos falsa y seca, me detiene - perdón, mi... guardaespaldas - reemplazo no muy convencida, con una mueca - entonces, ¿pedirás pizza, no?

Boquiabierto me contempla sin una pizca de disimulo. Sé que está sorprendido, supongo que debido a mi comportamiento. Va a replicar, lo asumo cuando sus labios se separan y aspira con fuerza, por lo que formo mi mejor puchero cediendo.

- Por favor... - suplico.

Asiente no muy convencido.

- No te muevas de aquí - me amenaza saliendo por la puerta. Supongo que se dirige a la cocina, aunque no podría asegurarlo. Escucho el sonido de las teclas del teléfono siendo marcadas y desoigo su petición. Más bien orden.

Cruzo el marco de madera hasta lo que será mi habitación durante un corto periodo de tiempo. Mi mochila y la guitarra están allí. En cuanto me den dinero tendré que ir a comprar ropa, es difícil vivir con únicamente tres conjuntos.

Me dirijo al segundo objeto y le acaricio entre mis manos, le echaba de menos. El ruido ambiente ha cesado para mí, no queda nada. Un pájaro pía por la ventana cuando empiezo a formar acordes. Mis dedos recorren la distancia viajando de cuerda a cuerda mientras las siento estremecerse ante mi tacto.

Unos pasos cubren el pasillo, les ignoro. No vale la pena distraerse en momentos como este. Mi voz entona "Just The Way You Are" en un tono distinto. Termino un momento después, pero no detengo la música. Cuando la letra acaba miro al frente encontrándome con John entre perplejo y enfadado.

- ¡¡Woww!! Bueno... Wow - murmura sin hilar una frase real. Por primera vez en mucho tiempo me sonrojo - aunque... - sé que es hora del inminente grito, por lo que tapo mis oídos. No me equivocaba - ¿Qué parte de "no te muevas" no has comprendido? - chilla molesto.

Me encojo de hombros.

- No he salido de la casa, no es como si tuviera 12 años para no poder ir a mi dormitorio.

Frunce el ceño.

- Simon ha ordenado...

- Me quedo claro a la primera.

Ignorando su presencia me levanto y vuelvo a la sala principal, esta vez cargando con mi instrumento. Me parece normal que no confíen, pero esto es demasiado.

Sobre una mesa en la que no había caído antes veo un portátil brillante. Le tomo sin importar su opinión.

- ¿Para qué quieres eso? - cuestiona sentándose a mi lado.

- ¿No necesitaba una cuenta de YouTube? Me aburro - musito como si fuera suficiente información, concentrada en encenderle. Puede sonar fácil, pero desconozco la clave. Pruebo varias combinaciones hasta que un ¡Ja! Triunfal escapa de mi boca. 1234, típico.

- No tienes permiso para...

Le fulmino con la mirada.

- Pues pídele - espeto mirando el sistema operativo.

Le oigo mascullar algo que suena parecido a "maldita niña" y "siempre me tocan a mí las peores". El timbre de Simon es reconocible hasta por teléfono. Se aleja un poco para discutir algo con él.

- ¡Recuerda decirle que me pienso abrir un canal de YouTube! - grito, intentando que me oiga.

Bufa, pero lo hace. Tras una conversación breve escucho la palabra malcriada. Me levanto con velocidad y arrebato el aparato de sus manos, está claro que no le ha parecido sospechoso que mis pertenencias sean escasas, ni que me haya mudado aquí. Puedo soportar muchas cosas, eso no.

- ¿Qué has dicho? - siseo con una mirada amenazante.

- No sé a qué te refieres - murmura incómodo.

- Oh, ya lo creo. Si te parece de malcriada vivir durante un año entero en la calle, sin apenas dinero, vendiendo pertenencias una a una, viendo como el tiempo se consume, como la vida pierde sentido...

"Si te parece de malcriada escapar de casa por no aguantar, desear que todo acabe, luchar por dos escasos euros, tener que cuidar de dos niños, llevar el cuerpo cubierto por cortes... Entonces puede que sí, yo sea una, pero además, tu eres un verdadero gilipollas".

Boquiabierto me observa, no le doy tiempo alguno para reaccionar. Le empujo con fuerza, dándome cuenta por primera vez de que le tenía agarrado por el cuello de la camiseta, y le hago trastabillar hasta que finalmente cae contra la silla que se encontraba a sus espaldas. Con una mueca furiosa y la ira recorriendo lentamente mis venas realizo un corte de manga. A penas es consciente, simplemente una expresión boquiabierta. Salgo con enfadado, azotando la puerta con un fuerte golpe que ni siquiera merece; la puerta, él sí. No me molesto en recoger nada, asumo que volveré tarde o temprano.

Mejor tarde.

MelómanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora