Capítulo 6

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Cap. 6


- ¿Lucía?

- Puede, ¿quién la busca? - contesta John.

- Policía, ha de acompañarnos a comisaria.

- Un momento - se disculpa, y sus pasos resuenan por la madera hasta alcanzar mi habitación.

No se molestar en llamar, la puerta se abre con un chirrido agudo y lastimero, como una queja a la fuerza empleada para avanzar.

- ¿Qué coño has hecho? - Gruñe junto a mí, pero lo ignoro, permaneciendo aun con los ojos cerrados - sé que no estas dormida.

Suspiro bajo las sabanas pero él se ocupa de arrancarlas de la cama provocando que el frío se extienda, especialmente en mis piernas.

- Te busca la policía, levántate - ordena mirándome. Siento sus ojos fijos en mis muslos descubiertos - ¿no podías dormir con pijama, como la gente normal? - masculla inmediatamente.

- Diles que vuelvan más tarde - finalmente me dedico a reaccionar abrazando mi propio cuerpo en un desesperado método de generar calor.

- No, es la policía, no puedo simplemente pedir que vuelvan después. ¿Qué has hecho? ¿Qué voy a hacer yo? Simon me va a matar.

Comienza a delirar dando vueltas en círculos por el lugar. Mis parpados se elevan mostrándome su expresión aterrorizada. En el poco tiempo que llevamos juntos, he visto esa cara demasiados veces. Le saldrán arrugas en el ceño.

- No he hecho nada malo - razono - al menos... no esta semana.

- Menos ma... ¿esta semana? ¿Estás de broma, cierto? - brama, tirando de mi con fuerza.

Me agarra un muñeca, clavando sus uñas con precisión. Se me escapa un gemido involuntario de color.

- Me haces daño - murmuro, pero no le afecta. Me iza sin cuidado alguno.

- Vístete, ¡ahora! Distraeré mientras a la pasma.

Sale dando un portazo. Duele. Mi brazo ha adquirido una tonalidad rojiza, con tres marcas en forma de media luna blanca que identificare como sus dedos. Enfadada y somnolienta me quito la camiseta blanca de una banda de rock poco conocida y me meto con prisa en unos pitillos negros con las rodillas rajadas. Desdoblo una camiseta con un "idiot" de Green Day y me la pongo. La canción de "American Idiot" siempre será de mis favoritas.

Me coloco unos calcetines blancos y me arrastro hasta el salón, bostezando. Mis pies resbalan por la oscura madera, deslizándose. Actualmente levantarnos me parece un gasto de energía innecesario.

Bostezo una vez más antes de entrar finalmente. Allí están John, un desconocido y Jack.

- ¡Hombre Jack, a qué se debe el honor de tal visita! - exclamo fingiendo alegría.

- Lucía - se limita a mencionar con seriedad, tratando de aparentar serenidad. A él también le he visto perder los papeles en innumerables ocasiones, volviéndose loco ante mí y mi comportamiento.

- Buenos días, señorita Jones, venimos para informarla de que debe acompañarnos a comisaria - saluda el otro formal.

- ¿Puedo preguntar el motivo, agente?

- Verá, según recientes fuentes hemos descubierto que usted no es mayor de edad, ¿no es cierto eso?

- Así es - no me gusta el camino que sigue esto.

- Pero a pesar de ellos usted no vive con sus tutores legales, cosa inadecuada. Su localización debe permanecer en conocimiento de ellos hasta sus 18.

- Como tengo entendido, según un ley que continua vigente, es posible adquirir la emancipación a los 16.

- Cierto pero no consta en juzgado que usted la haya solicitado.

- Eso se debe a que actualmente me encuentro de viaje. Como continuo en el país no es necesario ningún documento.

- Esta bien, fingiremos que la creo. Tiene usted una semana para solucionar los problemas de su tutela o volver a la vivienda.

- ¿Es eso todo, oficial?

- Así es. La mantendremos vigilada. Adiós - se despide yéndose. Le acompaño hasta la puerta para a continuación girarme a un boquiabierto Peli-negro.

- Reacciona - ordeno esquivándole y caminando a la cocina.

Abro el refrigerador, encontrándomele lleno y saco una botella de leche y otra de zumo. No comento nada de la conservación anterior ya que sé que tarde o temprano él lo hará. Cuando logre reaccionar como una persona normal.

- ¡Lucía Jones García!

- ¡John...! Un momento, no se me tus apellidos. ¿Y cómo sabes que yo tengo un segundo?

- Simon me ha dicho que eres de origen Español.

- Ah - nos rodea el silencio y por un momento de verdad creo que ha olvidado lo ocurrido anteriormente. No es así.

- ¡Que acaba de pasar? - chilla con voz aguda recordándome a una mujer histérica. O a un hombre histérico.

- La policía ha venido a visitarnos.

- ¡Eso ya lo he visto!

- ¿Entonces? - Su mirada fulminante lo dice todo - está bien, tenéis una semana para realizar los tramitos legales pertinentes antes de que me escape.

- ¿Te escapes?

- Claro, no pienso volver a mi antigua casa.

- Por qué...

Creo que es suficiente mi incómodo silencio. Me giro de nuevo hacia la encimera y unto la mayonesa sobre el pan. No hay nada como un sándwich. Escucho el ruido de una silla al correrse, arañando sus patas contra el suelo pero no le presto demasiada atención. No es que me apetezca especialmente hablar ahora que he recapacitado sobre lo que realmente significan los "avisos" de los federales.

Cuando termino de cocinar comemos en el salón, viendo alguna serie mala a la que no presto demasiada atención porque sigo pensando. Nadie se molesta en hablar por lo que ver a John levantarse con el teléfono en la mano me sorprende. En bajo musita algo que suena parecido a "voy a contarle al gran jefe todo esto". No me parece necesario contestar. Espero que no le despidan, su vigilancia hacia mi persona ha sido nula.

Los gritos no tardan en llegar, por ambas partes. En un momento exploto.

- Dame el móvil - ordeno arrancándosele de las manos sin cuidado alguno. No se queja.

- Gran J, aquí Lucía, ¿tienes algo que discutir conmigo? Tus gritos me resultan francamente molestos.

- El molesto aquí debería ser yo - sisea.

- Y lo estas, lo asumo, pero cuando te embarcaste en la loca idea de contratarme debiste suponer que ocurriría algo como esto.

- No tan pronto - su gruñido se oye aun a través de la línea.

- ¿Y la solución?

- No salgas de casa, voy a remover algunos contactos. Los siento por ti... No, realmente no lo hago, pero probablemente tengas que mudarte. Lo harás a un lugar con adultos, algún mayor de edad o alguien que pueda servir como excusa para alargar el tiempo antes de que te echen.

- No estoy de acuerdo.

- No tienes que estarlo, preciosa.

Frunzo el ceño.

- ¿Pero sí que hacerlo?

- Din, din, din... Bingo. Nos veremos enseguida, en dos días a mucho tardar. Hasta entonces, deja de provocarme dolores de cabeza.



MelómanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora