Enero de 1945, Castle Combe (Wiltshire, Inglaterra)
La nieve por fin había llegado a Edenfield. Todos sus jardines se habían vuelto blancos y la nieve amenazaba con entrar por la fachada, cubriendo gran parte de aquel grueso muro de piedra. Emma era la única que disfrutaba con esas cosas, y bien se lo hacía saber a su hermano Fitzwilliam.
- Vamos William, no seas soso - exclamó tras volverse de contemplar el blanco paisaje tras el ventanal - ¿por qué no salimos a la calle a disfrutar de este tiempo tan maravilloso? Edenfield nunca ha estado tan bonito.
- La nieve siempre viene en todos los inviernos, lo que sucede una vez a la año. No sé qué le ves de especial a esta - el joven Fitzwilliam se colocó al lado de su hermana para intentar ver aquello tan maravilloso que sucedía ante sus ojos, pero no pudo más que ver una gruesa capa de nieve en el suelo frente al paisaje tan idílico del que hablaba Emma.
El sol brillaba en lo alto del cielo a través del ventanal y la nieve era cada vez más resplandeciente y blanda, con tacto de algodón. Hacía ya mucho tiempo que no nevaba de esa manera tan mágica y Emma, en lo más profundo de su interior, sabía que aquel día no iba a ser uno cualquiera.
Llamaron a la puerta y Emma despertó de su ensimismamiento y Fitzwilliam, que siempre había estado con los pies en tierra, fue a ver quién iba a visitarlos.
Cuando llegó a la puerta, Emily Collingwood ya estaba recibiendo al visitante que, al parecer, se trataba de su medio hermano Robert Collingwood. Los planes de Emily eran que se quedaran él y sus tres hijos en Edenfield durante una temporada, pues hacía muy poco que se había quedado viudo y pensó que sería una buena idea para los niños que pudieran distraerse con los encantos de Edenfield. A pesar de ser todavía muy joven, Emily gozaba de un poderoso instinto maternal.
El señor Robert Collingwood era un hombre muy elegante, de piel curtida y cejas gruesas. No parecía pasar hambre, pero había algo en su mirada que manifestaba ser un hombre tan rico en posesiones como en buenas cualidades, y los mismo podría decirse de sus hijos. Se llamaban Mary, Harriet y Paul. Éste último era hijo biológico de Henry, el hermano pequeño de Robert que murió durante la guerra. El pequeño Paul también se había quedado sin madre, pues ésta le abandonó nada más nacer. Paul sólo tenía un año cuando todo esto ocurrió, y tanto Robert como su difunta esposa Isabella decidieron hacerse cargo del sobrino adoptándolo y tratándolo como a un hijo suyo.
Esta misma historia fue contada durante la cena, cuando los niños ya se habían acostado, pues Robert no consideraba adecuado hablar de estos temas después de que hubieran perdido a su madre. Emma se conmocionó al oír eso, y no pudo evitar dejar caer una solitaria lágrima por su mejilla. Robert, al verla, le dijo que no se preocupara por los niños, pues ellos son más fuertes que los adultos, y no tardarían en olvidar todo el daño que les ha causado.
- Y esperemos que así sea - dijo Emily - todavía tengo el recuerdo de vosotros cuando aún erais pequeños y perdisteis a vuestros queridos padres. Tardé varios meses en poder volver a dormir una noche entera en mi habitación. Pero al final, con un poco de esfuerzo lograsteis recuperaros.
- Sí - dijo Emma, distraída - pero todavía sigo sintiendo el mismo vacío, y hay veces que pienso que tendría que haber alguna forma de retroceder en el tiempo para poder salvar a nuestros padres, y evitar esa catástrofe.
- Eso es imposible, Emma
- No, no lo es - agregó, firme - yo sé que se puede, pero es algo que está fuera de mi alcance.
- ¿Cómo estás tan segura de que se puede retroceder en el tiempo? - dijo Robert, interesado en lo que Emma decía.
- Porque tengo fe. Y eso es lo único que necesito.
Esa noche no había sido una noche cualquiera para Robert Collingwood, y no debido a su llegada a Edenfield si no al sentimiento que había puesto Emma en sus palabras al afirmar que teniendo fe puedes lograr cualquier cosa, incluso retroceder en el tiempo. ¿Y si ella tenía razón? ¿Y si lo que necesitaban él y sus hijos era tener fe en que todo saldría bien? Era una idea bastante romántica, pero no por ello falta de razón.
Él, al igual que Emma, albergaba un vacío en su corazón que creía que nunca se volvería a llenar. Pero lo único que tenía que hacer era tener fe, y ahora gracias a Emma tenía la esperanza de poder volver a tener una nueva oportunidad para el y para sus hijos.
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Jane Collingwood
Science FictionCastle Combe, 1799. Un invento revolucionario que marcará la vida de una familia, los Collingwood, y que supondrá el inicio de las aventuras de una joven del año 2013 en la Inglaterra del siglo XVIII.