IV. Despistado

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Cuando por fin su momento emotivo terminó y dejó de pasearse como loco por aquella tienda ya asustando a la pobre señora finalmente fue a su departamento.

Y oh sorpresa, Dazai se encontraba ahí. Hechado en el suelo viendo el techo con una concentración completamente real.

Giro la cabeza y observó a Atsushi. Una sonrisa gatuna no tardó en aparecer en sus labios.

— ¿Ya te diste cuenta o de verdad debo decírtelo?— dijo llendo directo al grano.

— ¿De qué habla Dazai-San? ¿Darme cuenta de qué?

La cara del suicida pasó a una mueca dramática junto a sollozos finjidos— No puedo creerlo...— dijo.

— ¿Que pasa Dazai-San?

— ¡Pasa que por confiar en ti ahora debo ayudar a Ranpo a fugarse!

¿Qué?

— ¿Dazai-San...?— este volvió a mirarlo y soltó: — Estas enamorado de Akutagawa.

Eran demasiados golpes en la cara de forma no literal por hoy. A la siguiente iba a desmayarse.

Su rostro cambió de color de una manera impresionantemente rápido que nadie quedría estar en su lugar.

— ¡¿Pero que dice?!— alzó un poco la voz, nervioso. Aún que ni él entendía el porque.

— Que amas a Akutagawa, duh— señaló como la cosa más obvia del mundo y era la cosa más obvia del mundo.

Pero es que Atsushi era tan...tan Atsushi respecto a los sentimientos de otros como los suyos propios.

— ¡No! ¡Él no me gusta!— trato de debatir.

— Pues no, lo amas.— Atsushi puso ojos en blanco— Si quieres preguntale a Ranpo, debe seguir en la oficina.

Sintiéndose abochornado azotó la puerta en la cara de su superior y bajo del piso en el que se encontraba para buscar a la única persona en la cual confiaría en estos momentos.

Edogawa Ranpo.

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Tal y como Dazai había dicho aquel apuesto joven de ojos verdes seguía en la oficina, no haciendo algo en particular, solo sentado pensando en quien sabe qué. O tal vez solo estaba dormido.

— ¡Ranpo-San!— llamó un poco fuerte para que fuera escuchado si es que en serio estaba dormido.

El mencionado se reacomodó un poco para volver su cabeza a la persona que tenía en frente suyo. Persona que se veía muy avergonzada sinceramente.

Sabía lo que iba a preguntarle pero lo preguntó de todos modos: — ¿Qué?

— Bueno yo...queria preguntarte si, bueno...este, yo...si...— no lograba vocalizar bien y tropesaba con las palabras ¿podía ser esto más vergonzoso?

Claro que podía.

— Ve al punto.— dijo volviendo a la posición anterior.

— ¿T-tú crees que yo este enamorado de alguien en particular?— preguntó rápido y casi inentendible.

— ¿Te refieres al mafioso?

Atsushi pareció perplejo unos segundos ¿era tan obvio?

— Si...

Vio a Ranpo llevar su mano frente a él, con la palma abierta, como esperando algo.

— Puedo darte algo después, solo responde por favor.— suplico, no tenía nada en este momento ademas de las miles de dudas en su cabeza.

El azabache frunció un poco el seño pero igual habló: —Si, y ni es necesario mi Ultra Deducción para darse cuenta de eso.— apostaba sus dulces que hasta la niña sospechaba.

Lento y sonrojado hasta las orejas se fue de la oficina para salir por la cafetería con la intención de tirarse en su cama y no volver a despertar jamás. Pasando por alto la chica pelirroja que limpiaba unas tazas con lágrimas en los ojos pero una pequeña sonrisa en su rostro.

Más te vale cuidarlo.— susurró Lucy.

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¿Porqué tenía que ser tan despistado? Nunca se hubiera dado cuenta por si sólo. Aún que sus últimos pensamientos debieron alertarlo...tal vez.

Enamorado, ¿quién lo diría? No sabe ni cuando pudieron surgir esos sentimientos.

Osea, ¡le arrancó una pierna, ¿que clase de masoquista era?!

Paso por un buen cuidado parque llena de gardenias y margaritas blancas. Sin desearlo sus músculos se contrayeron en una sonrisa, las ultimas le traían un pequeño recuerdo.

«Se encontraban en una misión esperando nuevas ordenes de sus superiores, habían terminado su parte y se preparaban para salir o defender.

Sin quererlo empezaron a hablar (con algunos insultos de por medio) hasta llegar al tema de las flores.

Atsushi parecía encantado con el tema como para haberse olvidado que estaba con un miembro de la Port Mafia. Sonreía y contaba el tema con tanto interés. E igualmente a pesar de que Akutagawa parecía indiferente no se perdía ni una palabra de lo que decía su compañero.

— ¡Oye, oye! ¿Sabías que las margaritas blancas simbolizan inocencia alegría y seducción? ¡Además también vi que es símbolo de amor puro!— habló como un niño pequeño demasiado entretenido en un tema.

— No, no lo sabía.— respondió, “seco”.

— Jaja, ahora lo sabes.— dijo con una sonrisa.»

Mantenía en su mente aquel momento, le hubiese gustado continuar con el tema pero las ordenes que esperaban llegaron recordándole con quién y dónde estaba.

Entró y aprecio más flores que se encontraban ahí, rosas, jazmines, tulipanes y algunos árboles que se alzaban orgullosos. Todo un espectáculo.

Cuando volvió a mirar al frente se topó con la causa de sus tan desordenados pensamientos.

Ryuunosuke Akutagawa.

¡Estás enamorado!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora