Un mundo furtivo

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Estaba rodeada.

Aquella indefensa niña estaba rodeada, ¿Qué eran esas personas que la veían con un rostro que desencadenaba un desprecio profundo que ella aun no conocía?-Pero si ellos también tienen alas, ¿Por qué me miran así?-Por una sola gran pero pequeña diferencia. Sus alas estaban tatuadas...


Habían pasado 13 años desde ese día y aun tenia esos recuerdos borrosos pero presentes. Un cuarto solitario como un calabozo que solo encierra cuatro paredes, un pequeño espejo y una puerta―cerrada sin más―. Era una prisión.

Un día más, una hora más, un minuto más, para ella todo era desconocido, desde aquello... todo era, por así decirse, anónimo he incógnito.


- ¿Qué es vivir?


Ella se lo preguntaba constantemente cada que oía voces vacías al otro lado de la gran fría y tenebrosa puerta que encabezaba la alcoba y que al mismo tiempo mantenía cerrado el cuarto donde se aguardaba.


- ¿Por qué me han hecho esto?


Sus preguntas habían seguido fluyendo pero en realidad todo parecía más complejo de lo normal. Durante esos años no había experimentado nada y ya no recordaba lo que había sucedido antes de aquel día


- ¿Tengo padres?, ¿Por qué me han encerrado?- miro sigilosamente sus alas- ¿Qué soy?.....


Preguntas vacías sin significado. Sin respuesta. Eran dudas que, en ciertas ocasiones, ella pensaba que resultaban un tanto oscuras.


Era lo único que ella conocía. La oscuridad


No tenía siquiera un nombre que recordara para ella misma, su existencia era como la nada.


Se miraba al espejo cada que empezaba a olvidar como era ella pero no se miraba a si misma sino que miraba aquellas voluminosas alas negras que sostenía en su pequeña espalda; eran de un negro más profundo que cualquier cosa oscura que había sido creado, pero con unas marcas blancas que opacaban esa descripción. Eran tatuajes. Se veían como naturaleza blanca naciendo en unas alas; formas elegantes de espirales blancas que tatuaban ese negro profundo. Ella lo comprendió solo después de unos cuantos años de ser encerrada en aquella prisión.


No eran normales.


Absolutamente todos observaban sus alas con desprecio, agradeciendo que las suyas fueran totalmente blancas. Nadie tenía siquiera un pequeño parecido con sus alas y siempre que las veía,hasta para ella eran completamente misteriosas.


Durante el transcurso del día había tiempos en las que se abría la siempre cerrada puerta, una luz entraba y cada día una persona diferente traía en sus manos lo que aun la mantenía con vida. En un frió pedazo deforme de hierro llevaban consigo un trozo de pan―igual de duro que siempre―, un vaso de agua y una comida que sería imposible de nombrar porque eran más sobras que comida.


Esta vez entro una mujer joven. Todos hasta ahora eran viejos amargados que la miraban como si sus ojos fueran estranguladores expertos, señoras con una expresión de asco en sus rostros y guardias; unas personas sin una pequeña e indefensa expresión en su fría cara.

Alas tatuadas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora