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Vladimir.
El olor a lluvia me pone a respirar hondo, el pecho se me estremece y debo cerrar los ojos varias veces pasando el mal sabor que genera todo esto. Los recuerdos, el gentío y el alcohol promedio. Armo dos líneas de polvo blanco en el dorso de mi mano, tapo uno de los orificios de mi nariz e inhalo con fuerza avivando lo que me mata desde adentro. En la monarquía de la mafia roja se nace siendo malo, tu sonajero es el puñal que manda a hacer el Pakhan, cosa que tiene más peso cuando dicho sujeto es tu padre quien ahora es la cabeza más grande. La palabra "Lástima o compasión" no existe en mi entorno al ser el heredero de la Bratva. Con 20 años ya tengo una promesa, un sello y un juramento siendo el underboss, el cachorro del león. —Esta cultura norteamericana es bastante interesante —comenta Salamaro a mi izquierda. Reparo el atronador ambiente de la discoteca que está en medio de una fiesta de disfraces. Salamaro viene de una familia de consejeros y el clan lo puso a medirme con el fin de saber si puedo o no ser como mi padre. —Pensé que solo Sodom era tan liberal —se lleva el borde del vaso a los labios. Las mesas cuentan con cortinas que las convierten en sectores privados. El alcohol se reparte como agua al igual que los preservativos. Mi presa está en el área. Los amigos la sacaron de Phoenix como tanto requería y ahora tengo ganas de dejar que mis hombres la torturen antes de llevarla a Rusia. Uno de los Voyeviki (soldados de la bratva) Mueve la cabeza indicándome su sitio y mastico la goma de mascar observándola desde el balcón del pub. No le he visto la cara, pero está agitando los brazos con dinamismo como si estuviera en la mejor fiesta brillando con un vestido de lentejuelas. —Su energía me llega hasta acá —habla Salamaro, y por un momento me olvido de lo que me estremece el pecho. Salta, baila y canta dejando que le empinen la botella. Puedo enviar a mis hombres a que la apuñalen, pero la muerte es algo demasiado simple cuando de venganzas se trata. No voy a matarla, pero sí a mal herirla en el nombre de mi tía. —Esperen aquí —dispongo bajando el pasamontañas negro que solo deja entrever mis ojos y boca. Me acomodo el cabello y corro la manga de mi camisa escondiendo el haladie de doble filo que le atravesará el abdomen. La mayoría tienen las caras pintadas, cuernos, sombreros y ropa colorida. Camino despacio para no levantar sospechas cuidándome de que no me toquen, de que las mujeres no me unten su sudor de puta. Varias detallan mi atractiva contextura, pero da igual cuando se es alguien como yo, cuando desde los 15 dejas de ser una persona normal, un ser con vida y solo vives para matar, para ser como tu padre. Me voy acercando compartiendo el pensamiento del Boss y es que nos hubiese gustado raptar a la otra hermana, a la que estudia medicina. Emma es la que menos vale y tengo la creencia de que le estoy haciendo un favor a la familia. Sigo caminando, la discoteca está en todo su furor. «Plebe», fracasados con vidas mediocres que no entienden ni saben el verdadero significado de la palabra poder, no saben lo que es dominar con miedo. Quedo a pocos pasos. La puberta se mantiene de espaldas con traje de bailarina, muñeca o no sé qué traje basura carga, pero alguien me empuja atrás y de la nada estoy frente a ella que se volteó dejando su cara a centímetros de la mía. Su olor me hace retroceder, esa mezcla de loción frutal cala en mi olfato haciéndome apretar la mandíbula.
Salta agitando el cabello antes de plantarse frente a mí posando las manos en mi cuello. El ambiente nos acorrala, quiero quitarle las manos pero no puedo moverme. Su aroma es exquisito y por un momento siento que mi corazón late a un ritmo normal, ni demasiado lento, ni demasiado rápido. Se ríe, empina y nuestros labios se tocan con un beso suave que me toma desprevenido. Las luces parpadean, todo el mundo grita y mi único impulso es empujarla odiando su insolencia cuando desata imágenes de mi pasado las cuales odio evocar. —¡Qué disfraz más original! —grita. ¿Disfraz? Sigue saltando muerta de la risa mientras yo me he quedado petrificado. Su boca entreabierta me da sed y no sé por qué me abalanzo en busca de otro beso el cual ella corresponde. Sujeta mis manos las cuales toman su cara profundizando el momento, el calor es agobiante y su pelvis se contonea contra mí avivando el deseo que no he experimentado desde los 14 años. Sabe bien y su espíritu está tan vivo que siento que estoy besando a cuatro mujeres en una sola. Nuestras miradas se enlazan y vuelvo a besarla, dos, tres besos más que nos han dejado quietos en medio de la pista disfrutando de la química imparable que desprende. Mi verga ha cobrado vida, cosa que me hace tocarla extrañado. Mis pensamientos solo están en ella y no sé si es el psicoactivo o el ambiente, pero algo se me atora en el pecho entumeciendo mis extremidades. Los besos suben de tono estorbando la pista y mi instinto masculino la sujeta de la mano llevándola al privado que me dejara terminar la tarea. Cierro las cortinas y en vez de sacar la hoja filosa que le atravesará el abdomen, vuelvo a colgarme de sus labios subiendo el vestido y cayendo con ella en los cojines de terciopelo. Es delgada, lo que me permite abrazarla en tanto ella mueve las manos a lo largo de mis costillas. Un besuqueo caliente que le saca la pelvis varias veces llevándome al desespero. No sé qué estoy haciendo, por qué no la he apuñalado y por qué mi pene yace duro si...
Acaricia mi torso y sujeto su muñeca cuando intenta tocarme en donde no debe. Mi pecho ahora es un galope sonoro que truena en mis oídos con los recuerdos difusos que me agobian... Evoco una tormenta, granizo, relámpagos, jadeos y... Noch Prizrak. «Noch Prizrak: Espectros de la noche» Rápidamente le quito las bragas con una sola mano sacando mi miembro erecto que unto en medio de sus pliegues mojados, me entrega un preservativo el cual coloco con afán. Su nerviosismo se mezcla con el mío mientras miles de voces llenas de recuerdos invaden mi mente... Frustraciones, miedos, desasosiego. Los ojos me arden al igual que la nariz asomándome las lágrimas, odiando los espectros... Esa noche, ese instante, ese momento... Aprieto los párpados sujetando el tallo de mi pene enfundado en látex mientras ella une nuestras mejillas rozándose como un animal pequeño. Está inquieta y yo también, ambos compartiendo el mismo brío. Echo la pelvis hacia adelante y sus dedos se envuelven en mi camisa con fuerza, su barrera me lastima. El pequeño gemido cargado de dolor es un sonido extraño en medio del calvario que se desata en mi cabeza. No deseo oír su llanto ni sus quejas de primera vez, así que me apodero de su boca azotando su lengua con la mía en tanto mi pene se esfuerza por entrar, por romper y quebrantar aquello que no me da vía libre. Duele y arde, así que con un fuerte empellón me abro paso disfrutando de la estrecha vulva que aprieta mi capullo. La siento pasar saliva, sin embargo, se contonea un tanto incómoda. No me detiene, quiere esforzarse sin entender que no tiene que hacerlo ya que llegar hasta aquí ya es demasiado, ya es un premio, una garantía para quien ha venido a matarla y tal vez lo haga mientras la folla. Sigue siendo doloroso e incómodo para ambos y por ello seguimos con los besos que solo me reiteran el gran error de todo esto. El león nunca folla con la presa. Le echo mano al haladie el cual alzo mientras ella mantiene los ojos cerrados... Tengo que hacerlo, es
necesario... Entreabre los labios acariciándome el brazo con ternura comportándose como si fuera especial, pero no lo es. Sonríe tratando de quitar el pasamontañas y saco mi pene mientras mi mano sujeta su garganta con dureza obligándola a forcejear. Se retuerce, patalea, pero mi agarre la inmoviliza forzándola a perder el conocimiento. Apoyo las palmas en ambos lados de su cara, tiene una mariposa dibujada en el lado izquierdo, los labios pintados de rosa y unos pendientes con forma de corazón. Pese a estar dormida sigue emanando una avasallante energía, podría jurar que tiene un reflector escondido en algún lado ya que nadie emana tanta luz. Me limpio la punta de la nariz quitando el preservativo y me acomodo el pantalón La maniobra no durará mucho así que rápidamente me levanto, tapo sus partes y tomo su brazo pasándolo alrededor de mi cuello sacándola como si estuviera ebria. El psicoactivo y la descarga me tienen aturdido y lo primero que hago es entregársela a uno de mis hombres cuando estamos afuera. ¿Por qué lo hice? Nos movemos a una fábrica de telares abandonada y estando allí me quito el pasamontañas. Las hebras rubias se me han pegado al cuello mientras que su loción sigue en mi nariz aumentando mi ansiedad. Vuelvo a inhalar la droga queriendo matar este momento, sin embargo, lo que consigo es la euforia que me hace bajar los telares cuando el alucinógeno me encierra, cuando la luz y la dulzura se van devolviéndome al oscuro container. Mis puños se estrellan contra las latas de las máquinas hasta que sangran con aquellas voces en mi cabeza... Una tormenta, un grito, un tiro y la cara de mi madre... Recuerdos dolorosos que nunca me van a dejar en paz... Procuro recomponerme queriendo fingir que nada pasó, aunque mi pelvis esté untada de su sangre, aunque su canal haya provocado mi derrame. —Ya despertó, señor —avisa uno de mis hombres. Vuelvo a colocarme el pasamontañas yendo tras él. —¡Hola! —oigo cuando entro a la sala donde está— Señor secuestrador, ¿Puedo hacer pipí? No me dejo ver, paso rápido entre las columnas ubicándome junto a Salamaro que se mantiene detrás de un vitral, el moreno me mira cuando la puberta suelta una sonora carcajada. Yace esposada a una silla con una bolsa de lona en la cabeza. —¡Oigan, en serio, no quiero una infección en la vejiga! —se queja— ¡Es molesto! —¿Crees que esto es un juego niñita? —pregunta uno de verdugos quitándole la bolsa de lona por detrás— Te vamos a sacar los intestinos. —Haberme dicho que tenía que cagar antes —contesta— Ahora se llevarán una mala imagen cuando ensucie todo esto de mierda. Echo los hombros atrás con la rabia que me corroe, ¿Qué se cree? ¿Qué somos sus payasos? La mano oscura de Salamaro súplica calma. —¿Sabes quiénes somos? —la encara uno de mis hombres y ella bosteza. —Eh... ¿Los Power Ranger? —contesta— Algo me dice que tú eres el rosado... ¡Oigan, el Dj después de medianoche...! El entierran un puñetazo que le corta las palabras. —Ok, ya no es gracioso —alega. —Tenemos un mensaje para tu hermana —habla el antonegra— Lo grabaremos para que le llegue en HD... Vuelve a bostezar y la toman del mentón. —Le vas a decir que por matar a Sasha, nosotros te llevaremos a ti. Que estas son las consecuencias de... —¡Oh, espera un momento! —lo corta— Capté que por matar a una tal Lupe, ¿Qué era lo otro? Meneo la cabeza en señal de negación mientras el voyeviki empuña la mano conteniendo las ganas de destrozarle la cara. —Dejaré que mi colega te muela a golpes. Se aparta y los pasos de Weston retumban al acercarse, reparo sus gestos buscando miedo, pero ella sella los labios como si estuviera conteniendo la risa... Inevitablemente mis ojos detallan el rostro aniñado, el cabello desordenado, la nariz pequeña y los labios medianamente carnosos. Su carcajada me saca del trance y vuelvo a mirarme con Salamaro que está igual de confundido. Weston está en el umbral con cámara en mano y ella no deja de reír. ¿Qué mierda se fumó? Esta mal de la cabeza. —¡Perdón, perdón! —trata de controlarse— Es que estaba esperando a alguien con un puto triciclo al estilo Saw ¡Qué falta de originalidad! Ya veo por qué el que me desfloró fue disfrazado de secuestrador. La vuelven a golpear y no deja de reír ni cuando la toman del cabello con el labio roto clavándole la cámara en el rostro. —Rachel —habla el Antonegra mientras el otro graba— Mira lo que tenemos aquí, a tu hermanita...Salúdala linda. —¡Hola cielo! —ella sigue la corriente mandándole un beso— Los Power Ranger me secuestraron... Le ponen un cuchillo en la garganta. —Tenemos un mensaje para ti. —Me trajeron aquí porque mataste a una tal Lupe...—empieza. Me doy la vuelta enardecido, ¡Me está tocando las pelotas! ¿Cómo se supone que voy a enviar un mensaje así? —Emma —volteo cuando el voyeviki ejerce más fuerza— Solo buscas que sea más tortuoso. —¡Claro que no! —espeta— Y para que veas voy a terminar con esto. Mira a la cámara. —Raichil, estos me secuestraron, esposaron y quieren venganza porque mataste a no sé a quién, pero no te preocupes —declara— Ya solté las esposas y voy a patearle los huevos. —¿Qué...? Quedo estupefacto cuando empuja y se levanta de un momento a otro clavándole la silla al antonegra en la cara. Salamaro desenfunda su arma y lo detengo por inercia. No puede matarla y una puberta no va a acabar con dos ejecutores. Él que la sujetaba blande el cuchillo y ella lo evade con sutileza mientras el otro se repone. Intenta correr, la atrapan y lanza un codazo antes de dar una voltereta escabulléndose fuera en nanosegundos. Emprendo la persecución sin dejarme ver, Salamaro viene detrás y ella llega a los telares. —¿Carnada facil? —sacude la cabeza— ¡Con ustedes, Emma James, señores! Patinadora, recluta e hija de un renombrado general. Los hombres se le van encima y da otra voltereta como si estuviéramos en un circo. ¿Como carajos...? —En la pista de hielo se ve más bonito —se burla evadiendo y trepando a las máquinas gigantes que llevan a la única salida viable y es ahí cuando saco mi arma lista para matarla, pero mis disparon son más para asustarla que para aniquilarla... Salamaro me alcanza y su cuerpo desaparece en la ventana rota que da a la calle. Los Voyeviki salen disparados con Salamaro dando apoyo y doy vueltas en el sitio esperando que la traigan. Escucho disparos, gritos y después de unos minutos mis hombres vuelven con las manos vacías. —La perdimos, señor. He aquí la ley «No subestimes al enemigo» Su maldito perfil me la muestra como una inservible. Resoplo hundiendo las manos en mi melena, ¡Se me acaba de ir como la arena entre las manos! —¡Calma Vladimir! —pide. Pero no, yo solo estoy analizando el descaro y la locura de esa puta. La mandíbula me duele cuando la aprieto con demasiada fuerza, siento una horrible opresión en la garganta al punto que debo separar los labios para darle paso al aire.
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BOSS
RomanceEs un trabajo de fan para fans No quito credito a la escritora Eva Muñoz, de hecho pueden comprarlo en booknet pero existen personas de menor edad como yo que no pueden comprarlo. Saga pecados placenteros