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Ilenko.
¿Quién como Sonya? Nadie, nadie como la rusa de cabello cobrizo y ojos ámbar que acaricia el cabello de Maxi y le da un beso a Vladimir. —Otro —le pide el niño rubio—. Madre dame muchos más, por favor. Lo consiente y él no deja de abrazarla haciendo que Maxi también se una al momento buscando atención. —Te amo madre —le dice Vladimir y ella sonríe con esa frescura la cual hace que la amen más. Observo mientras Sasha se posa a mi derecha recostando la cabeza en mi hombro. —El amor, el amor —dice risueña—. Nunca la dejes ir porque te aseguro que a nadie verás como la ves a ella. La rusa fue mi primera mujer y creo que mi primer todo. Sasha va por Maxi y Vladimir mientras Sonya viene a mi lugar abrazándome y bajando las manos por mi pecho en busca de mi hombría. Las insinuaciones me hacen llevarla a la alcoba donde la hago mía, donde dejo que todos se extienda subiéndose sobre mí balanceando las caderas. «Toda una mujer»; es cuatro años mayor que yo, alta, voluptuosa, madura y experta como todas las mujeres de la Bratva. —Tú y yo hasta que el más allá deje de existir —se mueve y asiento dándole la razón.
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Mi vaquero yace en el suelo y mis brazos a cada lado del sofá manteniendo una pose llena de supremacía al tener las piernas separadas con el miembro erecto sobre la playera, en tanto mis pelotas reposan en el terciopelo siendo lamidas por Emma James.
La pequeña lengua deja hilos de saliva sobre mi piel, sus labios semicarnosos rozan la zona sensible moviéndose solo para decir: —No puedo huir, no puedo escapar —lame con las manos atadas atrás—. Lo intenté y ahora recibo mi castigo. Las facciones aniñadas sobresalen más cuando está en modo sensible, en modo de derrota. Lleva dos horas haciendo lo mismo yendo de adelante hacia atrás chupandome las pelotas mientras la miro. No es una mujer de la Bratva, finge ser fuerte más no lo es, solo se aferra a lo imposible negándose a ver la realidad. Atrapo mi arma rascándome el falo con la punta de ella, el cansancio la está tomando y tal cosa se ve reflejada en el tono apagado de su voz. «Quiero dañarla tanto». —¿Te imaginaste tener que chupar para sobrevivir? —inquiero y niega— No, las niñitas de papá no se imaginan eso nunca —me inclino—. Dime, ¿En casa eras una chiquilla consentida? Sabe que sí. Rick James es benevolente con sus hijas y presiento que esta es la más mal acostumbrada. La polla se me contrae mientras ella tiembla con el cañón que sumerjo en su boca cuando no recibo respuesta. Carrespa y tanteo su garganta, follandole la boca con la trampa mortal que en cualquier momento puede soltarle un tiro. —Aguanta —demando cuando hace el amago de vomitar y sigo metiendo el cañón abriéndola hasta donde más puede. Saco cuando no da para más, se tambalea y la sujeto poniéndola a respirar mi aliento. —Sonya —dice deteniendome por un momento—. Te veías feliz con ella en esa foto... Algo se abre dentro, algo grande y cargado de... —Ese nombre está prohibido para ti —la sujeto con fiereza. —¿La amas? La pregunta queda en el aire cuando mi oído percibe a alguien más en el catamarán, suelto a la cría que cae y alcanzo el vaquero vistiéndome rápido.
En mis tierras los hombres grandes solo se dejan tocar por verdaderas mujeres. Le ordeno que se vista ya que sigue en bragas, se adentra en el baño y rápidamente busco lo indispensable. Lo hallo en una de las cajoneras y no espero que salga, voy por ella colocandole la máscara de cuero con broches dorados que solo le deja ver los labios y los ojos, ya que meramente cuenta con dos agujeros para respirar. La ajusto colocando el candado y acomodando el cabello para que sea poco notorio. —Ya sabes cual es el castigo para los que dañan la imagen del Boss, ¿Cierto? —indago. Asiente y me muevo listo para volarle la cabeza a quien sea que ande rondando, ¿Qué van a decir si me ven encerrado con una cría sin matarla? Ella me sigue tapandose con la capota de la sudadera. Sobo el arma quitando el seguro con ella a pocos pasos, una sombra se acerca a tocar y abro antes de apuntar encontrándome con una mujer desorientada, sudada y de piel verdosa. Retrocede con un bebé en los brazos, tiene las botas del pantalón mojadas como si hubiese estado en el agua. Los labios y las venas que le resaltan en los brazos llenos de puntos me dicen una sola cosa y es que es dependiente del HACOC. «La droga de la esclavitud». —Déjeme entrar —mira a todos lados—. Me están persiguiendo. La criatura que tiene en brazos empieza a llorar, la mujer que tengo atrás se mueve de inmediato tratando de socorrer y la dejo solo para impactarla. —¿Qué le pasa al bebé? —retrocede cuando se lo muestra. —¿Quieres cargarlo? —la adicta lo deja en el suelo quitando la tela que lo envuelve— Tómalo, pero ¿Qué me darás a cambio? ¿Éxtasis, Ketamina, heroína? ¿Qué tienes? Nada del HACOC sale bien, la droga desfigura el feto y el fenómeno que carga la mujer no es la excepción con una hidrocefalia bastante notoria. Los componentes malforman o mutan de forma desastrosa y me asquea lo que
veo; extremidades torcidas, retraso notorio, la piel agrietada y ese llanto seco el cual asegura alguna afección en la garganta. Las voces de los antonegras italianos desencadenan el impulso que me hace llevar a Emma dentro. —Niña ¿Qué tienes? —insiste la mujer queriendo alcanzarla— Dame algo y te dejo cargar a mi bebé. Empujo a la adicta una y otra vez hasta que queda contra las barandas. La criatura no deja de llorar y el personal de rapto sube a mi propiedad. —Perdón Boss —se disculpan—. Huyó de los botes. A esta isla traen a todos los desahuciados de la droga; la lepra que no se salva con nada y no le pego un tiro en la cabeza porque los italianos los someten a pruebas con el fin de crear nuevas drogas antes de matarlos y dichas drogas se usan en todo el mundo criminal. Levantan al engendro que yace en el piso llevándose a la mujer, está amaneciendo y aprovecho para sacar a Emma con la cabeza cubierta viéndose irreconocible. Aprieto el paso llamando a uno de los voyeviki de confianza para que se vea conmigo en un punto muerto. —Nunca estuvo conmigo —advierto y el hombre asiente. Cuando eres el jefe puedes decir que el mar es púrpura y se lo creerán—. Llevala a dar una vuelta, caminar era lo que quería ayer. «No puede oler a mí». El voyeviki la pone a caminar y ella voltea a verme, toco mis pelotas recordando la represalia y ni con la máscara pierde esa aura aniñada. Me muevo al hotel donde me baño y me visto; Vladimir no está en su alcoba, Maxi se fue a la playa y el resto no sé dónde permanecen, así que bajo a desayunar al restaurante donde como cada vez que vengo aquí. El establecimiento cuenta con una sola planta con paredes de cristal, se mantiene lleno constantemente y hoy no es la excepción con camareros que no dan abasto con los comensales.
De reojo mi atención capta a la mujer que come ocultando su rostro con un enorme gorro playero. La camisa suelta me deja la mitad del pecho descubierto, mis hombres se ubican estratégicamente para no atosigar mientras que una nigeriana nota la mirada que le dedico y de inmediato pide el mejor puro de la barra trayéndolo a mi boca; es alta, despampanante y con un aire de puta que todo lo da fácil. El restaurante ya sabe mi menú y por ello no tengo que pedir nada. —¿El Pakhan quiere relajarse? —pregunta la mujer de color. —Tal vez. Paso el dedo enguantado por su hombro, pero mi mañana se descompone con la llegada del italiano, líder de la organización, que entra con dos antonegras los cuales cargan la nevera portátil de Vladimir. Despacho a la mujer del puro cuando el italiano se sienta frente a mí dejando la nevera en el suelo. La mafia italiana y la mafia rusa son las organizaciones con más poder; mi relación con ellos es más por negocios y tradición que por otra cosa. —Lo que pediste —desliza el compartimiento con el pie—. Te lo traje personalmente para que no te lleves una mala impresión de los italianos Enarco una ceja, no soy quién para recibir las cosas del Underboss por muy hijo mío que sea. Observo a mi alrededor y hago una seña a mis hombres manejando el vocabulario propio de la Bratva. —¿Lo que pedí? —pregunto—¿Cuándo te lo pedí? —La mucama le informó a Dalila —aclara—. El Boss quiere que traiga a Olimpia al restaurante. El tiempo pierde velocidad cuando cada movimiento a mi alrededor toma importancia. —¿Por qué enviaría a una mucama, Philippe? —indago mientras mi vista periférica capta al mesero que se acerca por mi izquierda con una bandeja en la mano.
El italiano cruza miradas conmigo, es muy obvio, los mensajes mal dados no existen en la mafia. —No te muevas — le pido. El camarero avanza a mi sitio llevándose la mano a la espalda y me pongo en guardia tomando la Makarov que tengo a un costado de la cintura. Es más rápido, pero no más que yo que le envuelvo el cuello con el brazo clavándole el cañón en la sien mientras un arsenal de armas se viene contra mi mesa rodeándome en segundos. «La FEMF». Mis voyeviki y los antonegras apuntan también y mantengo al camarero sujeto reconociendo a la Élite de soldados especiales los cuales se han sabido camuflar solo como ellos saben, «Son una peste». —¡Manos a la cabeza, ruso! —me exige una voz femenina en alemán —. Están rodeados, así que bajen las armas. Suelto la risa llena de descaro con Phillippe al lado quien mantiene el arma en alto. —¿A qué debo el honor Rachel James? —muevo la vista ubicando a la mujer que está en las mesas de enfrente. Su rostro se alza y bajo las grandes solapas del sombrero playero yace la hija de perra más grande de la Fuerza Especial Militar del FBI (FEMF). La mirada azul sobresale acompasándose con esa belleza que envuelve a todos menos a mí. Su doctrina militar no deja de apuntarme. —¿No es aquí la isla de los muertos? —empieza a levantarse— Traje flores para Brandon Mascherano —mira a Philippe antes de posar los ojos en mí— y para Sasha Romanova. —No te equivocas —contesto—, yo ya le dejé flores a Harry Smitch y a Reece Morgan. Activo el detonante que la hace sacar y activar la ametralladora que tiene bajo la mesa. —¡¿Dónde está la viceministra?! —enfurece— Ponte de rodillas maldito hijo de puta y dame lo que vine a buscar o te lleno de balas.
Presiento lo que se viene; la inminente masacre por parte de aquellos que no aceptan que toquen al dueño de la Bratva. —Te voy a decir una sola cosa, puta —inquiero mirándola a los ojos—. Prepárate, porque la puñalada que te voy a enterrar te va a doler toda la vida. Le vuelo la cabeza con un tiro al soldado que tengo en los brazos a la vez que la Bratva desde afuera lanza el explosivo que acaba con los vidrios. La FEMF contraataca y con ello se me vienen encima los hombres que dan la vida por mí. —Se inicia operativo de búsqueda —dice una voz masculina—. Nadie se va sin Olimpia Muller. Rachel James no deja de arremeter sin saber que solo me está bañando en sangre, ya que todas las municiones las absorben mis hombres. El cruce de balas es ineludible matándose unos con otros y yo aparto los cadáveres que me cubren poniéndome en pie mientras ella recarga el arsenal. Es veloz como todo soldado especial, pero eso no evita que patee la nevera portátil que deja la cabeza de Olimpia Muller por fuera. —¡Lo que quieres! —espeto— Aquí lo tienes. Le arrojo la cabeza que impacta en su pecho y aprovecho la distracción de ver a su líder caída para cubrirme detrás de la columna que recibe el ataque que me lanza con ametralladora en mano. Mis voyevikis responden y me muevo a la barra disparándole a los soldados que invaden el restaurante. Desde mi posición observo todo, me quedan pocos proyectiles e intento volarle los sesos a esa hija de puta, pero es imposible atinarle con la maniobra de defensa creada por los militantes que la protegen; está eufórica y Phillipe intenta romperles la maniobra apoyado de los antonegras. —¡Oliviera a tu izquierda! —le grita la perra a uno de sus soldados que se mide con Phillippe en una lucha cuerpo a cuerpo mientras que los italianos luchan con los soldados que siguen llegando. «No dejaré que me metan preso».
Busco una vía de escape acabando con todo lo que se me atraviesa, Phillippe apuñala una y otra vez al soldado que le hizo frente dejándolo en un charco de sangre mientras la FEMF derriba a los antonegras del italiano que busca una salida también siguiendome rápido. Caen tres de mis hombres y debo agacharme evitando los tiros, escabulléndome entre las mesas playeras. El humo arde en mis vías respiratorias y... —Boss —recibo el arma que me dan quedándome en uno de los kioskos. Varias camionetas de la Bratva se están tomando la playa y esa puta desgraciada sale del establecimiento llena de ira. «Ya se le nota el embarazo el cual es fruto del amorío que tiene con la bestia letal que está en la candidatura por el gran puesto». La están esperando y ella mira a todos lados como si me buscara. —Exterminio total para estos mal nacidos —le ordena a los soldados que asienten mientras avanza dejando que le coloquen el chaleco antibalas que la cubre. —Helicoptero listo, mi teniente —le indican y se apresura a la aeronave que desciende preparándose para recibirla. Trepa y mientras se eleva la veo preparar la GAU -8- Avenger que inicia el ataque desde el aire derribando barcos, botes y establecimientos. Actúo corriendo al puerto, la milicia se tomó la isla y desde los distintos edificios la organización intenta defenderse mientras que por mi parte me valgo de los rusos que me siguen. —¡Armas al suelo y manos arriba! —piden las distintas aeronaves de guerra soltando proyectiles. Corro y salto a uno de los barcos militares adueñandome de este con mis hombres; los soldados se defienden, pero los voyeviki atacan dándome el mando. Tomo el control de la cabina maniobrando las palancas que mueven el cañón que tengo al frente, las cámaras enfocan a lo que le quiero disparar y acciono soltando el proyectil que atina al helicóptero de la perra que no deja
de disparar desde el aire. Evaden el primero queriendo huir y suelto el segundo logrando que impacte en la cola. Trata de planear, pero se termina yendo al suelo desplomándose en la arena. —Eurocopter EC665, caído —reconozco su voz en el radio «Aparte de puta como que también es inmortal»—. Solicito refuerzos para atacar por tierra. Giro nuevamente el cañón y arremeto contra dos navíos militares masacrandolos con su propio arsenal.
┉┅━━━┅┉ Minutos antes. Emma.
No hay forma de quitarme lo que tengo en la cara, por más que lo intento parece adherida a mi piel. El candado no lo puedo romper, el calor me sofoca y los pies me pesan con tanta caminata bajo el sol. —No soporto esto —me quejo tratando de arrancarla en medio del desespero. El verdugo me toma de la sudadera oliendome como un animal antes de entrar al hotel. —¿Con quién estabas? —pregunta— ¿Con quién pasaste la noche? —Con el Boss... —me lleva la cabeza contra la pared con una fuerza brutal la cual me hace cortar la oración. —Nunca has estado con él, gusano —espeta seguro—. Por ello dime, ¿Con quién estabas anoche? La verdad muere en mi boca ante el miedo de que pueda quebrarme el cráneo. —Contigo —contesto. Afirma satisfecho guiándome a la puerta principal, insisto en quitarme la máscara, pero es imposible «Siempre remplazan una tortura con otra». Los
analgésicos quitaron el dolor abdominal; esa mera pildora me la hicieron pagar poniéndome a lamer las bolas del hombre que me mandó a secuestrar. Tomo la escalera con el torturador y estando en el pasillo el Underboss sale de la alcoba con dos de sus hombres. —Vlad, quítame esto por favor —le pido y él sujeta mi brazo queriendo que lo siga. —¿Ibas a huir con el médico? —indaga — Tú, una esclava sentenciada por un Romanov... —No—le explico—. Él me sacó a la fuerza y luego me forzó... Uno de los verdugos abre las puertas del ascensor, pero el otro le dice a Vladimir que se detenga. Fuertes pasos se oyen abajo y de la nada una ola expansiva me manda atrás con el proyectil que impacta a metros de mis pies separandome del rubio. Hay un enorme hueco en la pared y un helicóptero sobrevuela la zona. —Fuerza Especial Militar del FBI —se identifican a través del altavoz— ¡Armas al suelo y manos a la cabeza! ¡Esto es un operativo de rescate! Siento que me conectan un reanimador el cual suelta toda la energía «Al fin». La demora no me importa, han venido por mí y por ello me levanto con la fuerza de un rayo mientras que Vladimir se enfrenta a los agentes que se toman el pasillo. —¡Ayuda!—intento quitarme la máscara mientras corro hacia uno de los soldados, pero este me apunta con el arma haciéndome caer con las manos en la cabeza— Soy inofensiva y no estoy armada... Los hombres de la Bratva les hacen frente, el soldado lleva el dedo al gatillo y no me queda más alternativa que huir por el otro lado evitando una bala. El fuego cruzado se torna violento y me uno a los que escapan logrando salir por la parte de atrás. El bombardeo afuera es atronador; fuego, misiles, arena y cuerpos en el suelo.
—¡Ayuda, por favor! —le grito a los hombres de negro, pero están tan concentrados en el combate que no me escuchan— Soy Emma James y fui secuestrada... Le digo a uno y cae siendo derribado por la italiana, familia de los Mascherano. Me apunta a mí y empiezo a correr, sé que viene detrás y la única salida que veo es sumergirme en la multitud que está siendo llevada no sé adónde; el olor que emanan me marea y los gritos me ensordecen siendo sumergida a un área desconocida junto al mar de personas. Unos se estrellan contra las paredes y los chillidos salen llenos de dolor; hay enfermos y heridos sumergidos en la maldición llamada HACOC. Tiran de mi sudadera aquí y allá, me pisan mientras rebuscan en mis bolsillos como si tuviera la cura de su malestar. No puedo permitir que la FEMF pierda tiempo buscándome, siendo masacrados por mi culpa. —Calma —pido. Tengo que salir de aquí, mi hermana ha venido por mí y sería una estúpida si me rindo estando tan cerca— ¡Vamos a salir de aquí! Me muevo encontrándome con un par de rejas, el olor a carne incinerada es insoportable y hay un letrero que indica a qué hora sueltan los gases tóxicos en cada calabozo. Y no es solo uno, son varios llenos de personas perdidas que no tienen idea de nada. Sacudo los barrotes y empiezo a estrellar mi cuerpo contra el hierro recordando a los prisioneros que intentaron armar el motín. El óxido del metal cae sobre mí avisandome que no es tarea de una sola persona. —¡Vamos a hacerlo todos!—pido—. Si actuamos al mismo tiempo las rejas van a ceder. Centro a varios, les cuesta captar, pero insisto pidiendo calma. —¡Si lo hacemos al mismo tiempo vamos a salir de aquí! —reitero— Miren lo que hago, esta es la solución... Les muestro y uno me sigue. —¡Si, así por favor! Más —animo—¡Necesitamos más!
Cuatro más repiten la tarea y se unen ocho; luego diez hasta que tengo a veinte personas empujando con fuerza. Los brazos se me maltratan, pero no me doy por vencida hasta que el hierro cae dejando a la vista un pasillo oscuro. —Bien —empiezan a salir en manada y me voy a los otros calabozos indicando cómo deben hacerlo, tardan en captar, pero se esmeran y voy a las tres celdas faltantes. El llanto de un bebé me distrae del caos. —¿Quieres cargar a mi bebé? —preguntan en uno de los rincones de la celda— Tenlo. «Es la misma mujer del Catamarán». —Si —se lo recibo—, pero eres su madre y debes cuidarlo. Así que ven conmigo. Tiro de su mano mientras que con la otra sostengo a la criatura que llora, la multitud nos absorbe y la mujer me suelta desapareciendo de un momento a otro. Todos están desesperados, desconsolados y perdidos. El bebé no para de sollozar, no hallo a su madre y una pequeña luz de esperanza se enciende cuando veo una sala diferente en lo más hondo de los pasillos. Corro a ella y cruzo el umbral dejando que los dependientes me sigan. El sitio es gigantesco y hay una pequeña ventana de acero la cual no se puede abrir mientras que a mi derecha un enorme vidrio cubre la mitad de la pared mostrando otra sala con paneles y sillas de oficina. Tanteo el metal del vidrio probando si se puede romper y no... Volteo queriendo buscar otra solución, pero como si la sangre llamara, echo un último vistazo atrás al tiempo que mil y una emociones toman mi cuerpo cuando varios soldados de negro se toman la sala que esta al otro lado del vidrio. Uno de ellos se quita la careta anti explosiva y los ojos me escuecen al reconocer a mi hermana. —¡Raichil! —dejo la mano en el vidrio mientras las personas atrás lidian con su caos — ¡Rachel!
Grito mientras ella se quita el chaleco antibalas dibujándome una sonrisa al ver el progreso de mis sobrinos en su vientre. Irradia esa belleza que nunca la abandona y no puedo estar más feliz. Da la vuelta discutiendo con otro soldado. —¡Rachel! —vuelvo a gritar estrellando el puño— Rachel... Habla y capto por el movimiento de sus labios lo que dice recibiendo el primer bofetón de la realidad, «Fallamos en el rescate de Olimpia y por nuestra tardanza la FEMF perdió a uno de los mejores». Aprieto el puño, ¿No vienen por mí? «No importa» si vino o no por mí, lo importante es que está aquí. Para donde se mueve y me muevo clamando su nombre para que me escuche, pero ella solo repara el entorno como si estuviera asimilando lo que es, «Una aberración de tortura para los seres humanos»; eso es lo que es este sitio. La mano me duele de tanto estrellarla contra la superficie. Paro cuando ella queda frente a mí mientras uno de los soldados se va al otro lado de los paneles, mi hermana entierra el puño y una luz roja sube y baja rápidamente. —158 cuerpos en la fosa —avisa una voz de la nada. —¡Rachel! —me desespero cuando me da la espalda—¡Hay un bebé aquí! Ayúdame a... Mi hermana mira a su compañera y esta baja una palanca la cual sella las puertas de mi sala mientras el gas avasalla el lugar. Las llamas se alzan y no reconozco a la teniente James, la cual se coloca el chaleco y la careta tomando su ametralladora antes de abandonar el sitio. «Ella es un engendro en plena metamorfosis». El calor me absorbe y yo me niego, «Es un error» me digo, «Los rusos mienten». Después de mamá y papá, mi hermana es la mejor persona que conozco. La sala queda sola y los primeros quemados sueltan alaridos llevándome contra el rincón mientras trato de proteger al bebé malformado que yace en mis brazos. Empiezo a marearme y lo acuno para que las llamas me consuman a mí y no a él.
Tengo algo atascado en la garganta, ¿Nostalgia?, ¿Decepción de mí por soñar tanto? Aprieto los párpados negándome a ver a aquellos que mueren en el fuego. —¡Emma! —gritan— ¡Emma! Busco la voz en medio del humo, apenas puedo ver que la puerta de la ventana está abierta y el Underboss está entrando por ella e intenta quitarme el bebé, sin embargo, me rehúso. Las llamas empeoran y me saca a las malas encaramándome en la pared, caigo de espaldas al otro lado y él cae poco después cerrando la puertecilla de acero. Dos torturadores me levantan y corro con Vlad esquivando las palmeras y las hojas en llamas que caen de ellas. Uno de los torturadores me toma fuerte del brazo mientras yo sostengo con fuerza al bebé protegiéndolo con mi pecho. Nos dirigimos al puerto pero en el camino se nos atraviesan dos soldados que mueren en manos de la Bratva. La huida continúa, me adentran al puerto y me hacen subir a un barco el cual alberga al resto de los Romanov. Cedric está en la cubierta pálido y con una venda improvisada en la mano. Todas mis heridas ahora son por dentro y duelen al punto de que me llevan atrás queriendo huir de este destino asqueroso que nunca he merecido. Recuesto la espalda en la pared dejándome caer al lado del material básico del navío. Vladimir aparece sentándose a mi lado, mira lo que tengo en los brazos detallando como quiero consolarlo absurdamente ya que no puedo consolarme a mí misma. —Da asco como tú —dice y niego—. Esto es una lección pequeña puta; una lección que nos exige no confiar en nadie porque amar no asegura que no te apuñalen, el que no te hieran y si no me crees pregúntale a mi madre —medio sonríe—. La amaba y mira cómo terminó.
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GAU -8- Avenger: Ametralladora militar. Makarov: Pistola semiautomática rusa. El Eurocopter EC665: Helicóptero militar de ataque.
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BOSS
RomanceEs un trabajo de fan para fans No quito credito a la escritora Eva Muñoz, de hecho pueden comprarlo en booknet pero existen personas de menor edad como yo que no pueden comprarlo. Saga pecados placenteros