Luego del primer encuentro pasó un mes. Según el encargado del local donde lo había encontrado, simplemente se había esfumado. Lautaro era bueno para esconderse, lo sabía por experiencia propia, sorprendió a Valdivia varias veces y también a Cerrín.
Ese nombre, Cerrín. Cada vez que lo recuerdo se me retuerce el estómago.
Lo conocí de la peor manera cuando recién estaba reclutado por los Tempus, un hombre sin Dios ni ley, guiado sólo por sus instintos y carente de sentimientos, en otras palabras un monstruo, pero uno de verdad malo, no como los de los comics.
Pasado aquel mes, Lautaro volvió a parecer en el negocio de Ñuñoa. Recibí rápido el llamado del dueño, había pagado para eso.
Al llegar a la esquina, me refugié en el negocio del lado donde venden licores. Lo contemplé despacio, callado, como cuando estas frente a una presa extremadamente escurridiza.
Cuando tomó su moto y enfiló por Manuel Montt hacia el sur me interpuse en su camino. Me esquivó con la gracia de un piloto de carrera.
Quedé frustrado en la mitad de la calle con los autos tocándome sus bocinas. Estoy seguro que me ruboricé, sentí el calor en mi cara.
Al llegar a la vereda, crucé al negocio de los licores. Pedí mi vino favorito, pero estaba descontinuado, claro, eso pasa cuando has vivido tanto, pero Lautaro no era un Tempus o un mestizo como Arturo. No tenía idea como había llegado al siglo XXI.
Estaba mirando otros vinos, cuando su voz me sorprendió por detrás del hombro.
-Gracias a ti, me fui hospitalizado. No me había sentido así de confuso desde el episodio.
Estuve un mes en cama y en el Hospital Psiquiátrico más encima, que no es precisamente un hotel -
-Lo siento, no era mi intención. Sólo quería mostrarte tu verdadero yo- dije apesadumbrado. La vida le había dado una nueva oportunidad y yo lo anclaba al pasado.
-Tranquilo. En el hospital comencé a tener sueños, pesadillas más bien. Algunas veces era un jefe que hacía la guerra a soldados españoles y en otros luchaba junto a ti. Cuando despertaba sentía que tenían algo de real hasta que le pedí a mi psiquiatra el Dr. Salinas que suspendiera mis medicamentos-
-Al principio no estuvo de acuerdo, tenía miedo que hiciera un brote del cual no pudiese volver, pero nunca pasó. Al final me dió el alta insistiendo en que retomara el tratamiento. Le dije que por ahora no lo necesitaba y me dijo que si era necesario lo fuese a buscar. Es un buen hombre y un buen médico-
-Hablas del "episodio"- dije intrigado
-El episodio es como comenzó todo esto. Antes de eso en mi mente sólo tengo estas pesadillas y de pronto abrir los ojos atado a una camilla en la urgencia del Psiquiátrico. De eso hace ya tres años.
Me miraron el camillero y el Psiquiatra. El Dr. Salinas me explicó que me habían encontrado de noche, cerca de la estación de buses de La Paz hablando en algo que parecía Mapudungun. Al parecer cuando los inspectores quisieron ayudarme, los agredí-
-O sea sólo apareciste- dije aún más intrigado
-Algo así, supongo. Pasé algún tiempo en tratamiento y comencé a hablar en castellano. Al principio sólo entendía, después de una semana ya lo hablaba. Pasé varias tardes con el Doctor, decía que era un caso distinto, complejo.
Estuve mucho tiempo entendiendo la vida moderna, los autos, los celulares, internet, en fin-
Me dijo que mi delirio estaba bien construido, sin fisuras. Me preguntó quienes eran los Tempus-
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Arturo Aravena: La Guerra Civil
Historische Romanehistoria complementaria de la trilogía de Arturo Aravena