Martes: Botas

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Martes: Botas

Un sonido espectral sacó a Asami de su agradable sueño con cierta castaña ojiazul en baby doll. Se sentó, dejó la blusa de Korra que estaba abrazando y restregó los ojos para tratar de espantar el sueño fijándose que eran las 03:00am... La hora que Bolin decía era cuando los espíritus malignos entraban a tu alcoba y se robaban tu alma... y tus galletas de col rizadas... pero que va, esos eran mitos, puros cuentos para asustar niños.

Sin embargo, al escuchar nuevamente el sonido extraño, toda la piel de porcelana de la CEO se erizó.

—Calma Asami, eres una mujer de ciencia, así que busca la causa factible que produzca ese ruido y no caigas en temores irracionales. -se retó a sí misma y comenzó a analizar de dónde venía aquel espeluznante sonido- ¿Será el viento contra las copas de los árboles? ¿El ulular-maullido gatos-búho? ¿Espíritus normales sin tendencias malignas o cleptómanas? No, eso era más como un... un...

"AUUUUUUUU...."

—Sí, definitivamente es un aullido... ¿Qué le pasará?

El sueño se espantó definitivamente ante la preocupación; Asami se puso las pantuflas y bajó las escaleras, dirigiéndose rápidamente a la estancia de Naga y cuando abrió la puerta encontró una visión que le partió el corazón.

La perro-oso polar estaba hecha bolita, lloriqueando y gimoteando mientras entre sus patas delanteras tenía abrazada una de las botas de Korra (Que sabrá Raava de dónde la habría sacado). Entre aquellos quejidos lastimeros, la mascota soltaba aullidos de desconsolados que acongojaban aún más el corazón de la ingeniera.

"La bebé gigante extraña a su mamá..." – pensó Asami, mientras se acercaba a la bestia blanca para calmarla.

—Shh, shh, shh... tranquila linda, ya estoy aquí... ¿qué pasa bonita? -susurró, acercándose lentamente a la cabeza blancuzca y acuclillándose frente a ella.

Naga levantó su mirada, los grandes ojos negros reflejaban la luz de la luna que entraba por la ventana. La mascota gimoteó y movió un poco sus patas, como mostrando la bota que tenía en fuerte agarre, sin mostrar indicios de querer soltarla.

—Hmm... ya veo... -contestó Asami a su respuesta silente- ¿Sabes? Yo también la extraño mucho, pero ella volverá pronto, solo estará fuera por una semana y cuando regrese de seguro te traerá algo muy rico o algún juguete...

Naga gimoteó nuevamente, como diciendo que aún los obsequios no compensan la ausencia de los mimos de su ama. Sorprendentemente para Asami, leer a Naga era como leer a la mismísima Korra.

—Lo sé, yo también cambiaría cualquier cosa por tenerla aquí... pero es el avatar, tiene trabajo que hacer... -al escuchar nuevamente el lloriqueo de la canina, Asami suspiró y se sentó, comenzando a acariciar la mullida cabeza- Lo sé, niña... ya sé, te acompañaré un momento para que te duermas tranquila. Debes recobrar fuerza, más tarde nos divertiremos en el parque Avatar Korra, un día más es un día menos para que nuestra amada Avatar regrese. Así que descansa... ¿Sí bebé gigante?

Naga cerró los ojos y se dejó envolver por las tiernas caricias de la pelinegra, no eran como las de la castaña, pero se sentían igualmente agradables cuando la mujer se relajaba y no mostraba tensión a su alrededor.

Por su parte Asami estaba demasiado cansada y enternecida como para dejarse apabullar por temores. Naga era, además de linda y mortal, fácil de comprender y de querer... igual que su novia. Además, tenía algo en común con ella, ambas querían demasiado al avatar y su ausencia les pesaba en el alma... por eso, por empatía, lo menos que podía hacer por la mascota era brindarle consuelo hasta que se durmiese ¿No?... pero eso nunca sucedió.

No me gustan los perrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora