"Si nos dejan, nos vamos a querer toda la vida, si nos dejan nos vamos a vivir a un mundo nuevo, yo creo podemos ver el nuevo amanecer de un nuevo día, yo pienso que tú y yo podemos ser felices todavía.
"Si nos dejan" – José Alfredo Jiménez / Escena: El bar con karaoke, a voz de Betty y Armando
Hay muchas formas de amor, muchas que conllevan a un juntitos los dos.
Beatriz Pinzón Solano había conocido una en manos de su marido a partir de la admiración y la confianza, de la amistad y el descubrimiento, del desengaño y tormento, del perdón y el comenzar de nuevo al aceptar que se pertenecían en cuerpo y alma desde hace mucho tiempo y no había fuerza humana que los separara.
Esa fue una forma tan definitiva que había aceptado casarse con él a pesar de todo lo pasado, a final de cuentas quería tener la oportunidad de amar y ser amada y el perdón hizo su magia.
La otra forma de amor no romántico pero igual de divino llegó a consecuencia de la primera, llegó de sorpresa, una maravillosa sorpresa que se gestó dentro de ella, una sorpresita que ahora se movía inquieta y que había mantenido a Betty en cama ese día presa del cansancio.
El embarazo le había sentado estupendamente a Betty, su cuerpo lucía divino, con una prominente pancita que sobresalía de toda ella, con sus generosos pechos que aumentaron desde el primer trimestre y que Armando tanto gozaba, con sus caderas ligeramente ensanchadas, pero sobre todo por esa cara permanentemente feliz, esos ojos grandes y brillosos y esa tranquilidad generalizada que emanaba incluso dormida.
Armando se quedó admirándola por un buen rato, ahí, acostado a su lado en la cama mientras arrullaba a su angelito picarón, pensando lo diferente que era su vida y en lo feliz que era y sería.
Estaban en su habitación, esas cuatro paredes donde se habían amado hasta el cansancio, que decoraron juntitos los dos, con sus paredes en tono crema, con una gran cama de caoba al igual que los burós y el baúl a pie de cama, así como una gran ventana que daba al jardín y un baño enorme con tina, así como su vestidor al costado. Era sencilla y sobria, salvo un cuadro pintoresco arriba la cama y algunas foticos de ellos recién casados, tal vez alguna lámpara y sobre la cama, una muñequita parecida a Betty con sus lentes, su capul, suéter y falda tableada que encontró un día y no pudo evitar regalarle a su esposa que casi lloró de la emoción cuando la vio.
Betty se removió en la cama, acostándose de lado cuando sintió un pequeño espasmo, pero no despertó, instando a Armando a acomodarse y abrazarse a ella, a colocar su mejilla pegadita en la de ella mientras colaba su mano debajo del camisón hasta que la posó en su vientre, sintiendo a Camilita moverse con su tacto hasta que cerró los ojos después de un rato.
Así lo encontró Betty cuando despertó a causa de una contracción, pero ésta fue aguda y punzante, una muy diferente a las Braxton Hicks que el doctor le comentó podría tener.
Sencillamente suspiró mientras se giraba en la cama, con todo y mano traviesa debajo de su camisón, sonriendo cuando vio a su marido profundamente dormido a su lado.
–Armando...–musitó dulcemente, acariciando su mejilla hasta que él sonrió.
–¿Cómo sigues mi amor? ¿Descansaron mis princesas? –cuestionó adormilado, buscando sus labios que extrañó pues llevaba horas sin probarlos.
–Si monstris ¿Y tú? –sondeó dulcemente, tratándose de reponer en la cama lentamente mientras Armando se levantaba para ayudarla; hace semanas que no podía solita y la verdad le encantaba apoyarla en todo lo que podía, así hasta que le acomodó la almohada detrás de la espalda y Betty tomó sus gafas.
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Canciones de amor
FanficUn compilación de historias cortas de amor, (tal vez también de desamor y decepción) que han sido creadas y específicamente enfocadas en explorar aquellas canciones que amenizaron, que dieron profundidad o incluso dieron el subtexto que a veces que...