Capítulo 5

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Jungwon ya no se sentía tan seguro de lo que hacía como antes. Él sabía, bueno, él sentía en su pequeño corazoncito gatuno que había hecho sentir mal a Heeseung por algo y el pequeño minino no quería eso. Él quería a Heeseung feliz, no deseaba que terminara corriéndolo de su casa o dejando de darle los besos y mimitos que tanto le gustaban.

También quería seguir durmiendo en su cama. Oh sí, adoraba la cama de Heeseung, pero por sobre todo, le gustaba acostarse sobre este y escuchar los latidos de su corazón. También sabía que el castaño olía muy bonito, porque al olfatear a Heeseung todo su cuerpo se relajaba, eso era bueno. O cuando Heeseung lo besaba, no, definitivamente los besos y cariños de Lee eran la parte favorita de la nueva vida de Jungwon. Y él no quería acabar con eso.

Por su pequeña mente pasaron tantas imágenes de Heeseung echándolo de la casa, quizás su amigo Sunghoon le había dicho algo como que Jungwon era feo o que tenía piojos. Él no tenía piojos, lo sabía porque además de vivir en la calle por un tiempo, él cuidaba mucho sus rizos, ya que eran lo único bonito que encontraba en su anormal forma.

O tal vez... Tal vez Heeseung ya no lo quería por ser diferente. Lo diferente es raro, lo raro es feo y lo feo no le gusta a nadie, así lo entendía Jungwon.

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Una vez Sunghoon se fue de la casa, quedaron solo Lee y su gatito en el sofá, Heeseung estaba algo sorprendido porque Jungwon no había querido sentarse en sus piernas cuando lo llamó, o no le había sonreído en todo el tiempo que Sunghoon estaba ahí, pero eso no era lo importante, seguro era por eso mismo, por la presencia de alguien que simplemente no era de la confianza del pequeño niño y por ello se sentía un poco incómodo.

Cuando el mayor al fin se sentó en el sofá, jaló a Jungwon del brazo y lo sentó a horcajadas sobre sus piernas, logrando que el gatito lo mire algo confundido, hasta que Heeseung atrapó sus labios en un profundo beso y el menor no dudo ni dos segundos en corresponderle. Jungwon amaba con locura a Heeseung, pero Heeseung era extraño y la mente del minino no lograba comprender la mayoría de acciones de su dueño.

¿Entonces Heeseung no estaba enojado? Porque lo estaba besando, y lo estaba haciendo tan bien. Jungwon sintió su cola menearse y sus orejas menearse debido a los estremecimientos de todo su cuerpo, la lengua de Heeseung se movía ya de manera experta por toda su cavidad bocal, por cada rincón de esta, escuchando sus pequeños jadeos, sintiendo las vibraciones de su cuerpo y, si se atrevía a entreabrir los ojos, podía observar con claridad el temblar de las cejas del pequeño. Tan hermoso, tan precioso, tan malditamente violable.

—Ñam—. Un pequeño maullido salió de los labios de Jungwon una vez colocó una de sus manos en el pecho de Heeseung, alejándolo un poco para poder respirar. Las mejillas del menor estaban rojas, ni siquiera rosadas, simplemente rojas, mientras este tenía la punta de la lengua fuera y jadeaba ante la mirada llena de lujuria de Heeseung. Jungwon ya sentía su entrepierna juguetona de nuevo y sabía y comprendía, por los ojos azul ahora oscuro de su amor, que esta vez esto sería diferente que todas las otras veces.

No pudo respirar mucho porque antes de siquiera imaginarlo, ya Heeseung volvió a cazar sus labios con hambre y el minino se derritió por completo, dejándose llevar. Respira por la nariz—, amor—. Le dijo el mayor cuando se separó únicamente para mordisquear un poco el labio inferior de Jungwon, y tras un asentimiento de este, lo besó otra vez, dejando que sus manos bajen hasta el pequeño y duro trasero del menor, acercándolo más a su cuerpo.

En ese instante Jungwon pudo sentir con más claridad que no solo su cosita se ponía juguetona en esos momentos, sino también había algo entre las piernas de Heeseung, ese mismo algo que tenía él y que al rozarlos como lo acababan de hacer, creaba que unas fuertes corrientes atravesaran todo su cuerpo. Eso estuvo bueno, y Jungwon quería más.

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