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—No puedes ir a misiones Rengoku, eres el primer demonio en dominar el sol y probablemente Muzan te quiera capturar —dijo el lider dejando en claro que Muzan desconocia de su estado: la dominación de su única debilidad. —Tu y Tomioka se quedarán juntos hasta que encontremos una solución a esto.

Rengoku agito su cabeza recordando las últimas palabras. Vio el patio adornado con árboles frondoso y bambú, era pequeño pero acogedor y más porque era el hogar de su pareja. Su líder decidió que se quedarían en el hogar de Tomioka, con constante compañía departe de los demás Pilares y cazadores cercanos. Por primera vez en mucho tiempo se sintió seguro aún así mantuvo sus defensas en alto.

—¿En qué piensas? —Sanemi se acercó lentamente. Estaba hablando con Tomioka cuando esté se fue a dormir repentinamente.

—Nada.

Sanemi no insistío y se paró a un lado del rubio observando el patio. No duraron mucho en silencio para cuándo el rubio hablo.

—Yo y Giyu estamos casados ¿Verdad? —Rengoku llevaba tiempo dudando por la reacción de los más cercanos. Le dolía pensar que no era verdad aquello en lo que había creído con todo su ser pero debía afrontar la realidad y de los pocos en los que podía confiar era el hombre que le hacía compañia en ese momento. Sin embargo su silencio confirmo su temor, sin darse cuenta apretó sus brazos que se mantenían cruzados sobre su pecho y su respiración se comenzó a alterar.

El otro se acercó y lo tomo de los hombros con fuerza antes de que colapsara emocionalmente.

—Es solo una teoría, y solo ustedes lo sabrán cuando recuerden sus memorias pero quizás su relación la tenían oculta de todos —sus palabras hicieron que regresará en si y lo vio a los ojos. No estaba teniendo tacto pero tampoco estaba siendo cruel, le brindo una pequeña esperanza de que todo fuera verdad. —Y de no ser verdad se que tú buscaras la forma de que se haga realidad.

Se rio sin querer. El ojos de loco tenía razón sin embargo el agrio sentimiento de que todo estaba siendo una invención de ambos lo torturo por largos minutos.

—¿Le dirás a él? —su pregunta le saco una sonrisa por la preocupación que resaltaba en sus palabras. Negó lentamente y dirigió su mirada al patio.

Por un momento su soporte le reprendio con la mirada. No planeaba ocultar la posible verdad pero tampoco podía decirlo como su amigo se lo había dicho, desconocia de si tal noticia afectaría en su salud a Tomioka y es lo que quería evitar a toda costa. Y el miedo de que talvez se alejaría de él lo asusto. La amenazante mirada hizo que le devolviera la cara y sonrió con pena, él otro entendió y dejo de torturarlo con los ojos.

—Es la primera vez que te veo con miedo —parecio escupir sus palabras. Y entendio, últimamente le echaba mucho en cara su comportamiento que no concordaba con el de su verdadera persona según sus amigos. —Estoy seguro que no te dejará. A si que no estés llorando.

Una carcajada se le escapó. De verdad le agradaba ese tipo a pesar de que tuvieron un inicio conflictivo. Al caer la noche se fue a sus rondas de vigilancia y reprender algunos de rango menor. El rubio se quedó en la habítacion del pelínegro preocupado por su aumento de sueño, no hizo por despertarlo porque de alguna forma sabía que lo necesitaba y no le quedaba más que cuidarlo en silencio. Sus ojos no duraron mucho tiempo quietos pues comenzaron a curiosear la habitación, la piel le picaba por querer conocer más a su pareja así que se levantó y se acercó a los muebles. Un vistazo no aria daño. Inicio con el peinador, pequeño y práctico. El polvo en el delataba el tiempo sin ser usado, abrió el primer cajón encontrando un solitario peine, abrió el segundo y encontro cartas en las que estaba los nombres de sus "hijos" probablemente ellos las habían enviado hace tiempo, abrio el último cajón y encontro una foto. Era vieja y en ella reconocio a su durmiente pelínegro en su niñez y a su lado una chica parecida a el, adivino que era su hermana mayor. Le alegro el corazón ver su sonrisa y ojos que carecían de cualquier preocupación, no menospreciaba sus actuales pero había notado hace tiempo rastro de tristeza y culpa en ellos. A quella imagen sería algo que plasmaria en su mente para siempre, devolvío la foto con cuidado y se pasó a los muebles de a lado. Ropa, no mucha pero ordenada y limpia. Y ocultó con recelo en un cajón una pequeña caja estába bien oculta, no dudo ni un poco en sacarla y abrirla encontrando una máscara de zorro echa de madera, ojos azules y una marea dibujada en un lado. Parpadeo confundido pero una sensación de repudio lo invargo conforme más tiempo la veía.

EL HOMBRE QUE ALGUNA VEZ FUEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora