Prólogo

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—Abuelita, ¿qué hay en esta caja? —preguntó la pequeña niña de seis años, con una caja de madera en manos.

La anciana sonrió con melancolía y recibió la caja, abriéndola.

—Cartas. Solo un montón de cartas.

Sus nietos se sentaron alrededor del sillón donde ella se encontraba sentada y tapada con una manta polar.

—¿Nos puedes contar de quién son? —Ahora preguntó su nieto mayor, hermano de la pequeña. Danielle.

Abrió la caja y el olor a libros más lavanda se hizo presente en toda la habitación. Padres e hijos miraron atentos a la anciana y ella habló.

—Son de mi madre a su esposa. Para ustedes, su abuelita ___ a su abuelita Hange —respondió—. Su abuelita le escribía desde que tenía quince años.

Y ahí capturó la atención de todos los presentes.

—¿Abuelitas?

—Así es —habló la madre de los menores—. No logré conocerlas, pero me dijeron que eran preciosas.

Y sí que lo eran.

—Veamos —Tomó una de las cartas—. Oh, están ordenadas cronológicamente.

—¿Nos las lees? —Pidió Danielle.

—¡Por favor, abuelita Charlotte!

Los niños empezaron a rogar e incluso sus padres. Charlotte se rindió y aceptó.

—A ver… —Agarró la última carta y achinó sus ojos para leer la fecha escrita en el sobre—. Veintiuno de mayo, año ochocientos cincuenta.

𝑸𝒖𝒆𝒓𝒊𝒅𝒂 𝑯𝒂𝒏𝒈𝒆... (En pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora