Capítulo 1.

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Nací un domingo dos de Abril del 1997, me gustaría contar como fue pero no lo recuerdo, y la verdad, me alegro de que sea así. No creo que sea muy agradable que después de nueve meses en un lugar donde nadie te molesta , donde no tienes que hacer nada que no sea dormir desaparezca por completo y te obliguen a salir a este ruidoso mundo llamado Tierra. Después de encontrarte en un estado de completo aislamiento de la realidad durante tanto tiempo el golpe de la vida real tiene que ser jodidamente duro.

En conclusión, creo que ningún ser humano recuerda ese día porque tenemos tendencia a olvidar situaciones molestas.

Mi recuerdo más temprano apenas tiene sentido en mi mente, es tan solo un pequeño flashback en el que apenas estoy aprendiendo a caminar.

En mi primer recuerdo aparece Dave (Como no, le conozco desde que nací) como sus padres trabajaban todo el día en un restaurante él se pasaba casi todas las tardes en mi casa.

En este recuerdo no somos más que unos bebes aprendiendo a caminar, bueno, más bien Dave estaba aprendiendo a caminar porque a pesar de ser un día más pequeña que él, yo ya caminaba a la perfección y Dave... Bueno el no tanto. No solo pasaba eso con aprender a caminar, sino también pasó cuando aprendimos a hablar, a leer, a todo. Yo siempre iba un paso por delante.

Lo que mejor recuerdo de aquel día fue cuando salí corriendo detrás de una chica que llevaba unas puntas de ballet en la mano. Entonces ya tenía ese instinto que me impulsaba hacia la danza. Pero no es eso lo que recuerdo con más cariño, sino la forma en que Dave salió corriendo detrás de mí sin apenas saber caminar. Evidentemente se calló y se puso a llorar como loco y esto ya no lo recuerdo pero según mi madre al oír llorar a Dave yo me puse a llorar todavía más fuerte que él. Y así siempre: Si Dave lloraba yo también, si yo lloraba Dave igual.

Crecimos juntos, aprendimos juntos, jugamos juntos, Dave era todo para mí.

La mañana de mi quinto cumpleaños me desperté súper emocionada, era el primer cumpleaños en el que era consciente de lo que esto significaba: regalos, tarta y fiesta.

Diciéndolo así puede sonar un poco materialista, pero entonces solo tenía cinco años y mis padres se negaban a comprarme ningún juguete así porque sí. En esos tiempos no conocía las razones por las que mis padres no me compraban lo que les pedía, pensaba que era porque querían todo el dinero para comprarse cosas ellos y veía mí cumpleaños como la excusa perfecta para que me regalaran la muñeca que tanto quería.

Ahora me avergüenzo de haber pensado así, pero bueno... Tenía solo cinco años, ¿Qué iba a saber yo?

Ese mismo día por la noche, cuando llegó mi padre traía consigo un paquete, demasiado pequeño quizás para ser una muñeca.

La verdad en su momento me decepcioné muchísimo, me acerqué dando pequeños pasitos a mi padre mientras me preguntaba que iría a regalarme. Cogí el paquete y vi como mis padres sonreían, de verdad parecían emocionados.

-¡Vamos Christin!- Dijo mi padre riendo.- ¡Si no lo quieres me lo quedaré yo!

Mi madre comenzó a reír y al final acabaron por contagiarme la risa a mí también, siempre he sido de risa fácil.

Entonces abrí el regalo con mucho entusiasmo, tendría que ser algo muy chulo para que mis padres parecieran tan emocionados.

Cuando terminé con el papel de regalo abrí la caja y... ahí estaban las que fueron las llaves a él único objetivo de mi vida.

Mis primeros zapatos de Ballet.

Me puse muy contenta cuando los vi, tal vez demasiado para no saber ni siquiera que eran o para que servían. Pero creo que sí sé por qué me alegré tanto. Cuando los vi sentí algo muy extraño pero agradable, una especie de conexión hacia lo que tenía delante, como si llevara esperándolos toda mi vida.

A partir de ese momento mis días cambiaron por completo. Entonces todo cobró sentido para mí, ya tenía un objetivo.

Todos tenemos una meta en nuestra vida, yo la había encontrado, entonces, ya solo me quedaba alcanzarla.

Ruthless PathDonde viven las historias. Descúbrelo ahora