Capítulo 2.

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No fue hasta que empecé la escuela, con siete años, cuando comencé a darme cuenta de cómo eran las cosas, por ejemplo:

-Que mis padres me daban más de lo que podían y aun así no me parecía suficiente.

-Que hubo un tiempo en el que internet podían usarlo todos y que cualquiera podía tener una cosa para acceder a él y comunicarse con los demás.

-Que los que mandaban en nuestro país nos ocultaban el noventa por ciento de la información y que el otro diez por ciento que si nos otorgaban era falsa.

-Que el resto de países del planeta estaban igual que el mío pero que los que mandaban eran tan idiotas que no hacían nada para solucionarlo. Y no, tirar bombas y mandar soldados para que arrasen a tus rivales no contaba cómo hacer algo.

-Que nunca habría tiempo para lo que quería, solo lo habrá para lo que necesite.

En conclusión, fui una ignorante los siete primeros años de mi infancia, aunque no está del todo mal ya que hay personas que son ignorantes prácticamente toda su vida, y también están claro, los que mueren ignorantes.

Mi primer día de colegio no fue precisamente agradable, sino lo que viene a ser completamente lo contrario.

Yo empecé directamente primaria, es decir, no fui a infantil ya que no era obligatorio y mis padres me querían lo más cerca posible el mayor tiempo permitido. Parece algo extraño, pero tiene una explicación la cual mis padres pensaban que yo no conocía pero como ya he dicho antes dejé atrás mi ignorancia a los siete años.

Tenía un hermano, pero no llegué a conocerlo. Desde que empezó la guerra todos los países cerraron sus fronteras y cada uno desarrolló una forma diferente de vida. Yo vivo en España lugar donde la gente se comunica por cartas, donde solo los más ricos tienen coche y donde la información se saca de los libros. (Solo los aceptados por los que mandan) Pero si por algo se caracteriza mi país es por enviar cada septiembre a todos sus chicos de dieciocho años a la guerra, ¿bonita tradición verdad? Te arrancan a tus seres queridos de las manos sin que puedas hacer nada para evitarlo y se los llevan sin garantizarte que vayan a volver.

Cuando un chico se va a la guerra pueden pasar tres cosas:

1. Que sirva al país durante un año y que después vuelva a casa.

2. Que le guste todo ese rollo del ejército y decida quedarse.

3. Que no vuelva nunca.

La opción tres fue la que se llevó a mi hermano.

Y la verdad me habría gustado haberle conocido para al menos poder llorar su recuerdo, pero no es así, me lo quitaron incluso antes de eso, lo cual no me proporciona tristeza sino un terrible odio hacia los gobernantes por llevarse algo que no les pertenece.

Desde que descubrí todo esto ya no podía mirar a mis amigos con los mismos ojos, bueno amigos... mejor dicho "amigo" específicamente Dave.

No quería creer que algún día mi mejor amigo, que era tan inocente, tan bueno, tan tímido, que siempre se escondía detrás de mí, que iba corriendo a buscarme cuando estaba triste, tendría que marcharse sin certeza de que fuera a volver.

Y eso... Eso era lo que definitivamente me hacía estallar y me costaba un trabajo increíble no lanzarme sobre los comandantes o políticos que a veces veía por la calle, con sus ropas elegantes y sus coches caros.

De verdad que les odiaba con toda mi alma, y les sigo odiando, sobre todo después de todo lo que me han quitado.

Así que la única forma que tenía de no perder los nervios y cometer una locura era olvidarme completamente de sus existencias y fingir que nunca llegaría ese día.

Ruthless PathDonde viven las historias. Descúbrelo ahora