Capítulo 4

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Al día siguiente Dave no vino a clase, tampoco el de después y no le vi en todo el fin de semana.

Me resultaba raro estar sin el en el colegio ya que era mi mejor y -único- amigo, por lo que pasé aquella semana completamente sola. Pero sin contarme a mí, nadie más pareció notar su ausencia, era increíble como la falta de algo podía ser tan inmensa en mí mientras que otros era tan insignificante puede que incluso inexistente, pero claro, como echar de menos a alguien que ni siquiera estás seguro de conocer. En aquel entonces Dave era algo invisible para los niños de mi escuela.

Los días sin él eran una tortura, no hablaba con nadie y me pasaba los patios observando como la Srita.Roberts y el profesor Ramirez se daban el lote en mitad del patio entre todos esos niños ingenuos que saltaban a la comba o jugaban al fútbol sin enterarse de nada de lo que pasaba en el mundo que no fueran sus cuerdas o sus balones.

El viernes de esa semana al salir de clase decidí volver a casa por otro camino, por variar.

Entonces llegué a parar a una academia de danza, lo sabía porque podía ver a muchas niñas que llevaban los mismos zapatos que me habían regalado mis padres en mi quinto cumpleaños y como las que me había encontrado el día del bombardeo.

Me sentía como una extraña entre todas esas chicas pero no pude evitar quedarme embobada mirando por el cristal.

Había una sala enorme, suelo de madera, techo alto y ventanas gigantes, se veía muy... elegante. En una esquina había unas escaleras de caracol lo que quería decir que habría otra sala como esa arriba o puede que más...

Miré durante un rato a las niñas de dentro, todas vestidas igual: mallot negro, medias blancas, puntas rosa pálido.

La música de fondo se adaptaba al ambiente del lugar y a sus integrantes.

Todas las niñas se movían al unísono, era como si se tratara de una sola y todas las demás fueran simples reflejos.

Había algo más que me llamaba la atención... No había niños.

La música paró y una señora cincuentona entró a la sala.

Las niñas se pusieron muy firmes, tanto que parecían soldados en vez de bailarinas.

La mujer comenzó a hablar aunque no llegaba a escuchar lo que decía y poco después la música volvió a oírse.

Las niñas volvieron a sus posiciones y siguieron moviéndose.

De repente noté que me miraban.

Me giré.

Detrás de mi había una chica un poco mayor que yo que parecía estar divirtiéndose.

- Hola pequeña, ¿Qué se supone que era eso?- Me dijo riendo.

Me morí de la vergüenza, al parecer estaba imitando a las bailarinas de la sala sin darme cuenta.

No respondí.

- Bueno no pasa nada, pero hazme un favor... No sigas, no es muy agradable de ver- dijo indiferente- Apuesto a que nadie te ha enseñado pequeña.

¿Por qué me llamaba pequeña? No me sacaría ni dos años...

- Bueno un placer- Me dijo con una sonrisa burlona- supongo que algún día te veré por aquí... cuando sepas bailar.

Eso fue suficiente para que me hartara.

Me fui corriendo a mi casa, no iba a darle el placer de demostrarle que lo que me había dicho me había afectado.

Tras pensarlo durante una noche entera llegué a la conclusión de que quería bailar en la academia que vi. En parte era solo para cerrarle la boca a la chica que me había molestado.

Ruthless PathDonde viven las historias. Descúbrelo ahora