uno.

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El escritorio estaba repleto con papeles que necesitaban ser firmados, su mano temblaba, mientras sus ojos rojos miraban fijamente la pantalla de la computadora. Su celular vibraba al lado de su décima taza de café, observó detenidamente la pantalla y el nombre grabado que seguía apareciendo una y otra vez... "Soo", no quería contestar, no quería seguir con lo mismo de siempre.

—¿Tienes los papeles que necesito para la reunión de esta tarde?—la voz grave de su jefe lo sacó de sus pensamientos, y se dio cuenta que no avanzó nada en los últimos treinta minutos. Su jefe echó una ojeada a la pantalla de la computadora y suspiró profundamente, no era necesario preguntarle, pero podía sentir la decepción.

—Lo siento... Yo... —no sabía ni que excusa poner, llevó ambas manos a su rostro restregándose con fuerza— Perdón ChanYeol, te prometo que hoy por la noche estará listo todo.

Su jefe esbozó una pequeña sonrisa de lado y le apretó ligeramente el hombro. —Está bien, espero que sea cierto. Ah, casi lo olvidaba, debes llevar esto lo antes posible al señor Young, necesito que te muevas y rápido.

—Es decir... ¿ya?—preguntó sorprendido, miró por unos segundos a su jefe y luego regresó su mirada al montón de papeles incompletos sobre la mesa. El señor Young era el vicepresidente de la empresa y vivía en el campo, a más o menos dos horas en auto, su teléfono comenzó a vibrar nuevamente. ChanYeol asomó un poco su cabeza para leer el nombre.

—¿Todo bien entre ustedes?—inquirió alzando una ceja, JongIn tomó su celular y lo apagó rápidamente, al notar este gesto su jefe no tuvo más remedio que evadir el tema— Sí, necesito que vayas ahora mismo, no lo olvides JongIn, somos amigos pero sigues trabajando para mí.

Sin dejar que este respondiera una sola palabra, Park ChanYeol se volteó y caminó directo a su oficina en la planta superior. JongIn tenía un nudo en la garganta, suspiró hondo y trató de pensar en una solución, debía hacer muchas cosas en un solo día y ya solo le quedaban un par de horas restantes; pero antes soltó un grito mudo, dejando salir a medias todo lo que sentía. Cogió del escritorio un par de papeles, pensó que la mejor opción era ir revisando uno por uno mientras manejaba, no era lo correcto pero en estos momentos se podía ir directo al infierno todo aquel que interfiriera con todo lo que tenía que hacer.

—Señor Kim. Su esposo ha estado intentando comunicarse con usted, ¿quiere que le de algún mensaje? —la recepcionista del nivel se acercó rápido a él con una sonrisa en el rostro.

—Dile que estoy ocupado. —fue la única respuesta que salió de su boca al cerrar la puerta de su oficina, acomodó su abrigo y tomó fuertemente el maletín en su mano derecha.

El auto negro estacionado en la planta baja número dos estaba esperando por él, bruscamente tiró sus cosas en el asiento del copiloto y apretó el acelerador con fuerza, necesitaba definitivamente un milagro para poder seguir vivo el día de mañana. El tablero marcaba los 80 kilómetros por hora, la botella de agua a un lado amenazaba con volcarse cada vez que JongIn sobrepasaba uno de los autos delante de él, y así iba pasando hoja tras hoja frente al timón para poder leer cada una de ellas. La noche estaba a la vuelta de la esquina, ya podía ver como al norte el sol se escondía y las estrellas empezaban a iluminar el cielo —algo que lo ponía aún más nervioso—.

Estaba cerca, el desvío podía verse a pocos metros de distancia, JongIn miró por el retrovisor y después el espejo derecho para poder cruzar a esa calle de tierra; sin embargo, fue un poco brusco con el giro y el agua terminó por empapar el asiento del copiloto.

—¡Maldita sea!—gruñó y agachó la mirada unos segundos, cuando la subió nuevamente no pudo evitar pensar en lo mucho que odiaba el campo.

Presionó por puro reflejo con su pie el freno del auto con toda la fuerza posible, sus manos se aferraron al volante mientras el chillido que emitían las llantas casi le causaba una explosión en el tímpano. Sintió por todo su cuerpo recorrer una fría y extraña sensación cuando sus ojos se encontraron con la persona frente a él, tenía la boca abierta y lo apuntaba sin dejar de parpadear con rapidez, sabía que debía arreglar esta situación o tendría que enfrentarse después a graves problemas.

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