Capitulo I

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Estoy aburrido.
Todos los días son iguales, desde que el rey de la tierra murió nadie quiso tomar su lugar y yo no podía dejar morir a sus habitantes, claro, siempre han fingido el hecho de que me han visitado y esas cosas. Al principio me molestaba demasiado ya que si supieran lo sólo que me siento y que sus comentarios no ayudan para nada tal vez dejarían de hacerlos; sin embargo, con el paso del tiempo me he ido acostumbrando a ellos, a su vida, su forma de pensar... A todo.
No podía dejarlos morir.

Me hice cargo de la tierra y, dado que la luna nunca tuvo un habitante además de mí decidí ser su príncipe, ser aquel que la cuide.
Pero con el paso del tiempo he estado bastante mal... Me invitaron a formar parte de aquella "galaxia" donde todos los reyes, reinas, príncipes y princesas estarán para poder tener una mejor comunicación.
En un principio estaba bastante emocionado de aquello, digo, ¿Quién no lo estaría?, Sin embargo he caído en desgracia ya que mi lujuria al contemplar y desear aquellas estrellas me han llevado a lo más bajo e infame de mi ser.
No es de presumir que mi castillo es bastante hermoso a pesar de pertenecer al "área de oscuridad", siempre está brillando, reluciendo y sobresaliendo al igual que yo.
En un principio pensé que envolverme con aquellas estrellas sería algo bueno y satisfactorio pero me he dado cuenta que la reputación que tengo no es algo que me agrade aunque tampoco me desagrada del todo.
Desperdicio mi tiempo en bares, bebiendo sustancias de las estrellas y, de un momento a otro ya estoy en la cama con alguna de ellas, besando y acariciando su cuerpo.

Podría decirse que conozco cada detalle de cada una de ellas: su talla de cintura, el tamaño de sus pechos, el olor de su cabello... Pero, sólo sirven de entretenimiento.
¿Cómo lo llamarían las personas terrestres? Prostitutas si mal no he entendido.

Soy feliz con lo poco que tengo, no tengo súbditos, no tengo quién me venere pero las tengo a ellas.

Pero cada día es una rutina, cada despertar un martirio.
Despierto, tomo una ducha con agua helada, acomodo mi traje negro con destellos dorados y, finalmente me dedico a desayunar.
No tardó más de unos cuantos minutos desayunando cuando ya estoy nuevamente en el baño cepillando mis blanquecinos dientes. Finalmente salgo y voy de camino al bar.
Entre aquel camino rocoso mis pies se van arrastrando, veo a todos lados y me doy cuenta de que todos lo que estamos en el área oscura tenemos bastante en común: Lo deprimente.
Algunos drogándose, otros apostando todo y ganando nada, y algunos más tratando de terminar con su miserable vida.
Y como yo buscan entretenerse con las estrellas, pero no siempre resulta favorable.

— ¡Alexander, querido! —, gritó aquella voz que tanto conozco.
No sólo porque hayamos ya establecido una amistad, si no, porque por un mes entero pude tener el placer de escuchar aquellos hermosos gemidos todas las noches.

— Oh, hola Sirio... —, mencioné con la voz más amistosa que ese día pude vocalizar.

— ¿Vas a algún lado? ¿Puedo acompañarte?

Y como siempre, sin esperar alguna respuesta simplemente tomo mi brazo para así comenzar a caminar.
En poco tiempo habíamos llegado al bar y, nuevamente no me dejó pronunciar palabra ya que en poco tiempo las bebidas estaban sobre la barra mientras ella se iba colocando lentamente sobre mis piernas.

— Y bien... ¿Qué te gustaría hacer hoy?

Algo que sabe hacer bien es seducir a cualquiera que se le atraviese. No por nada es la estrella más hermosa de este universo.
Suspiré, no sabía que hacer... Solo quería cambiar la rutina, comenzar de nuevo, encontrarme a mí mismo.

Solamente pude limitarme a sonreír y esperar a que hiciera algo, ya estaba bastante resignado a que mi vida sería así: Completamente rutinaria.

Todo cambió cuando repentinamente la puerta del bar se abrió de par en par, captando la atención de todos los que estábamos ahí. El ser que había abierto la puerta abruptamente era un mensajero, uno de la parte luminosa de este lugar; todos quedaron en silencio al ver a aquel hombre que medía aproximadamente un metro y setenta, con su coleta corta, dejando un poco de flequillo y su piel lo bastante pálida para poder ver parte de sus venas.

Destello Lunar | Incompleto|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora