-¿Por qué demonios sonríe tanto, señor?
Eran las quince horas con veintidós minutos . Hacía un día soleado como pocos. y Mario simplemente no pudo soportarlo más.
-Voy a bajar - Le anunció el muchacho a Torreblanca.
-¿Qué?- dijo apenas el atribulado chofer.
La verdad es que no le dio tiempo de decir más. El muchacho ya estaba frente al auto, con uniforme escolar y todo, confrontando al hombre de la goma y el jabón.
-¿Cómo?- respondió, asombrado, el limpiaparabrisas.
-¿Que por qué, si se puede saber, siempre está sonriendo?
-Este. . . no te entiendo.
La luz verde ya se había encendido en el semáforo. Los autos comenzaron su concierto de bocinas. Torreblanca sintió la obligación de bajarse del auto para ver qué pasaba.
-¿Tiene una especie de problema con la quijada y por eso no puede dejar de sonreír?
-¿Qué?
Hay que decir que en ese momento el limpiaparabrisas ya no sonreía. Estaba muy sorprendido como para sonreír. Y no hay que olvidar el escándalo de coches que les servía como telón de fondo.
La luz roja se había puesto en la calle transversal hacía varios segundos, y el hombre de la goma y jabón se dio cuenta de que estaba perdiendo tiempo en una plática que, ni avanzaba ni entendía. Forzó una mueca como de excusa y salió corriendo hacia allá, a seguir limpiando vidrios.
ESTÁS LEYENDO
Un viejo gato gris mirando por la ventana.
Adventure"¿Porqué demonios sonríe tanto ese señor?" , se pregunta Mario siempre que ve a Manuel en uno de los cruceros de camino a la escuela. Él lo ha observado detenidamente y está convencido de que aquel limpiaparabrisas es el hombre más feliz del mundo...