2. Operación paternidad

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Loid despertó con el dolor de cabeza insistentemente agresivo, tratando de acostumbrar sus claros ojos a la tenue iluminación de su habitación propagaba desde las estrechas divisiones de la persiana.

No movió su cabeza de la almohada, quedándose allí para mirar el cielo raso y bombilla apagada colgando justo enfrente. Volvió a cerrar los ojos unos segundos, solo para darle espacio a una fugaz imagen.

Él, Yor confesándo que estaba embarazada, ambos dejando a medias una discusión.

—Si, fue real.

Sería iluso y absurdo de su parte persuadir un frívolo dictámen en su cabeza como someter aquel temor bajo un disparatado sueño; pero su sentido común era competente para diferenciarlo, tanto como la noche que él y Yor destendieron la misma cama en equipo.

Asustado y atolondrado al principio de solo sentir el dolor sumergido en sus caderas y ardor en la entrepierna, la espalda ardiendo como si se hubiera rastrillando con las uñas de un gato; el cuello y el lóbulo de sus orejas como si le hubieran absorbido la sangre las mismas sanguijuela de los helados lagos del norte, el mismo año pasado mientras se ocultaba del enemigo. ¿Y quién pretendió arrancarle el cabello? Le dolía a horrores la tensión del cuero cabelludo.

No había podido abrir los ojos hasta entonces ¿Estaba en una cama de hospital?. Fue tan delirante hasta que el recuerdo le llegó como iceberg en Titanic, frío y brusco.

Con mucho recelo y ansiedad devorando su delgada serenidad, abrió los ojos para ver su estado tan dramático, su desnudez bajo el enredon y.... A Yor suspirando su nombre. 

Acostado en la habitación de ella, la ropa de ambos estaba regada por el suelo como sótano de lavandería, incluso sus calzoncillos adornaban el portaretratos dónde sonreía Yor y Yuri juntos.

Lo más alarmante es que lucia  jodidamente tentadora con el pelo revuelto, algunas marcas en su cuello y comienzo de sus senos, marcas que para su pesadumbre recordaba cada detalle como fueron dotados y dispersados... De hecho, todo acto sexual lo recordaba hasta sus días.

Huyó de un salto agarrando sus prendas y casi entre ellas se lleva el sujetador de Yor, que sin intención se dió cuenta de la talla grande que usaba...

¿Por qué ni siquiera ese maldito número no olvidaba? Su doble juego de Twilight no tenía porque almacenar dentro de su intelecto hasta lo más banal.

Huyó como adolescente colegial con la cara encendida y desprendiendo humo, gruñendo del mismo modo por eso. Ese era otro problema, estaba llegando a los treinta y actuaba como quinceañero frente a Yor.

No podía luchar contra ella, ni con una niña de seis años. ¿Ahora que? ¿El bebé lo haría arrodillarse y se convertiría en su esclavo?

Quizás, le arrancaría una elevada cifra de dalcs a su billetera, a su tiempo, a su energía.

—Vas a ser papá Twilight....—Murmuró en su mirada ausente.—Uno de verdad.

A ese niño o niña en camino, no podría devolverlo al orfanato como tal se programó con Anya en el inicio, porque de igual manera nunca perteneció ni pertenecerá a uno.

Por primera vez en muchos años de su vida profesional de espía, no tenía esquemas diseñados en su dispositivo mental de prodigio para esto, y las estrategias no se requerían ahí.

Esto no era un partido de tenis profesional, ni una emboscada de terroristas, esto no se trataba de conseguir ningún suero, tampoco detener narcotraficantes o terroristas encubiertos.

Su nueva operación de por vida sería la paternidad.

Con pereza se sentó sobre su cama parpadeando constante y consiguiendo el efecto de sacudir un poco las lagañas que entorpecían la comodidad de sus ojos. De la nada ya se encontraba nadando en su mente en blanco mirando un zapato.

Falso ilegítimo - Spyxfamily Donde viven las historias. Descúbrelo ahora