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Desperté la mañana siguiente a eso de las once de la mañana cuando la luz natural que ingresaba por mi ventana comenzaba a molestarme. Solté un gran bostezo y moví mis frazadas de lugar para salir de estas y poder apoyar un pie desnudo en el frio suelo de mi habitación para levantarme y dirigirme hacia el cuarto de baño. Allí tomé una rápida ducha y bajé al primer piso para comer algo, ya que el sonido que había emitido mi estómago dejó en claro su petición.

—Oh, despertaste. —mi querida madre, que preparaba el almuerzo, se giró a saludarme cuando terminé de bajar el último peldaño con una toalla en mis manos que usaba para secar mis húmedos cabellos. —He comprado bungeoppang si quieres comer. Sé que te gusta, como también sé que seguro has bajado a por comida. —solté una risa que sonó como un suspiro ahogado y caminé hacia ella para dejarle un beso en la frente.

—Claro que sí, señora Lee. Me conoce perfectamente —mi madre rio tiernamente.

Me giré sobre mis talones para tomar la bolsa sobre la gran isla que yacía en el medio de la habitación, en un intento de dividir el comedor de la cocina, y atrapé uno entre mis manos y para luego darle un gran mordisco.

— ¿Ha llegado Lix? —pregunté luego de un rato en silencio. Me había concentrado en degustar el sabor del bungeoppang que olvidé que existía una vida a mi alrededor.

—Traga antes de hablar, hijo —regañó mi madre sin sacar su vista de la olla frente a ella. —No, aún no ha llegado. Dijo que iría con ese chico lindo a comprar algo de ropa. ¿Cómo es que se llama? —fruncí el ceño en confusión al no entender de quién hablaba mi progenitora. El término "chico lindo" no me era suficiente indicio como para intentar pensar en alguien, muchísimo menos teniendo en cuenta el poco conocimiento que tengo sobre los amigos de mi hermano. —El chiquillo de linda sonrisa con ojos chiquitos y hoyuelos. —cerré mis ojos al mismo tiempo que solté un suspiro acompañado de una risa. Ese chico pasaba más tiempo en nuestra casa que en la suya propia. Me resultaba realmente divertido como nuestra madre aún no se aprendiera su nombre.

—Jeongin, madre. Yang Jeongin. —recordé entre risas. —Te lo escribiré en un papel y lo pegaré en la nevera. El chico pasa mucho tiempo aquí y es el mejor amigo de tu hijo, ¿Cómo no te sabes su nombre? —hizo un gesto con la mano restándole importancia, acción que me hizo reír aún más fuerte, y volvió su vista hacia la olla sobre el fuego.

—"El chico de linda sonrisa" le queda muy bien. Le llamaré así le guste a quien le guste. Sonríe bonito cuando lo llamo de esa manera. —Negué con la cabeza, mientras mis labios tenían dibujada una sonrisa, y metí en mi boca el último pedazo de bungeoppang que me quedaba en la mano.

Sonó el timbre de la casa y mi rostro de diversión cambió a uno de confusión. Miré a mi madre quien aún seguía concentrada en la cena y me levanté de mi asiento para dirigirme hacia la entrada.

— ¿Esperas a alguien, ma? —pregunté dándole la espalda sin dejar de caminar.

—No, hijo. Creí que era para ti —gritó en respuesta desde la cocina.

Abrí la puerta luego de que el timbre volviera a sonar y la cara de completa neutralidad que tenía, cambió a una de extremo cansancio y odio. La persona del otro lado del umbral me extendió un sobre y una planilla para que firmara cualquier persona adulta de la casa. Tomé la birome entre mis manos y deposité mi firma en el papel que se me era extendido.

—Nos ahorraríamos estas estupideces si usaran una cuenta bancaria. —escupió el hombre frente a mí, con el mismo desinterés que todos los meses demostraba al visitarnos. —Es peligroso que en una casa con tan poca seguridad y en un barrio tan distanciado del centro, tengan esta cantidad de dinero en efectivo. En especial si no hay un hombre que sea el jefe y pueda cuidar de la casa.

—Hay dos hombres en esta casa... —respondí con un tono tan débil que pude sentir como mi voz lograba quebrarse.

—Hombre de verdad, me refiero. Ustedes dos no son más que unos pequeños niños. —Elevé mi vista por unos segundos de las hojas frente a mí y veo como el hombre de unos cincuenta y tantos años analiza atentamente, y de forma disgustada, los antiguos decorados hechos a mano que colgaban de las ventanas —Como sea, la semana entrante es el octogésimo cumpleaños de tu abuela. Deben estar presentes con ropa elegante y un regalo, en lo posible. Aunque sabemos que es posible ya que el dinero que se les otorga nos pertenece.

—No es mi abuela —respondí frívolamente, devolviéndole la planilla con brusquedad. —Y usted no es mi tío. Ni nadie de esa familia tiene que ver con la nuestra. —mi voz no subió de tono en ningún momento, pero si aumentó la furia que se podía sentir entre líneas. —Hable con la vieja y dígale que esto —levanté el sobre con dinero frente a su rostro y lo agité —no nos hace familia.

Me costó unos segundos reaccionar luego de que un ardor se sintiera por mi mejilla izquierda y mi vista pasara a encontrarse enfocada en el pálido suelo del pórtico. Me había abofeteado.

—Mientras que en tu lindo nombre y en el de tu pequeño hermano brille el apellido Lee, aparentarán ser decentes y parte de nuestra familia; para que así los ingresos de este hogar, que dependen de nosotros, no se vean afectados. ¿Has oído? —asentí levemente con la cabeza para posteriormente escuchar sus pasos alejarse por la acera hasta subir en su auto y marcharse. Apreté mis puños con fuerza y cerré la puerta de forma estruendosa.

Me quedé mirando la entrada frente a mí por unos segundos, mientras intentaba regular mi respiración que había comenzado a ser errática. Los Lee nunca hicieron nada por nosotros, más que traernos problemas. Y no agradezco el dinero que nos proporcionan, porque soy muy consciente de que no lo hubieran comenzado a enviar si no fuera porque mi padre lo pidió en su último aliento de vida.

—Honnie... —mis músculos se tensaron y suspiré derrotado. Giré sobre mis talones y vi a mi madre y a mi hermano parados en el medio de la sala, mirándome con lástima. No había visto en qué momento entró Felix, pero supuse que vio al señor Lee en la puerta y decidió entrar por detrás.Me acerqué a ellos con una sonrisa, que parecía más una mueca, y ambos me abrazaron con todo el cariño que podían acumular.

—Lo lamento... —comencé susurrando. —Pero esa gente nos hace daño y no quiero que tengan que verle la cara cuando yo no esté para enfrentarlos. —Llevábamos cuatro años en la misma situación y ver las lágrimas de mi madre al cerrar la puerta, aunque ella crea que las esconde bien, o la decepción en el rostro de Felix cuando le toca atender a él, involuntaria reacción que él piensa que no noto, me lastima. Me enfurece.

—No tienes que ser fuerte por nosotros, Minho hyung. —la voz del rubio salió con suavidad, siendo amortiguada por mi hoodie en donde tenía su rostro escondido. —Tenemos que ser fuertes entre los tres.

Solté un fuerte suspiro y abracé más fuerte a mis dos personas favoritas en este mundo, recargando mis energías con el amor que me transmitían en ese apretujón.

"No tienen que serlo si estoy aquí para serlo por ustedes." Pensé.

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Holaaa
Quiero pedir disculpas por haber borrado este cap y ahora resubirlo diferente. Hubieron cambios en la trama. Pero no volverá a pasar.
Gracias poe apoyar la historia. Lxs amo muxo <3

—Moonie

I Can't Love Him || MinsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora