Conchi y Ceferina entraban a la casa. Estaban ansiosas por saber cómo sería su nuevo hogar.
Se encontraron con una cocina americana anexionada al salón, el cual tenía un impresionante televisor 4K y curvo. El comedor parecía una antigua excavación minera situada en la entrañas de una montaña de Burkina Faso.
Subiendo las escaleras se encontraban las habitaciones, las cuales eran más tradicionales que un cristiano apostólico románico, homófobo y machista.
Su sorpresa fue a mayor, cuando al entrar a la antigua habitación de Filomena, se encontraron fotos del gran Fürher Hitler y esvásticas colgadas en las paredes cual cuadro con la foto de boda.
-¡Repámpanos! - exclamó Conchi estupefacta - ¡Hay que ver Filomena que callados tenía sus ideales!
-Mejor esto y no comunista de esos que comen niños.
-Bueno, me voy a dar un hidromasaje que vengo muerta del viaje.
Pero esto se vio interrumpido por un gritó proveniente de la calle al cual acudieron raudas y veloces.
-COOONCHIIIII, CEFERIIINAAAAAA .
Salieron al exterior para ver quién estaba llamándolas. Se trataba de Dña Rudesinda, una gran amiga de la infancia.
-¡Rudesinda, cuánto tiempo! -exclamó Conchi mientras la abrazaba.
-Si hija si... no nos veíamos desde la boda de Epanimondas- dijo Rudesinda echándose las manos a la cadera- venía para preguntaros si queríais dar una vueltina por el pueblo y así veíamos alguna cosina y recordar viejos tiempos.
-¡Por supuesto!- contestaron Conchi y Ceferina al unísono.
-Pues venga, ¡vamos!-gritó Rudesinda mientras comenzaba a caminar.
Comenzaron la visita por la entrada del pueblo. Por allí no había mucho que ver, solo una carretera vacía y silenciosa.Al llegar a la plaza: La plaza, las ancianas que estaban reunidas comenzaron a susurrar y señalar a Rudesinda, dominadas por un desasosiego incontrolable. Al parecer, ellas no se llevaban mucho, por aquello de que la familia de Rudesinda antaño poseía descomunales riquezas y con su poder financiero, esta adquirió ciertos terrenos a los vecinos, dejándolos sin tierras y pagándolas con una importante cifra, pero totalmente inútil, ya que no quedaban muchos lugares en donde consumir o gastarlo.
Continuaron su camino hasta llegar a:
El Val
El Val era un bar originado en las entrañas de una antigua mansión. Este disponía de parque, gran aparcamiento, cine de verano , buen servicio, suites de lujo, espectáculos, variada y esquisita comida, caballos y hasta una piscina. Era un verdadero lugar de ensueño y de disfrute vacacional. Lamentablemente, tenía pocos ingresos, ya que abrió sus puertas 2 años atrás y los ancianos no suelen ser partidarios de lugares modernos con mucha juventud.
Continuando el camino se encontraba la iglesia del pueblo, en la cual se encontraba la patrona : la Virgen de la Santísima Ildefonsa.
Justo en aquel instante, dos personas se acercaban. Uno era un niño de unos 5 años, y el otro tenía pinta de tener unos 17 años. Rudesinda se acercó a ellos para saludarles.
-¡Alberto, Rubén, buenos días!
Entonces, el joven de nombre Alberto, pero conocido por todos como Berto o Bertofer, comenzó tartamudear y producir sonidos extraños. Tras un gran esfuerzo, el joven consiguió pronunciar un:
-Hola amigas.
Conchi y Ceferina se extrañaron de aquel suceso, pero Rudesinda les explicó que Berto padecía un grave retraso mental y sufría discapacidades mentales. Conchi se entristeció y le ofreció un caramelito, pero Rudesinda se lo arrebató de la mano y a continuación le explicó que su medicación no le permitía ingerir ciertos alimentos. Entonces, el niño de nombre Rubén se acercó a Conchi y comenzó a dar pequeños tirones a su falda de seda de importación Yugoslava, como si quisiera llamar su atención.
-Hola chica guapa- dijo Rubén con una suave vocecilla- ¿quieres tomar leche conmigo en mi casa?.
-Me encantaría muchacho, pero ahora estamos dando una vueltina por el pueblo- contestó Conchi a la vez que le pellizcaba sus mullidos mofletes.
-Vale guapa, a las 5 te espero en mi casa. Vamos Beto.- dijo Rubén mientras se alejaba empujando a Berto.
-Que chavalines mas majos, ya no suelen verse niños así. Ahora son todos canis ''reshulones'' que no tienen ni modales ni un poquito de educación.- replicó Ceferina consternada.
-Bueno... sigamos nuestro camino- dijo Rudesinda mientras comenzaba a caminar y haciendo un gesto con la mano a Conchi y Ceferina para que comenzaran a seguirla.
Tras una dura caminata, viendo todas la casas y zonas residenciales (Los chuscos, la zona alta , la zona baja...) llegaron a San Juan. Esa zona era el gran centro de ocio y diversión para la tercera edad. Todas las ancianas y ancianos de reunían allí para jugar a las cartas, ver telenovelas, comer anacardos y, sobre todo, disfrutar.
Cerca de allí se encontraba una era, la cual tenía pinta de no ser podada desde hacía décadas.
-Uy, ¡si ahí jugábamos al escondite!- exclamó Conchi.- ¿Podemos ir a ver que hay?
-No hace falta, no hay mucho por ahí.-contestó Rudesinda un poco esquiva.
-Andaaaaaa...porfiiiiii- Conchi trató de convencerla.
Finalmente, los esfuerzos de Conchi triunfaron y fueron hacia allí. Continuaron a través de un estrecho camino hasta llegar a la cima de una pequeña montaña.Las vistas eran impresionantes.
Una vez allí, Conchi divisó en la lejanía una extraña estructura. Tras quedarse traspuesta, vio que Ceferina y Rudesinda se alejaron un poco.
-¡Hey, esperadme! - gritó Conchi mientras que el sonido de su voz resonaba en el lugar.
¡Venga Conchi, que te quedas pasmada como las alcaparras, jijiji! - rió Rudesinda
-Oye ¿qué es eso de allí?¿también es nuevo?
-¿El qué? Yo no veo nada.
-Si si , yo también lo veo - dijo Ceferina dándole la razón a Conchi.
-Anda anda, que de tanto andar os debe de haber dado un bajón de azúcar.
-Uy si, vamos al bar a beber algo que tengo ganas de una Fanta con unos alcaueses. -confesó Ceferina ansiosa
Pero Conchi hizo caso omiso. No podía evitar mirar atrás para seguir observando aquello. Su mente no podía pensar en otra cosa, como si hubiese sido afectada por un embrujo. Pero ella hizo un esfuerzo y dejó la mente en blanco, mientras volvía junto a sus amigas.
FIN DEL CAPITULO
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Las intrépidas aventuras de Conchi y Ceferina.
HumorLas aventuras de unas adorables ancianas: Conchi y Ceferina. Hartas de la vida moderna deciden irse de la gran urbe y empezar de cero en los campos de Salas de los Barrios, un pequeño pueblecito el cual les cambiara completamente la vida.