𝐄𝐏Í𝐋𝐎𝐆𝐎. PERO ERAN JÓVENES E INEXPERTOS

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Tú conducías el coche de la huida
Volábamos, pero nunca llegaríamos lejos
No finjas que es un misterio
Piensa en el lugar donde me conociste
por primera vez
En un coche de escape (oh, whoa)

 GETAWAY CAR de Taylor Swift

NOTA: Finalmente, Feliciana hace justicia

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NOTA: Finalmente, 
Feliciana hace justicia

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Los herederos no tenían finales felices.

Ambos muchachos corrían sin importarles nada más, obviando cuánto frío hacía o qué sentimientos más allá albergaran, simplemente corrían buscando una despedida inesperada. Venecia cruzó las puertas dobles sintiéndose decepcionada por haberse enterado de otros labios. Sin embargo, una agradable esperanza renació cuando lo reconoció ahí, despreocupadamente sentado, usando ropa de invierno.

— ¡Oye, Lee Hyo Shin! —exclamó Tan.

— ¿Cómo lo supieron? Me sorprenden. —Hyo Shin se incorporó del asiento gratamente impresionado. No esperaba encontrarse con nadie, mucho menos despedirse de personas cálidas. Sonrió, echándose hacia adelante para envolver a Venecia entre sus brazos—. No creí que lo supieran antes de mi madre.

— ¿Por qué hiciste esto tan repentinamente? —Tan estaba histérico haciendo ademanes con las manos y brazos—. ¿Por qué te unes al ejército ahora? ¡Ni siquiera te has graduado aún!

— No hagas un escándalo por esto; también irás algún día. —le pidió poniendo los ojos en blanco, sujetando todavía a la italiana; ambos hallaron calidez estando tan cercanos—. No debiste traer a Venecia precisamente porque no quería arrepentirme.

— Pero ¿cómo te puedes ir así? ¿Tus padres aprobaron esto?

— Me parece que él tomó una decisión. —interrumpió Venecia.

— No recuerdo haber recibido aprobación por nada en diecinueve años. Me voy en secreto. Necesito un tiempo para pensar. Ya deben haber encontrado mi carta. Esta es la única forma de detener a mi mamá.

— Estás totalmente loco.

— No puedo negar eso.

Hyo Shin bajó la mirada para encontrarse con Venecia; almas gemelas destinadas para siempre estar juntas, pese a la relación señalada. La muchacha pronto llevó ambas manos a su rostro, acunándolo entre aquellos cálidos dedos, dedicando suaves caricias. El momento se había vuelto demasiado íntimo, pese a que nada extraño hacían. Todos malinterpretarían esa extraña conexión entre ambos.

— Volverás, ¿no es así?

— Claro que sí. —besó su frente; ella sollozaba—. Julieta querida, siendo tu Romeo, ¿cómo osaría ausentarme durante tanto tiempo? Necesito procesar que mi querida princesa no se casará conmigo.

ORONERO | The HeirsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora