❝¡Dios mío! ¿Te conozco? Creo que me encontré con el diablo❞
𝐕𝐞𝐧𝐞𝐜𝐢𝐚 𝐋𝐨'𝐌o𝐧𝐚𝐜𝐨 𝐀𝐧𝐠𝐞𝐥𝐥𝐢𝐧𝐢, principal heredera del Imperio Perséfone, comete una gravísima equivocación que trae como consecuencia unas vacaciones en Corea del Sur...
Cuando caminas lejos Cuento los pasos que tomas ¿Ves lo mucho que te necesito ahora mismo?
WHEN YOU'RE GONE de Avril Lavigne
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Choi Young Do estaba esperándola junto a su motocicleta.
Ella generalmente odiaba esas cosas. No obstante, tomando un casco azabache entre sus manos, olvidó cuánto menospreciaba los medios de transporte suicidas. Bastante irónico, en verdad. Ambos prefirieron mantenerse silenciosos. Venecia sufrió un poco acomodándose, aunque después de conseguirlo con cortos esfuerzos, Young Do arrancó perdiéndose en las abarrotadas calles. Por ahí, las malas lenguas, aseguraban que antes de los veinte, pecados era perdonados.
La melancolía podía destrozar corazones. No le importó a dónde iban, tampoco quiso preguntárselo; después de todo, estarían juntos por ahí vagando por las hermosas calles, acompañados por las inmensas publicidades brillantes y luminosas. Venecia abrazaba su abdomen restándole vergüenza, sujetándose. Él tampoco parecía molestarle, pues incluso sonreía sintiendo el viento contra su piel.
— Quiero ir de compras. —dijo lo suficientemente alto.
— ¿Eso solucionará tus problemas?
— Posiblemente no.
— Te llevaré a otro lugar, entonces.
Hasta donde recordaba, no había nada interesante en una habitación gigantesca perteneciente a su propio hotel. Sin embargo, tampoco hizo preguntas porque parecía un ambiente tranquilo; todo estaba ordenado, aunque algunas camisetas estaban regadas por ahí, y unas latas de cerveza vacías reposaban sobre una mesa auxiliar. Venecia ingresó quitándose los incómodos tacones para dejarlos junto a la puerta, importándole bastante poco recibir reprimendas.
Unas cuantas semanas atrás, Young Do visitó su habitación para comer pastel y beber vino, así que estaban a mano. Venecia observó cómo extraía algunas cervezas del mini refrigerador. Mientras tanto, no teniendo nada más productivo qué hacer, ella decidió encender la chimenea; pronto, tomó asiento sobre una alfombra aterciopelada y blanquecina, frotándose las heladas manos para calentarse. Le habría encantado beber chocolate caliente, no cerveza.
Él descubrió que usaba una camiseta simple bajo la chaqueta.
— No es ropa adecuada para este clima, nueva. —tomó asiento drásticamente a su lado, queriendo calentarse; si él tenía frío, no quería imaginarse cuán congelada estaba ella. Venecia aceptó la cerveza, refrescando su reseca garganta—. Usa algo más cálido.
— Debería ir a la tienda de Rachel. Oí que sacarían moda invernal hermosa; ya sabes, para vernos delgadas, mínimo. —fue un simple comentario superficial que consiguió hacerlos sonreír, y luego bebieron hasta acabar con el helado contenido—. ¿Podrías pedir algo de comer? Quiero parecer mucho más delgada, sí. Pero tengo hambre.
